Ariadan
Camino por los pasillos de la escuela en donde estudié cuando era apenas un cachorro, y miro las didácticas pinturas que hay en las paredes, que cuentan la historia de nuestra sociedad Lycan. Las imágenes detalladas y los colores vivos recrean la jerarquía que tanto conozco, pero que a menudo cuestiono.
De manera muy didáctica, aquellos dibujos explican que en la casta de los Alfa, nos dividimos en dos: los Xebir, muy poderosos y capaces de transformarse en lobos, y los Delox, que solo se transforman al 50%, y que tienen habilidades menos agresivas pero no menos importantes. En estos murales, sus figuras imponentes destacan entre los demás.
Los Beta se componen de los Rafiri, con habilidades sobrenaturales, y los Sintur, lycans más parecidos a los humanos, sin dones aparentes. Fueron ellos, los Sintur, los que estuvieron en guerra contra los alfa hace muchos siglos, y que escaparon a la Tierra junto a un buen puñado de omegas.
Finalmente, tenemos a los Omega, donde se encuentran los Dafiri y los Gunpur. Los Dafiri poseen habilidades particulares, mientras que los Gunpur son conocidos por su poderoso olor, tan distintivo que puede desencadenar reacciones inesperadas en los alfas.
Me detengo ante uno de los murales que muestra a los betas y a los omegas huyendo hacia la Tierra. Las imágenes capturan el drama de la migración y la desesperación que llevó a muchos a buscar un nuevo hogar. Recuerdo las historias que me contaron en mi infancia, la lucha por la aceptación y la adaptación a un mundo donde sus habilidades eran más un peso que un regalo.
Los lycans llegaron a la Tierra cuando, según el tiempo de allá, estaban por el quinto siglo después de Cristo —el Dios de ellos, porque cada planeta parece tener uno diferente —, y se hicieron pasar por humanos comunes y corrientes, cosa que se les dificultó mucho, pero poco a poco lograron adaptarse al nuevo entorno, y perdieron sus raíces, viviendo como humanos, sin saber que llevaban la sangre de una casta de hombres lobo que alguna vez fue rechaza y maltratada.
No soy un Beta Sintur ni un Omega, pero no estoy de acuerdo con lo que hicieron mis antepasados en la Gran Guerra. Los murales, aunque informativos, no cuentan toda la verdad. Hay mucho más en juego, pero claro...eso no es algo que se les pueda revelar a unos cachorros que hasta ahora están entendiendo lo que son.
Sigo caminando por los corredores de la institución, y al llegar a la zona de la secundaria, un murmullo de conversaciones y risas adolescentes llena el aire. Aunque algunos estudiantes y maestros se me quedan mirando al reconocerme como su príncipe, no actúan como la mayoría de ciudadanos cada vez que me ven, ya que mi presencia aquí es muy común. Incluso me saludo amigablemente con algunos maestros.
La puerta del salón 205 está entreabierta, y puedo ver a través de ella a mi hermana Alana frente a un grupo de chicas. La luz del sol filtrándose por las ventanas ilumina su figura, resaltando la mezcla de determinación y gracia que siempre la caracteriza.
Entro silenciosamente, ocultando mi aroma para no llamar la atención de las alumnas, decidido a observar la clase sin interrumpir. El aula está semivacía, un reflejo de la realidad lycan donde las mujeres alfa son una minoría. Alana, con su cabello oscuro recogido en una cola de caballo, se dirige a las chicas con una mezcla de autoridad y afecto, mirándolas con sus penetrantes ojos verdes idénticos a los míos.
—Ustedes, chicas, son portadoras de un poder increíble —declara mi hermana, su voz resonando con pasión—. Ser alfa no es un estigma, es un regalo. No permitan que la sociedad les diga lo contrario.
Esa afirmación lleva consigo el peso de décadas de discriminación hacia las mujeres alfa. En la jerarquía lycan, ser una mujer alfa es casi tan deshonroso como ser beta. A pesar de que ellas suelen ocupar cargos de poder en la política y tienen otros importantes roles en la sociedad, las mujeres alfa enfrentan limitaciones impuestas por su propia naturaleza, como...como el no poder quedar embarazadas.
Así es. Las mujeres alfa no pueden embarazarse. La gran mayoría nacen siendo estériles, y las pocas que han logrado concebir, no han logrado llevar el embarazo a término. Solo se ha registrado un caso en toda la historia de Klyndur en donde una alfa logró tener un bebé, pero eso ocurrió hacer siglos, antes de la Gran Guerra, cuando no había nada de tecnología que permitiera registrar aquel dato histórico en algún artículo internet. Básicamente, ha sido un relato que se ha transmitido de generación, pero no se sabe a ciencia cierta si es verdad. Es un mito.
