Las luces de colores brillaban mientras los puestos de comida de la feria llenaban el aire con aromas dulces y especiados, y las risas infantiles resonaban entre las multitudes. Sin embargo, ninguna de estas distracciones podía alejar a Axel de la realidad, pues en contra del hombre amargado que él era, tenía que hacer su enorme ego a un lado y colocarse el disfraz de Santa Claus, que ante sus ojos parecía de lo más ridículo. Emily caminó entre los puestos con un pesado traje rojo en las manos, buscando a Axel. Finalmente, lo encontró cerca de una carpa situada al final de la feria, un espacio que había sido designado para los voluntarios. —Aquí tiene el traje —dijo con una sonrisa que intentaba parecer despreocupada, aunque en su interior estaba disfrutando de imaginar su cara de enfado