Lo bueno de vivir en una ciudad costera es que, ver el mar, te hace reconectar contigo mismo. Cuando llegué a la cabaña y estuve rodeada de silencio, me sentí liberada. Recuerdo asomarme por el balcón de la habitación principal y apreciar la enorme panorámica del mar, cerrar los ojos y escuchar el sonido de las olas entrar por mis oídos e inspirar profundamente el olor salado. Fue una de las mejores sensaciones que he tenido en mi vida. Fue como en unos minutos, sólo era yo, mezclada con la naturaleza, con la razón de ser de la misma. Y fue ahí, donde me di cuenta que estaba en el lugar correcto. Lo primero que hice fue limpiar todo el polvo de la gran cabaña. Carl me dijo que me ayudaría, pero era mi momento, era el instante que yo necesitaba, así que le di las gracias y le pedí q