Zaideth ronca cuando duerme, se estira en la cama y abre la boca, dejando salir su baba. Se ve que duerme tan placenteramente, que me da cosa levantarla. —Zai, Zai —comienzo a llamarla. Ella se da vuelta en la cama y queda a medio lado, dejando una pierna flexionada y sobresale de la sábana, dejando su piel trigueña al descubierto. Paso saliva al sentir mi rostro comenzar a sonrojarse. ¿Qué estoy haciendo? No debí entrar en su habitación. Así que, avergonzado, comienzo a dar vuelta sobre mis pasos para salir cuando siento un gruñido. —¿Hum? —empieza a removerse en la cama. Volteo y veo que comienza a sentarse en la cama, con la cara arrugada y con una mano se limpia la saliva de la cara. —Mateo —dice con voz arrastrada y ronca. Definitivamente no ha cambiado nada a la chica que