Durante más de dos horas, Megan miraba desde su ventana cómo algunas chicas entraban y salían de la mansión. Megan se sentía impaciente, además la situación era algo humillante para ella. Aún era la esposa de Abbel, pero parecía que a él no le importaba. Cuando cayó la noche, Megan bajó a cenar junto a Sofía y Vanesa. No podía olvidar el hecho de que Abbel no había salido en todo el día de su despacho, entrevistando a mujeres como su nueva esposa. —Deberías pensarlo mejor, Megan. Eres la esposa de mi hijo y ambos están casados por un beneficio —dijo repentinamente Vanesa. —¡Discúlpeme! —dijo al levantarse avergonzada de su asiento. Megan se dirige hacia el despacho. Levanta su puño para tocar la puerta, pero no lo hace; cree que es mejor dejar las cosas como están. Megan se da la vu