September regresó a casa un par de horas después, con la voz de su abuela repitiéndose en su cabeza como un eco. Continuaba pensando cómo decirle a Ace que su abuela quería verlo. El taxi la dejó en el inicio del camino, cruzó el pequeño puente y se acercó a la puerta. Sus ojos fueron hasta el regalo en el piso. Era una caja negra con un lazo rojo. No era demasiado grande, pero si lo suficiente para que pudiera elevarlo. Escuchó a Cookie ladrar dentro y arrastrarse por la puerta hasta llegar a ella. September no imaginó que sería comida, no expedía ningún olor, pero bajo el nudo del lazo estaba una tarjeta blanca con las iniciales de la tienda. Elevó a la perra, abrió la puerta y se arrojó al sillón. Cookie buscó las tiras para morderlas, tirar de ellas y desatar el lazo. No le costó dema