La nieve caía con suavidad, cubriendo todo con su manto blanco. Desde la ventana empañada de la sala, se podían ver las luces navideñas titilando como pequeñas estrellas. Dentro de la enorme casa, un niño de apenas seis años estaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y los ojos fijos en el reloj que colgaba de la pared. El péndulo oscilaba con lentitud, emitiendo un suave tic-tac que llenaba el silencio.
El pequeño abrazaba una manta con fuerza. Su cabello oscuro caía en mechones sobre su frente, y sus grandes ojos grises miraban de reojo la puerta principal, esperando.
—Mamá y papá ya deberían estar aquí —murmuró para sí mismo, en apenas un susurro.
Sus padres habían prometido volver pronto. Habían dicho que solo saldrían a hacer algunas compras navideñas, que no tardarían. P