Me apoyo contra la puerta, observando con orgullo a mi hermana dar su clase. Cuando ella no está trabajando como cazadora —el Círculo solo labora cuando hay luna llena —, y cuando no está cumpliendo con sus deberes como princesa real, ella se dedica a dar clases en la escuela del Sagrado Corazón del Dios Lobo, el instituto en donde estudian los hijos de los más adinerados de Randyll.
En este momento, siento una mezcla de admiración y frustración. Admiración por la valentía de mi hermana al desafiar las expectativas, pero también frustración por las restricciones que aún persisten en nuestra sociedad.
—Recuerden, chicas, ser alfa no les impide alcanzar sus metas. Pueden tener un impacto significativo en la política, la sociedad y, sobre todo, en sus propias vidas —concluye Alana su clase con una sonrisa, y me guiña un ojo —. Y nunca se dejen de ningún hombre alfa. Ellos podrán ser varones, pero nosotras tenemos algo que ellos no: inteligencia.
La clase termina con aplausos y algunas miradas agradecidas de las chicas. Estas adolescentes, todas de dieciséis años, acabaron de descubrir a qué casta pertenecen. A todos los lycans se nos manifiesta nuestra condición entre los quince y los dieciséis, así que estas jovencitas hasta ahora están empezando a procesar cómo rayos harán para vivir en una sociedad en la que solo a las mujeres Omega se les trata como damas, o a veces, ni eso.
No sé qué es peor. Si nacer siendo mujer Omega o mujer Alfa. ¿Es más difícil ser una mujer alfa, con todas sus habilidades y liderazgo, pero limitada por la incapacidad de tener descendencia? O ¿es más difícil ser una mujer omega, obligada a vivir en la sombra de los alfas, subyugada por las expectativas de sumisión?
La verdad es que ambas son situaciones difíciles y cargadas de limitaciones. La sociedad Lycan impone roles y estigmas que complican la vida de las mujeres, ya sean alfas u omegas. No puedo dejar de sentir una sensación de injusticia al contemplar las restricciones que enfrentan, simplemente por el hecho de ser mujeres.
Está claro que la sociedad lycan necesita una transformación. Es hora de cuestionar esas normas arcaicas y buscar un equilibrio más justo y equitativo para todos, independientemente de su casta o género. Cuando sea rey, espero lograr un cambio, y aunque sé que será difícil, estoy dispuesto a enfrentar lo que venga, desafiando las expectativas y trabajando hacia un futuro donde cada lycan pueda vivir sin las cadenas impuestas por las normas del pasado.
Alana se acerca a mí con una sonrisa, sus ojos reflejando la complicidad que solo los hermanos compartimos.
—Hola, bobo.
Nos saludamos con un tierno frote de cabezas, una antigua muestra de afecto propia de los lycans que mi hermana y yo hacemos desde pequeños. Aunque ahora somos adultos, ese gesto sigue siendo una expresión de nuestro vínculo inquebrantable.
Cuando éramos pequeños, solíamos pelear, como cualquier par de hermanos alfas. La necesidad natural de marcar territorio y establecer jerarquías en el hogar a menudo da lugar a enfrentamientos constantes. Sin embargo, nuestra madre, una omega sabia y amorosa, se esforzó por criar un ambiente donde el amor y la unión prevalecieran sobre las rivalidades.
Ella nos enseñó que el poder no radica en la dominación, sino en la solidaridad. Aprendimos a apreciar y protegernos mutuamente, estableciendo la base para una relación fraternal sólida y llena de amor. Los recuerdos de nuestras travesuras infantiles y las lecciones de nuestra madre nos convirtieron en hermanos unidos, capaces de enfrentar juntos los desafíos que la vida nos presente
—¿Cómo estuvo la clase? —pregunto, buscando detalles sobre su día.
—Estuvo bien. Estas chicas son increíbles. Cada día me sorprenden más —responde Alana con orgullo—. Pero, ¿y tú? ¿Qué te trae por aquí?
Si bien Alana vive en el palacio, no se suele enterar de las discusiones que tenemos papá y yo, porque ella literal solo llega a dormir, ya que sus ocupaciones suelen ser por fuera del palacio.
—Papá está muy enojado —respondo, y ella suelta una risita.
