Tess.
En el momento en que me dan el alta, me encuentro tan bien que no necesito que nadie me recoja o siquiera decirle al respecto a mi familia. No quiero que vean en lo que me he convertido y tampoco quiero que sepan que mi esposo me ha abandonado, por lo que recojo mis cosas y abandono la habitación del hospital, tomando un taxi para ir hacia mi casa.
No tengo otro lugar dónde ir. No saqué dinero de la cuenta, tampoco tengo planeado hacer mucho, por lo que cuando salgo, me quedo de pie en el estacionamiento preguntándome qué hago ahora.
Tengo mi bolso conmigo, mis tarjetas de crédito y móvil así que supongo que tendré que ir a un hotel hasta que pueda solucionar esto del divorcio y la separación de bienes.
Con un dolor de cabeza terrible al recordar todo lo que pasó y lo que viene de ahora en más, es como si mi cuerpo se moviera por inercia hasta un coche que reconozco bastante.
En fila junto a otros más, me detengo frente al coche de mi esposo pensando en cuántas veces esa perra tomó mi lugar en el asiento del pasajero. No dejo de pensar en las veces que cogieron dentro de este auto porque es uno de los fetiches de Nate, lo que me enfurece aún más porque no dejo de pensar en que no le importó un carajo. Durante todo este tiempo estoy segura de que no quería otra cosa que lo encontrara para terminar con todo este asunto de una vez por todas porque no tiene las bolas suficientes para hacerlo él mismo, y eso me enfurece.
Se supone que debía comportarse como un hombre y decir todo de frente, pero no. Decide cagarse en mí, en la confianza que le tenía, en los años que le dí y las penas que pasamos juntos solo con tal de no parecer el malo de la película.
Ese hijo de puta... me las va a pagar.
No encuentro consuelo en mi alma. A pesar de querer venganza, de querer que se ahogue en su propia mierda, no deja de dolerme el hecho de que sigo queriéndolo. Dentro de mí tengo sentimientos por él porque yo sí lo amo, yo sí continúo deseando haber sido la madre de sus hijos y me duele que todos mis sueños fueran truncados por mi mejor amiga.
Estoy perdida. Casi mato a alguien para ver si él me escogería en un momento determinante solo para saber que le importo un carajo. Todos los años que pasamos juntos, los buenos momentos, los anhelos, todo le importó un carajo porque echó todo por la borda solo por una mujer.
No le intereso y eso me hiere a más no poder.
No encuentro consuelo ni sé cómo buscarlo, solo sé que el deseo de lastimarlo es demasiado grande, por eso voy a la calle, tomo unas cuantas rocas y regreso al coche donde tomo aire repetidas veces antes de lanzar la primera roca que hace saltar la alarma.
Sé que esta escena llama la atención, porque lo veo. Personas se detienen solo para ver el espectáculo que estoy dando, lo que me vale madres. Solo sé que las lágrimas que ruedan por mis mejillas van llenas de dolor y angustia. Sentimientos que tengo que sacar de alguna forma.
Estrello cada una de las rocas en su coche de último modelo. Apenas lleva menos de un año con su juguetito nuevo, lo que me pone a pensar que quizás lo compró con la idea de llevarla a pasear, y eso me enfurece todavía más.
—¡Todo lo que dijiste fue una mentira!—grito, rompiendo otro cristal—. ¡Hijo de puta!
No me importa la alarma, ni las personas que se detienen a verme, mucho menos los que me graban sin mi consentimiento, solo quiero romper el coche.
Tengo las manos lastimadas, pero también el orgullo y nadie se preocupa por eso. Las heridas físicas van a sanar, lo sé, no soy idiota, pero ¿cómo se sana un ego herido, un corazón roto y una autoestima degradada? ¿cómo olvidas que el hombre que amas te ha estado engañando con tu mejor amiga? ¿cómo olvidas que será padre? Esa es la peor parte.
