Ariadan
Sabía que muy probablemente Rachel se desmayaría apenas yo le dijera la verdad sobre lo que soy. No quería mostrarle mis garras, pero creo que, si no lo hacía, ella no me iba a creer y me tomaría por loco.
Cuando ella se desmaya, no permito que caiga al suelo. La tomo con delicadeza en mis brazos y la acuesto sobre el sofá, y mientras se despierta, voy a su habitación para quitar las sábanas de su cama y cambiarlas por unas limpias, ya que estas apestan a sexo y a beta.
No alcancé a ver nada de lo que ellas estaban haciendo, ya que Rachel alcanzó a sentir mi presencia antes de que yo le abriera la puerta de la habitación, pero admito que tal vez, solo tal vez..., me hubiera gustado ver lo que ellas estaban haciendo.
Soy hombre, al fin y al cabo. A la mayoría de hombres, por
