Capítulo I
Martina y Mauricio son una pareja de adolescentes con las hormonas a millón, varias veces estuvieron intentando tener relaciones sexuales pero por miedo no se atrevían. Vivían en un pequeño pueblo muy lejos de la ciudad donde no habían autos y mucho menos existía la educación s****l. Y los padres solían educar con la frase “cuida’o con una vaina” pero nunca se sentaban a hablar abiertamente de las consecuencias que traía el sexo sin protección, ese era un tema prohibido.
Entre tantos intentos por explorarse término sucediendo lo inevitable, y empezaron a mantener relaciones sexuales constantemente. Martina se extrañó un poco porque esa molestia visita de todos los meses había desaparecido.
Pero siguió haciendo su vida normal ayudando en los quehaceres de la finca de sus padres. Entonces su madre empezó a notar los cambios en su cuerpo y busco a una partera para que revisara si era verdad que su hija tenía lo que ella estaba pensando.
Y cuando la partera se lo confirmo la obligó a decir quién era el responsable de ese embarazo. Martina intentaba mantener a su amado en secreto pero fueron tantas y tan terribles las amenazas que sus padres le propiciaron que debió mencionar el nombre del implicado.
Los padres de ambos se reunieron y llegaron al acuerdo de que Martina y Mauricio debían formar su propia familia, así que los padres de Martina le regalaron un trozo de tierra para que construyeran su casita y empezarán a trabajar en la agricultura.
Pasaron los meses y se acercaba el momento del parto, no sabían si sería una hembra o un varón, como no habían hospitales en la pequeña aldea, solo había una señora, que nunca estudio pero aprendió de su madre los pocos conocimientos que tenía y entonces era la única que asistía a todas las parturientas cuando se les llegaba la hora de dar a luz.
Doña Inés que así se llamaba se enfrentó a un parto bastante complicado porque el bebé de Martina venía de pie. Y sabía que existían muchas posibilidades que el bebé se quedará atascado y muriese ahogado.
Martina esperaba con muchas ansias que fuese un varón, ya tenía el nombre seleccionado y solo esperaba poder tenerlo en sus brazos. Cuando el cuerpo de su bebé se empezó a asomar y la comadrona le anunció que era una niña, ella quiso cerrar sus piernas porque no era lo que ella estaba esperando. Sin embargo Doña Inés le propicio unas cuantas cachetadas para hacerla reaccionar por la actitud tan egoísta que estaba tomando. Finalmente abrió las piernas y pujo hasta que su cabecita salió. La niña estaba un poco morada por la tardanza del parto, pero nació y cuando Mauricio la tuvo en sus brazos al ver su delicada piel y el color de su cabello se enamoró de su hija y la llamó Salomé.
Por el contrario Martina se indisponía cada vez que debía amamantarla. Nunca la observaba, siempre la cubría para no verle el rostro. Era una adolescente inmadura y caprichosa. A medida que avanzaban los meses Martina se desesperaba con facilidad, no le gustaba calmarle el llanto, no se preocupaba por asearla o darle su biberón y Mauricio empezó a tener enfrentamientos por su actitud ante la indefensa bebé.
Siempre era él quien lavaba los únicos seis pañales de tela y sus tres pijamitas, le preparaba los biberones, la bañaba y dormía en sus brazos. La bebé reconocía el amor puro de su padre y solo él era quien la podía calmar con solo abrazarla y cantarle una dulce canción.
Martina se sentía cada día más frustrada y tomó la decisión de irse a la capital y abandonarlos a su suerte. Mauricio a pesar de su corta edad se había convertido en un joven maduro y responsable, trabajaba de sol a sol para darle lo que su hija merecía y brindarle lo que él nunca había podido tener por vivir en un lugar tan apartado de la sociedad.
Lucho con su hija a diario y viajo muchas veces a la capital porque quería que en ese pueblito construyeran una escuela, soñaba con que su hija fuese una gran profesional y tuviese un futuro brillante como esa gente importante que salía en los periódicos. Fueron muchos los ruegos a sus vecinos para que lo apoyaran y así conseguir que lo escucharan.
Salomé creció siendo una niña muy ordinaria, caminaba descalza en medio de caminos de piedra, llevaba peso en su cabeza, sabía arar el campo, montar a caballo, ordeñar vacas, y perseguir a los cerdos para ponerles los collares con los cascabeles para saber cuándo se alejaban de la casa.
