Por lo que pudo observar la lesión que tenía Carla era reciente, aún la sangre estaba fresca y no se había adherido al rostro. Le preguntó insistentemente qué le había pasado, pero ella no era capaz de pronunciar una simple palabra. Supuso que él venía por un poco de placer, así que se limpió la cara y se puso a su disposición. Antonio no era tan inhumano como para querer estar con ella a costa de cualquier condición, le dijo que no tenían que hacerlo en ese momento, por el contrario, quería que hablaran, necesitaba saber qué le había pasado y quién le había proporcionado esos golpes. Ese aspecto le pareció demasiado tierno, jamás un hombre se había preocupado tanto por ella, para los demás era simplemente la prostituta que utilizaban cuando querían, pero de ahí no pasaba. Ella también tenía su lado malvado e inclinado hacia la satisfacción de los deseos, le confesó que era con el único hombre que disfrutaba estar. De hecho, a veces no lo consideraba como un simple cliente, creía que entre los dos había algo más, además, sabía que él solo estaba con ella, no visitaba a ninguna de sus otras compañeras. Le hizo saber que quería estar con él, en ese momento quería sacar la rabia que tenía por dentro y por medio del sexo podía lograrlo. Era una experiencia diferente para él, a su parecer muy rara, aceptó con tal de ayudarlo. En primera instancia le ayudó con sus heridas, luego de eso empezó a besar su cuerpo suavemente mientras la desvestía con total ternura. Hizo todo lo posible para no lastimarla, quería que se sintiera bien en ese momento, su única condición para complacerla en todo lo que le pedía era que luego de eso le contara todo con pelos y señales. Ella aceptó y se dedicaron a disfrutar, fue un momento muy apasionante, no duró mucho tiempo, pero si lo suficiente para que ambos murieran de placer.
Después de su acto de amor se recostaron en la cama, Carla sobre su pecho, mientras suspiraba. Temía enamorarse de él porque sabía que no podían estar juntos. Ella no podía pedirle que simplemente se olvidara de su pasado y la aceptara en su singularidad, además, sabía que no era el tipo de personas que le gustaba amarrarse a solo una persona, siempre huía de la monotonía. Carla no se iba a escapar del interrogatorio que le tenía presupuestado Antonio, así que le pidió que empezara a hablar. Con voz tímida y resignada mencionó lo siguiente: Yo me encontraba trabajando como todos los días, el día estaba muy tranquilo hasta que llegó un sujeto de aspecto norteamericano. En cuanto me vio quedó flechado, o al menos eso aparentaba, pidió estar conmigo, tuve que aceptar, aunque no era de mi gusto, se mostraba amable y caballeroso, como todos los que buscan algo más que placer. El jefe estaba muy feliz porque ofreció muchos dólares por unas cuantas horas, la única condición era que podía hacer conmigo lo que quisiera y que no quería ningún tipo de interrupciones, nadie se imaginaba cuáles eran sus deseos. El jefe aceptó con la excepción de que no me podía sacar del establecimiento, ambos pactaron y me dieron mi parte del p**o, no estaba muy segura porque de entrada me parecía extraño que estuviera haciendo ese tipo de aclaraciones, pero tuve que cumplir con mi trabajo. Dentro de la habitación empecé como lo haría con cualquier otro cliente: con un baile y algo de coquetería, pero parece que eso no lo excitaba, quería algo fuera de lo normal. Mencionaba con tono sarcástico que le gustaba el sadomasoquismo y tener el dominio sobre el sexo, en una maleta traía unas esposas que me puso en las manos para atarme de la parte superior de la cama. No era la primera vez que hacía esto, así que no me preocupé, supuse que se trataba de algún tipo de pervertido que le gustaba dar placer hasta ver a la otra persona llegar al punto más alto sin poder moverse, pero me equivoqué, lo único que quería era satisfacer sus pulsiones retorcidas. Una vez inmóvil puso sobre mi cuerpo unas arañas que traía en un frasco, eran grandes y negras, empecé a gritar y le dije que no me gustaba, pero no me escuchó, dijo que estaba pagando por mí y tenía derecho a hacer cualquier cosa. Sacó otras más con total ternura y las puso en mi abdomen, en total llegué a tener en el cuerpo alrededor de 6, caminaban por encima de mí mientras él me miraba y se tocaba su parte íntima, parecía ser que eso hacía que se excitara realmente.
Siempre le he tenido fobia a los insectos, me da miedo y asco sentir que me tocan y él estaba haciendo justamente que llegara a niveles extremos de pánico. Le rogaba con lágrimas en mis ojos que parara, que me quitara esos animales, pero entre más me veía sufrir más caliente se ponía. En un momento se acercó para tocar mis piernas y mi zona íntima, aproveché ese instante y el hecho de que tenía mis piernas libres y le lancé una patada justo en la cara mientras me movía bruscamente para que esos animales se cayeran de mi cuerpo. Algunas arañas cayeron al piso, otras permanecieron sobre mí, el hombre estaba muy enojado, tanto así que optó por terminar su placer de mala manera. No sé cómo le hizo, pero tuvo su eyaculación, parecía que toda esa escena le hubiera provocado una especie de sensaciones impresionantes. Al ver que yo había logrado mi cometido de quitarme las arañas, decidió guardarlas, pero quiso cobrarme lo que había hecho con ellas y el golpe que le había propiciado. No me desató todavía, en vez de eso se aprovechó de mi condición y me empezó a golpear la cara mientras me decía si todavía tenía ganas de seguir pateando o atacando a sus amiguitas. Le decía que estaba enfermo, nunca nadie antes me había obligado a hacer esas cosas, no se detenía, seguía golpeándome, por suerte no hasta el nivel de tumbar mis dientes, pero siento que mi nariz está totalmente reventada. Había pagado por horas, hasta donde pude escuchar fueron tres, de las cuales solo llevábamos una. Le dije que estaba dispuesta a hablar con el jefe para que le devolviera el resto de su dinero, lo único que quería era irme. No accedió a mis pretensiones, aunque dijo que, si cancelaría una hora de las que teníamos, quería descansar antes de irse de viaje de nuevo, además, con lo que me había hecho, sabía que podía tener algunos problemas legales. Yo ni siquiera sabía mi jefe hasta donde estaba dispuesto a defenderme, solo esperaba que lo suficiente como para que no me volviera a tocar hacer estas cosas.