—¿Y cuándo no lo va a estar? Siempre lo logras cabrear.
—Pues al parecer ya se le agotó la paciencia —salimos del salón y caminamos por los pasillos de la escuela —. ¿No viste la noticia sobre lo que hice el fin de semana?
—Te recuerdo que ando muy ocupada como para andar pendiente de lo que la prensa amarillista diga sobre nosotros.
Alana nunca se ha tenido que preocupar por lo que la prensa diga sobre ella. La prensa suele tejer historias negativas sobre mi vida nocturna y mi actitud rebelde, mientras que Alana es la personificación de la princesa perfecta, y un modelo de virtud y responsabilidad.
Todo Randyll admira a mi hermana por su dedicación a sus deberes como princesa y cazadora. Siempre ha actuado con gracia y elegancia, manteniendo una imagen intachable que encaja perfectamente con las expectativas de la realeza. Nunca la han visto en una fiesta escandalosa ni vinculada románticamente con nadie. Su compromiso con el deber real la ha convertido en la favorita de los medios de comunicación y de la población en general.
En cambio, yo soy la oveja negra de la familia real. Mis escándalos y mi actitud desafiante ante las normas sociales me han convertido en el foco de críticas y murmullos. La prensa ama destacar mis errores y malinterpretar mis acciones, creando una imagen distorsionada de quien realmente soy.
Pero, lo que hice hace un par de noches..., eso no es algo que fuera inventado o exagerado por la prensa. Yo en serio me follé a unas chicas en un callejón después de una buena noche de rumba en el club que suelo frecuentar. ¿Y cuál fue el verdadero embrollo del asunto? Que ambas chicas son unas omegas vírgenes que ya estaban prometidas a unos alfas.
En Randyll, y en la gran mayoría de reinos lycan, si las omegas no llegan vírgenes al matrimonio, son repudiadas por la sociedad, y tanto de lo mismo para las alfas. Las únicas que pueden hacer con su sexualidad lo que quieran, son las betas. En los prostíbulos y en el mundo de la pornografía, solo trabajan mujeres betas.
Por eso es que mi hermana, a sus veinticinco años de edad, todavía sigue siendo virgen. Le da miedo que, el que vaya a ser su futuro esposo, la repudie por no ser virgen, porque tras de que las alfas lo tienen bien difícil para emparejarse, sería más difícil aun con un repudio.
—El sábado me fui de rumba, ya sabes..., al club El Colmillo, y me pasé de copas —le empiezo a contar, y ella entorna los ojos. Si bien ya está acostumbrada a mis sinvergüencerías, no deja de decepcionarse —, y...y me follé a unas omegas, y justo andaba alguien por ahí cerca y me tomó fotos.
Alana abre los ojos como platos.
Yo nunca había cometido tal error. Cuando tengo mis aventuras con mujeres, son en su mayoría con betas o alfas, pero jamás omegas, o no al menos omegas vírgenes y comprometidas que ya han recibido la mordida del vínculo.
Una de las omegas a las que desvirgué el sábado ya estaba vinculada.
Tanto nuestras leyes como el Libro del Dios Lobo faculta a un alfa a matar a otro cuando ese otro se apareó con su mate, haya habido o no consentimiento del omega en cuestión.
Y yo, bueno..., por ser el príncipe, quien quiera que sea el alfa de la omega vinculada a la que desvirgué, no se atreverá a denunciarme, pero tal vez sí riegue el chisme por todo Randyll, así que tal vez el castigo que quiere infligirme mi padre en realidad sea para mantenerme alejado de las consecuencias de mis actos, porque, aunque no haya una denuncia formal contra mí, sé que los opositores a la corona aprovecharán para causar una revuelta.
—Entonces te has metido en un problema gordo...—inquiere mi hermana mientras nos dirigimos a la azotea de la escuela, que es donde está parqueada mi nave.
—Sí, pero hay un problema aún más gordo, y por eso te he venido a buscar —nos subimos en la moderna nave que nos llevará a otro planeta en menos de un minuto —. Hay una reunión urgente del Consejo. Una enfermedad está afectando a los omegas, de nuevo.
Mi hermana pone cara de pésame apenas pongo la nave en movimiento.
Desde hace 20 años, una enfermedad viene afectando a los omegas en todo el país. No se le prestó la atención debida en su momento, pero en estos seis últimos meses el número de bajas ha sido tal, que ya se está hablando sobre una posible extinción de la casta, y eso...eso sería muy grave para todos los lycans.