Capítulo IV

1703 Words
Cambios repentinos… Al día siguiente se apareció mi novio Leonardo Villacruz Para él las fechas importantes se celebraban y pronto cumpliríamos dos años de novios. Era exactamente el día en que había ingresado al club. —Te mandé a hacer un vestido plateado para bailar un rato contigo y que los demás sientan envidia por tener a la más bella del lugar solo para mí. —Se esmeraba por darme presentes caros. Creo que eso era lo que más me gustaba. Yo le agradecía con besos y caricias. En otras circunstancias ese hombre sería un buen partido para casarse. Pero mis objetivos eran otros… —Si mi vidita, en una semana celebramos nuestro aniversario. ¿Pediremos comida a domicilio? Se me antoja una comida italiana. ¡Si! Una pasta y un buen vino. —Hasta en eso me había entrenado, sabía diferenciar los buenos vinos y conocía cuáles eran las mejores cosechas. Pero él negó con su cabeza y dijo: —Nada de pedir para llevar, hablaré con la administración y te llevaré a un restaurante caro. Merecemos celebrar por todo lo alto. No importa que deba pagar por el tiempo que estés conmigo afuera. Además sería nuestro primer encuentro fuera de estas cuatro paredes. ¡Nos lo merecemos! —Me emocioné porque me hacía falta pasar un buen momento lejos de todo lo que significaba para mí el club. Había tenido muy buena racha pero siempre presenciaba situaciones incómodas o violentas que generaban un poco de pánico en el ambiente con las demás compañeras. No estaba segura de que le fuesen a aprobar la salida pero nada se perdía con intentar. Luego de que le hiciera el amor y me dejara las nalgas coloradas de tantos azotes, él en persona fue a hablar con la administración. Como no tenía mucho tiempo siempre me depilada en casa y me hacía mi propio mantenimiento en las uñas y el cabello. Siempre había intentado lucir lo más natural posible. Amaba mi cuerpo y no tenía alguna parte que me incomodara o la deseara de otra forma. Siempre me preocupaba por mantener mi figura estilizada, no me parecían agradables las lonjitas por eso procuraba estar delgada. Esa semana transcurrió con ansiedad. El viernes de nuevo atendí al doctor Deninsón y me dijo que pasaría una larga temporada sin volver al club porque se iba a hacer un postgrado a un lugar muy lejano. No me pareció para nada extraño porque era un excelente profesional, siempre estaba innovando y estudiando los avances de la ciencia. Ahora mi horario empezaba a tener más brechas de lo normal. Debía buscar nuevos clientes. Desde hace algún tiempo había dejado de salir a competir en la avenida pero había llegado el momento de regresar a captar nuevos candidatos. Me parecía peligroso pero si no salía a buscar, el trabajo se tardaba para llegar. Cuando las compañeras me vieron acercándome de inmediato una de ellas rezongo: —¡Qué extraño! ¿Hoy olvidaste los calzones de la suerte y el trabajo se te quedó fallo? —Junte mis labios y le lancé varios besos, eran bien odiosas cuando se lo proponían. Había una larga lista hasta que me tocará el turno para recibir un cliente. Ahora se organizaban por orden de llegada. Mientras esperaba, me senté en una barda y me tomé varias fotos. Se las envié a mi camionero favorito con un mensaje que decía: “Te extraño”. No obtuve respuesta pero debía ir en carretera, cuando viera las fotos me respondería de inmediato. Me levanté porque la chica que había llegado antes que yo se estaba montando en un auto. El turno era mío. Cruce los dedos para que me llegará un hombre bueno. No tenía ganas de pasar malos ratos ésta noche. Un Audi R8 de color naranja freno de golpe. Bajo el vidrio del copiloto y yo caminé con un movimiento sensual, metí la mitad de mi cuerpo para darle una buena visión de mis tetas y le dije: —Un ratito, la noche entera o toda la vida. ¡No sé piénsalo! —Le ofrecía una mirada descarada mientras pasaba la lengua por mis labios y lo miraba a los ojos. Era un hombre atractivo y ante mí insinuación se aflojaba el nudo de la corbata y pregunta: —¿Tienes una habitación? —Eso era un buen indicio porque iba directo al grano. Le indique donde estacionar el coche y lo esperé a la entrada del club. Lo llevé de la mano y le ofrecí un trago. Entre las atenciones estaba el derecho a un trago, le indique donde debía cancelar y luego me siguió a la habitación. Le agarré de la corbata y lo llevaba pegado a mi cuerpo, mientras lo conducía por el angosto pasillo aprovechaba para meter mi mano en su entrepierna de vez en cuando. Necesitaba preparar el terreno para que todo resultará más impactante. —Ven asea tus partes aquí. Es rutina, no me malinterpretes… —Cogió el jabón, lavo sus manos y se secó con el paño. Entonces me acerqué y con varios pañitos húmedos limpie su zona. Se roció un