Tenían un gran huerto donde cosechaban sus verduras y legumbres, recogía a cuánto perro, gato o loro abandonaban, compartía con las personas más humildes los alimentos, cocinaba en el fogón con leña y su cabello siempre olía a humo. Su padre la había educado para que fuese una niña independiente.
Cuando Salomé cumplió ocho años estaba lista para empezar a estudiar su primaria, habían conseguido en varios años de lucha lo que tanto anhelaban para su comunidad: una pequeña escuela. Y así poco a poco fueron descubriendo que podían conseguir más logros, ahora empezarían por luchar para conseguir la electricidad. Muchas personas se oponían al progreso y estancaron el proyecto por varios años. Pero cuando Salomé tenía sus quince años no solo la comunidad contaba con una maestra de primaria, también tenían un maestro para la secundaria.
Era un maestro bastante mayor, pero sus conocimientos inculcaron la espinita de querer ser mejor y luchar por conseguir sus sueños. Salomé se inspiró en los sufrimientos que padecían sus amigos; desde un dolor de muelas, hasta un dolor de estómago. Y empezó con el deseo de ser la “Doctora del poblado”. Si ella estudiaba en la universidad serviría de motivación para los demás.
Pero aquí es donde estuvo estancada varios años porque no quería dejar a su padre solo para ir a la capital. Y entonces se daría a la tarea de buscarle una novia antes de marcharse a estudiar. Pero sus opciones disminuían y su padre se hacía más viejo y ella estaba desperdiciando su tiempo.
Había intentado enamorarlo de una vecina que era viuda, pero esa relación era tan peligrosa como la de un perro y un gato, habló con otra mujer que estaba soltera pero ella no quería compromiso con nadie porque tenía un amante furtivo, habló con la maestra del pueblo y le ofreció a su padre: ¡Menos! Ya no encontraba con quién hablar para emparentarlo.
Y mientras tanto iban pasando los años y su sueño era cada vez más latente. Ella si había sido asediada por varios jóvenes pero a todos los espantaba con una escopeta que su padre le había regalado para que se protegiera de los que quisieran hacerle daño. Esto sin contar que la ropa que usaba era de hombre, su padre había intentado vestirla como una niña pero a ella no le gustaba esa ropa y quería lucir como él, con sudaderas anchas o camisas manga larga, jeans masculinos y botas tipo leñador también de hombre. Su largo cabello lo cargaba tejido en dos trenzas y eso era lo más femenino que portaba.
A tal punto de que en la aldea la conocían como “la fiera” Su padre conocía sus deseos así que habló con la vecina y a cambio de dinero le hizo fingir que se habían enamorado para que ella se fuese tranquila a la capital a poder cumplir su sueño. La vecina se llamaba Damiana, era la viuda más joven del lugar. Pero en toda su vida se la habian pasado peleando porque los animales de Mauricio se metían en su huerta y le destruían sus alimentos.
Esta relación arreglada solo funcionaba en presencia de Salomé, hasta besos se daban pero cuando no estaba se insultaban y se llamaban por apodos. Era una relación algo extraña porque si alguno se enfermaba el otro se desvivía hasta que estuviese mejor. Pero apenas mejoraba empezaban los malos tratos de nuevo.
Se acercaron las fechas de inscripción de la universidad y a Salomé se le había acabado el tiempo en la aldea, iría a la capital a casa de una tía de su padre llamada Eleonora. Ella la recibió con los brazos abiertos y desde el primer momento intento cambiar su estilo, le compró ropa interior femenina porque usaba boxer masculinos y no usaba acostumbrador. La verdad es que en esas anchas vestimentas se escondía un cuerpo escultural. Y una piel realmente blanca y perfecta. Esto sin mencionar que había llevado su arma a la capital y pretendía llevarla a todos lados con ella.
Se rehusaba a usar esas ropas pero su tía se armó de dureza y solo esa condición ponía para que estuviese en su casa. Tenía que aprender a ser femenina o ella no la podría tener allí. Pero lo hacía porque no quería que su adorada sobrina se convirtiera en la burla de los demás o que se metiera en algún problema por no saber medir sus fuerzas. Presentó y quedó seleccionada para estudiar lo que tanto quería: medicina.