Se recostó a mi lado, pero no me desataba, yo seguía con mis brazos arriba, ya estaba totalmente acalambrada y cansada, también me dolían los hombros, pero él no se conmovía. Además de eso, mi cara estaba chorreando mucha sangre y tenía ganas de limpiarla, pero no era posible, la sangre que corría por mis mejillas hacía que me picara la cara, opté por bajarla hasta mis hombros para ver si podía limpiarme un poco y lo logré. Me dijo que tenía que hacer silencio, de lo contrario iba a continuar golpeándome. Se quedó dormido por 40 minutos, yo tuve que permanecer en total silencio y sumisión, lloraba desconsolada por el cansancio que tenía y lo que me estaban haciendo, no podía entender cómo una persona podía ser tan mala. Sé que mi trabajo no es algo de admirar, muchos denigran mi profesión, pero al menos siento que merezco respeto. Cuando se despertó me dio un beso en la boca, no le importó untarse de sangre también, por el contrario, parecía que le gustaba. Dejó algo de dinero sobre el nochero, dijo que me lo había ganado por dejarlo dormir un rato, también me advirtió que no podía salir hasta que él ya estuviera lejos porque no quería problemas. Para lograr eso desató una de mis manos y dejó una llave cerca de mis pies para que pudiera arrastrarla y así soltarme sola. Se fue rápidamente, le agradeció a mi jefe y desapareció. Con mucho esfuerzo logré soltarme, estaba temblando mucho entonces la llave no entraba con exactitud a las esposas, una de mis amigas entró a la habitación para preguntarme cómo me había ido, en cuanto me vio destrozada llamó al jefe para que hicieran algo, pero este contento con todos los dólares que había ganado optó por ignorarme. Pensé que con lo ocurrido me iba a dejar regresar a mi casa más temprano, pero no fue así, dijo que no faltaba el hombre con fetiches raros que quisiera tenerme en esas condiciones. Yo ya no me sentía apta para nada s****l, cualquiera que quisiera estar conmigo me daría asco y miedo. Contigo no fue así porque te quiero estoy acostumbrada a ti, siento que tenemos algo más allá de un simple asunto s****l. Me imagino que cuando llegaste te dijo que yo estaba en perfectas condiciones para recibirte, ni siquiera te avisó lo que me había pasado, aunque no niego que fue una buena idea, teniendo en cuenta que el que apareciste fuiste tú, de tratarse de otro hubiera sido muy complicado para mí continuar como si nada. Agradezco que te preocupes por mí, pero no quiero que te involucres ni que le hagas reclamos al jefe, no puedo perder mi trabajo, es lo único que tengo y mi enferma madre depende de mí. Sé que hay otras cosas para ganarse la vida, pero sin estudios no puedo aspirar a ganar mucho.
Antonio sintió con cada palabra como su corazón ardía de rabia, pensaba al igual que la mujer que tenía derecho al respeto sin importar cuál fuera su profesión. Le preguntó si recordaba algo más sobre el hombre o si tenía los datos guardados en la recepción. La mujer asintió, todas las personas que contrataban un servicio s****l tenían que registrarse con su número de documento. Además de eso, había unas cámaras de seguridad, ella se las podría mostrar, aunque no veía la razón para hacerlo, pues no quería que hubiera más problemas. Antonio le dijo que era solo para saber de quién se trataba y evitar que le hiciera lo mismo a otra mujer, se fueron juntos para la sala de cámaras de seguridad y le dijeron al encargado les mostrara los videos. Antonio tomó con su celular una foto del hombre, quería irse para su casa para ver por medio de sus aparatos tecnológicos donde podía ubicarlo antes de que se fuera del país. Antes de irse le propuso a la mujer que dejara de trabajar, no para que se convirtiera en su novia o en su esposa, sino para que trabajarán juntos. Tenía un puesto que sabía sería perfecto para ella, era muy atenta y además tenía en su alma un resentimiento que podía hacerla perfecta para esa posición. Antonio quería que cuidara a sus presos, necesitaba que mientras no estaba alguien les diera de comer o se encargara de infringirles un poco de dolor, para que no se les olvidara lo que habían hecho. Tuvo que contarle a la mujer sobre sus planes de justicia y lo que estaba haciendo con las personas que de alguna manera u otra causaban dolor y sufrimiento. Carla se imaginó teniendo al estadounidense frente así siendo su verduga, le encantaba la idea de hacer que la respetara o que al menos le hicieran algo similar. Aceptó el trabajo sin más reparos, luego se fueron a hablar con el jefe para decirle que ella ya no estaría más en el establecimiento. El hombre no quería aceptar su renuncia, esa mujer le daba mucho dinero, muchos clientes amaban estar con ella, no solo por su aspecto físico, sino por lo que su mirada denotaba, a saber, una especie de maldad y ternura encantadoras. Llamó a los guardias de la puerta, los cuales eran muy fuertes, les dijo que la mujer tenía terminantemente prohibido salir, por suerte, Antonio tenía mucho entrenamiento la DEA, así que inició una especie de pelea para liberar a la mujer de su desgastador trabajo.