Tal como pactaron para verse, Ace condujo hasta el lugar que ella señaló. Era una antigua iglesia, algo rústica, barroca, con una cruz que no se iluminaba. Ace pensó tres segundos antes de extraer el teléfono. No quería ser convertido por una de esas personas adictas a la Biblia y que exorcizaban demonios. September no se veía como una persona devota. Aseguró creer en lo que veía, y aunque algunas personas aseguraban sentir la mano de Dios en sus vidas, nadie lo había visto a los ojos. Que ella quisiera convertirlo a los caminos del Señor, sería algo irónico. De igual forma le dio el beneficio de la duda. Eran las seis cincuenta cuando llegó. Tomaría un vuelo la mañana siguiente, por lo que debía descansar, pero eso no le impidió verse una tercera vez con la mujer. Donde fuese, cuando fu