Su tía la inscribió en una academia de etiqueta para que aprendieran modales e intentará comportarse como una señorita pero la formadora no soportaba su terquedad e imprudencia. Tenía un gran trabajo para conseguir marcar rasgos femeninos en ésta chica.
Era muy inteligente y aprendía con facilidad, al principio la adaptación con sus compañeros fue difícil, la veían como a un animalito de monte y le generaban improperios y como ella no se dejaba amilanar de ninguno lo enfrentaba y si era de darse golpes no le importaba. Había recibido varias amonestaciones por su comportamiento violento con los demás compañeros porque estaba dotada de una fuerza descomunal y con un simple empujón hacia rodar a cualquiera.
Pero fue así como se fue ganando el respeto por defenderse de los abusos de sus compañeros. Y aunque se burlaban de ella a escondidas, ninguno se atrevía a hacerlo de frente. En sus veinte años nunca más había vuelto a recibir noticias de su madre. Sabía lo que había sucedido con ella y no sentía la necesidad de conocerla. Mauricio era lo más importante de su vida y no le hacía falta nada más.
Su padre bajaba a la capital cada cierto tiempo a verla y se asombraba de lo cambiada que la encontraba. Ahora había aprendido a hablar de una forma diferente, sus vestimentas eran completamente femeninas y aunque lo que más les había costado quitarle eras las botas de leñador finalmente había accedido a usar baletas femeninas y también usaba accesorios.
********
__ ¡Mi lucero es perfecta! Gracias mami por todo el esfuerzo qué estás haciendo por seguir tus sueños, siempre serás mi niña y sé que regresaras a la aldea convertida en una gran doctora. ¿Cómo te tratan allá mijita? __ Mi padre siempre había creído en mí y eso me llenaba el alma, era lo mejor que podía existir en la vida. Me había hecho muy fuerte y por eso nadie podía humillarme y salir ileso de ello.
Había roto más de un labio en los primeros días de universidad, luego me amonestaron y debía dejar de actuar con violencia si quería permanecer allí. También quería que mi padre estuviese tranquilo por eso nunca le contaba lo que me decían o me hacían. Y le respondí:
__ Papito mío tú también eres perfecto, gracias a ti por creer en mí, me tratan con respeto papi. Pero no quiero hablar de mi más bien ¿Cuéntame de Damiana? __ Y le hacía gestos de picardía con las cejas, mi padre me evadía la mirada y su rostro se enrojecía, por eso debía acosarlo más para que me contara y le pregunté:
__¿Papi y para cuándo un hermanito? __ Se sentía tan incómodo que se tapó su rostro y me respondió:
__¡Ya estoy muy viejo! Y Damiana no quiere hijos por ahora. __ Pero yo sabía que él si se moría por tener un bebé en brazos, y ella era joven aún podía concebir a un hijo, porque su anterior esposo era infértil y no pudo tener descendencia. Solo esperaba que el día menos pensado mi padre me sorprendiera con la noticia.
Cuando se marchaba al pueblo sentí tanto dolor verlo salir de la casa, caminando sin voltear la mirada atrás. Le sentía la nostalgia en su rostro y aunque tratará de ocultarlo me extrañaba. Pero este sacrificio valdría la pena. Pero saber que tenía compañía me hacía sentir mejor.
Por mi parte antes nunca había considerado enamorarme, me parecía algo muy complicado, sobre todo porque yo pensaba que eso truncaría mi futuro, pero empecé a sentir cosas extrañas por un hombre maduro que me encontraba todos los días camino a la universidad.
Me ha llamado la atención porque siempre lleva a tres chicos, el más pequeño debería tener como ocho años. Una mañana al verme me saludo y de ahí en adelante programo el reloj para salir a la misma hora y encontrarlo.
Empezamos cruzando algún tipo de información personal y sé que es viudo, su esposa murió dando a luz a su último hijo que tiene ocho años. Es un chico muy hermoso y los demás también son tan agradables que siempre que los veo necesito abrazarlos y darles besos. Ellos me miran extrañados y yo me divierto molestándolos.
Nos hemos citado a lugares solitarios y por primera vez he hecho el amor con él. Mi cuerpo reacciona a sus caricias y a sus besos, no sabía lo que eso iba a implicar y accedí. Fuimos a un hotel y con delicadeza me invitó a acostarme con él en la cama, luego tomó una manta y me cubrió.