Mis años de anhelar poder tener un bebé, de conservarlo conmigo, de desear ver su expresión emocionada hasta las lágrimas cuando descubriéramos su sexo, la excitación de preparar su cuarto y la ansiedad de contar los días para conocer a esa pequeña personita mitad suya y mitad mía... todo eso que quería para mí, él se lo entregó a alguien más o mejor dicho, lo buscó en alguien que sí pueda hacerlos realidad.
Mi corazón está tan lastimado que incluso ahora, en medio de un ataque de ira, no dejo de llorar porque sé que estoy perdida. He tomado malas decisiones, lo sé, pero no tengo idea de cómo reponerme a esto, no sé cómo reaccionar.
Sus palabras amenazadoras, la forma en que me miró como si me odiara, las verdades que al fin se atrevió a decirme a la cara, solo me quiebran aún más, hasta el punto en que con mis manos saco los pedazos de cristales que se niegan a salir del coche.
Entonces alguien me toma por los hombros, intentando alejarme, pero me niego. Todavía no he terminado.
—¡¿Qué estás haciendo?! ¡Tess!
—¡Déjame, déjame!
No soy capaz de ver otra cosa que no sea el coche, deseando destruirlo solo para lastimarlo como él lo hizo conmigo. Por más que me sacuden, no me detengo y eso me altera, hasta el punto en que también altera mi respiración.
—¡Tess, mírame!—Nate me voltea y por primera vez puedo concentrarme en otra cosa. Luce desesperado, casi podría decir que incluso luce aterrado, observando el coche y luego a mí varias veces, hasta detenerse en mis manos—. Respira, tranquilízate.
—¡Tú me hiciste esto! ¡Tú me convertiste en esto!
No puedo parar. Es como si todos los sentimientos que tuve retenidos hasta este momento estuvieran saliendo porque los siento a flor de piel. Sé que estoy teniendo una crisis, pero me importa un carajo porque me siento bien al ver que su rostro queda enrojecido después de una bofetada.
—Tess, cálmate, te estás haciendo daño.
—¿Ahora te preocupas por mí? ¡Te coges a mi mejor amiga, la embarazas, me pides el divorcio, te burlas en mi cara y ahora te preocupas!
Mira a ambos lados, a las personas que nos están filmando y no tiene otra opción más que obligarme a meterme en el coche, sentándome encima de los pedacitos de vidrio que quedan después de que limpia la superficie.
Sube por el lado del conductor, enciende el coche y abandona el estacionamiento con tanta rapidez que de haber un vidrio habría acabado golpeándome.
El aire que me da en el rostro me pone un poco mejor, pero el tenerlo a un lado no ayuda para nada.
—¿En qué mierda estabas pensando? ¿Qué carajos sucede contigo?
Y yo también me hago la misma pregunta en mi cabeza. ¿Qué sucede conmigo? ¿Desde cuando soy la clase de mujer que pierde el control de esta manera? Siempre fui recta, honesta, trabajadora. Buena esposa, buena nuera, buena mujer. Le di hasta lo que no tenía, me quedé cuando no podía darme siquiera el lujo de comprarme un vestido. Trabajé a su lado para construir un imperio, me quedé porque pensé que me sentaría a su lado como su igual y... es aquí cuando entiendo que lo que más me dolió fue haber entregado tanto siendo que él siempre me entregó lo justo.
Yo dí hasta lo que no tenía mientras él me daba lo suficiente para mantenerme tranquila para que no sospechara jamás de que me tenía como la tonta.
Me convertí en lo que siempre odié, una esposa que confiaba ciegamente en el hombre que tenía a su lado. Creí tontamente que el anillo en su dedo significaba algo, que le recordaría todo lo que vivimos hasta llegar a ese momento para impedir que la cagara, pero no... le importó un carajo.
Y darme cuenta de que desperdicié años de mi vida con un idiota no solo despierta las ganas de vengarme, sino las partes más rotas de mi corazón, las que al menos por ahora me permito dejar salir.
Hoy será un día para llorar. Mañana... mañana será mejor, porque planeo cobrarle cada una de las lágrimas que ahora bajan como un maldito río por mis mejillas.