Trueno mis nudillos una y otra vez. Muevo mi cuello una y otra vez. Lamo mis labios una y otra vez, porque estaba decidida a hacer una locura hoy: ver las nalgas de mi jefe. Tenía varios planes para semejante desafío. Mucho más si tomaba en cuenta que uno era más disparatado que el otro. Sin embargo, entre tanta incoherencia y 1% de probabilidad entre cada uno, en alguno debía acertar ¿no? El primer plan estaba a poco de comenzar, y es el que le voy a proponer a mi jefe entrando como el sol radiante que era a su oficina. Como sé que está a solas, abro la puerta con mucho ruido y emoción de sobra. —Demos gracias a Dios de una mañana tan vibrante y llena de buenas energías — exclamo ante un Adrián metido como siempre en su computadora. Este sé que está maquinando una respuesta ingeniosa