—¡Siéntete en confianza! —añade la vieja con una sonrisa sádica, abriendo la puerta de la habitación del Gran Hotel, situado lejos de la ciudad e indicándome que entrara primero con un gesto de su mano. Nunca había estado en un lugar tan exquisito. Con lo que ganaba en el club solo me permitía visitar lugares de bajo presupuesto. Puso el pestillo, se recostó un momento en la pared y me observaba como si yo fuese una pequeña gacela y ella un hambriento guepardo. Después de unos segundos se transformó. Mientras yo observaba la decoración de la habitación, se acercó y lo primero que hizo fue darme una bofetada. «Por Dios que allí mismo la hubiese acribillado, sería muy fácil porque en mi bolso llevaba un arma» Cuando me vió con los ojos enfurecidos me besó, empezó a olerme —¡Me encanta