Empezó a bajar la tira de mi camisa pero yo la volvía a subir, estaba asustada, no sabía en qué me había metido. Pero él empezó a besarme y al cabo de un rato me tenía desnuda en sus brazos. Luego pasó un dedo por toda mi hendidura muy fuerte y me sobresalte, me provocó meterle un golpe en la cara, pero recordé lo que había aprendido en las clases de etiqueta, respire profundo y me comporté como una mujer.
Ese primer día no me pudo penetrar, tocó mi cuerpo y aunque yo sentía algunas cosas, no me excitó. Entonces luego volvimos a ir y ese día iba decidido a poseerme y lo logró. Cuando llegué a la casa me sentía muy mal. Y pensaba en como pueden las personas disfrutar de ese acto si yo me sentía sucia.
Pues bueno eso era solo el comienzo, porque a medida que lo fuimos haciendo me empezó a gustar un poco, lo disfrutaba algunas veces, otras simplemente apretaba mis dientes y esperaba a que él se terminará de satisfacer.
Era mi primera experiencia y yo estaba segura que eso era amor, y entonces me concentraba en complacerlo y hacer cosas por él, cuando me llevó a su casa, me dió un poco de sentimiento, el niño más pequeño se llamaba Alí, era el que estaba preparando los alimentos y para alcanzar bien a la hornilla se debía subir en un banquito, porque le habían negado el tamaño.
El siguiente era Pablo, y estaba limpiando la casa, por su parte el mayor se llamaba Henry y estaba tendiendo la ropa, se organizaban para hacer los oficios del hogar, era trabajo en equipo. Habían tenido que madurar muy pronto, su padre era muy estricto con ellos.
La convivencia con ellos era muy buena, nos divertíamos muchísimo me agradaban mucho y al parecer yo también a ellos. Siempre intentaba consentirlos cocinando algo delicioso, me habían pedido que formalizara la relación con su padre y lo había estado pensando.
Entonces le he dicho a mi tía que me llama la atención ese hombre, se lo he descrito, ella piensa que es un buen hombre. Y yo sé que sí porque el simple hecho de hacerse cargo de sus tres hijos él solo demuestra que existe bondad en su corazón. Entre suspiros y lágrimas en sus ojos me dijo:
__ Un hombre así es lo que te hace falta Salomé. Porque si te descuidas te va a dejar el tren. Fíjate en mí, me puse a esperar el hombre perfecto y me quedé para vestir santos. __ Eso me ha dejado pensando y quisiera intentar conocerlo mejor. Aunque si hay algo que me preocupa son sus hijos, no van a estar de acuerdo con que su padre reemplace a su madre por una chica más joven.
Con ayuda de mi tía le organicé una cena y los invitamos a compartir con nosotras. Él aceptó ir a conocer a mi tía pues me decía que también se sentía atraído por mí. Y quería empezar una relación formal si yo sé lo permitía.
Cuando él hablaba de formalidad me asustaba, pero ya era hora de que dejara de espantar a los pretendientes. Aunque en la universidad también tenía a un admirador, siempre estaba pendiente de ayudarme y hacerme la vida fácil. Pero yo lo veía como un amigo.
Se llegó el día de la cena, atendí a la puerta y recibí un gran ramo de rosas, era detallista, caballeroso. Besó mi mano y le hice seguir.
__ Tía Eleonora te presentó a Noel. __ Apenas los dos se vieron se quedaron mudos y cada uno reconoció al otro. Era evidente que algo estaba pasando y algo nerviosa pregunté:
__¿Ustedes ya se conocían? __ El silencio por parte de ambos lo confirmó. Entonces empecé a pensar que pudo haber sido un enamorado de mi tía, pero sería mucha casualidad que sucedieran esas cosas. Y entonces mi tía tomó la palabra y dijo:
__ Jamás hubiera consentido que invitaras a este hombre a mi casa y menos que lo dejaras entrar a tú vida. ¡Si tan solo hubiese sabido quién era! Salomé el estuvo casado con tu madre hasta que ella murió. __ Esa confesión me había dejado atónita, mi madre no estaba perdida como yo siempre había pensado, ella había estado muy cerca y no me había buscado. Ahora entendía el sentimiento que tenía hacía esos chiquillos, eran mis hermanos. ¡Tres hermanos! Qué a su vez ahora se convertían en mis hijastros.