poco de alcohol mientras con mis dientes rasgaba un preservativo. Me observaba con detenimiento y estudiaba cada parte de mi cuerpo, incluso me tocaba los senos y me giraba. Estaba diseñando un rostro perfecto con sus movimientos. Me parecía demasiado extraño pero le dejaba que hiciera sus monerías. Se quitó el pantalón y con mucho cuidado lo colocó en el perchero… Era un infiel… De esos ya conocíamos bastantes, se preocupaban que su ropa quedará impecable para no levantar sospechas. Una vez completamente desnudo me arrodillé y le puse el preservativo con la boca. Era una de las situaciones más excitantes para algunos hombres. Me levantó del piso y me apretó el cuello, observaba de cerca mis labios y mis pómulos. Me soltó el cabello y lo desordeno para ver el largo del mismo. Una vez que ya me hubo chequeado me hizo girar y arquear mi espalda. Pasó su mano por mi espalda y me agarró las nalgas, se pegó a mi y con movimientos bruscos intentaba penetrarme. Pero no era tan experto con su tamaño porque se salía a cada rato, entonces me volteé para darle mayor acceso. Se pegó a mi cuerpo y me apretaba mientras yo fingía placer. Casi fue de inmediato que terminó eyaculando. Lo limpie y le ayude a vestirse de nuevo. Salimos de la habitación y se despidió con un “hasta pronto”. Me había parecido un hombre muy misterioso, era de pocas palabras. Al entrar al bar por una agua gasificada. Madame Sashim me hizo una señal para que me acercara: —¿Pensaste en el hombre que te ofrece seis meses de sueldo? Es una buena oferta, no tendrías que estar buscando clientes en la avenida. —Si bien tenía un contrato seguro por algunos meses, las implicaciones de no ver a mis niños todos los días no me agradaba. Así que le respondí: —Aceptar esa propuesta me alejará de mis hijos, Madame, sabes que solo me tienen a mí, no puedo perderme de la vida de ellos de esa forma. —Ella observó sus uñas como pensando en alguna respuesta pero solo torció su boca en señal de descontento. Para los siguientes días los clientes se redujeron, había tenido malas noches y las de ahora, en una noche solo atendí a uno solo. A la siguiente noche Don Leonardo me repuso algún dinero para que esa semana pudiera pagar mis deudas. Nos pusimos de acuerdo para nuestro gran día y yo estaba ansiosa por lucir el vestido que me había seleccionado. Esa mañana desperté más temprano de lo normal, busqué mi crema depilatoria, depilé las piernas y mi zona íntima, preparándome para el encuentro especial con mi novio. Sabía que debía atender a uno que otro cliente habitual que visitaba el local temprano así que llevé el vestido guardado para usarlo después de medio día. Cuando vi el reloj ya eran más tres, se me había pasado el tiempo volando, bueno creo que me había quedado dormida y nadie me había buscado. Me aseé el cuerpo rápido, y maquillé antes de que llegara mi cita. Me pasé la mano por el cuerpo y mi cuerpo quedaba ajustado en ese vestido. Me perfumé y salí. No debería de tardar en llegar mi novio para irnos a almorzar al restaurante. Le habían aceptado que me llevará a comer a otro lado. Recibí la invitación del candidato político del que Madame Shashim tanto me hablaba, para que le hiciera un baile pero de verdad no tenía interés alguno en prestarle atención. Observaba el reloj, diez minutos tarde, treinta minutos… Algo le había ocurrido, en dos años siempre había sido tan puntual y le incomodaba que lo hicieran esperar o hacer esperar. Agarré el celular y le marqué, pero sonaba apagado. ¡Qué extraño! Pedí el teléfono fijo y marque a su oficina. Repicó muchas veces pero nadie atendió la llamada. ¿Qué habrá pasado? Estuve muy preocupada sin aceptar algún cliente, pedí una botella y empecé a llenarme de alcohol. Algo estaba mal. La última vez que había hablado con él era el día anterior y todo había quedado perfecto entre nosotros. No tenía una dirección de donde pasar a buscarlo. Tenía tantas dudas en mi cabeza y ninguna tenía una respuesta. Un hombre alto se acercó y me entregó una tarjeta con un número de teléfono y dijo: —Mi jefe puede resolver todos tus problemas económicos. ¡Llámale! —Agarré el papel y releí el nombre “Juah Daniel Peregrino” y un número escrito en tinta negra. Agarré la tarjeta y la metí en mis senos. Lo llamaría alguna vez, pero ahora quería una respuesta ante la plantada que me había metido Leonardo. Tenía los ojos llorosos, creo que esperaba demasiado de ese hombre y ahora solo me había estrellado con la realidad, yo era una simple prostituta y no iba a ser tomada en serio de ninguna forma. Simplemente se había encontrado a una mejor y yo había pasado al olvido o se había cansado de éste tonto juego que teníamos los dos.
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