Capítulo 3

949 Words
    Meses antes, de igual modo seguía un poco molesta con Tommy porque no me defendió de las burlas que me hizo su otra amiga mientras estábamos en el apartamento de él, obviamente esperé que al menos le pidiera que se controlara un poco más, ya que de mi parte nunca tuvo ofensas esa mujer, sin embargo, nada hizo, simplemente se lavó las manos diciendo que como a ambas nos apreciaba, no saldría a favor de ninguna. Y ahí estuvo una clara demostración que supongo le asestó en la cara como una bofetada, ella se largó, yo seguí allí, en las buenas, en las malas y en las regulares.      Seguí removiendo el té una vez servido en la taza blanca y posteriormente, sobre un platillo y junto a una pastilla analgésica–antipirética se la llevé a la cama. Sí que tenía los ojos como un zombi en medio de la metamorfosis, rojos. Temperatura a cuarenta grados centígrados y esas toallas mojadas que me había encargado de poner sobre su frente.  —Tengo frío —me había dicho con voz débil. —Sí —respondí suavemente—. Es de esperar. Efectos colaterales de la fiebre.     Se reclinó un poco sobre la cama para tomar el medicamento y en ese preciso momento entró a la habitación la residente del apartamento de abajo, Sophia. No saludó, simplemente habló, lo normal, ya que la confianza era lo que reinaba en ese lugar. —¿Estás mejor? —preguntó sin más.     Sophia era el tipo de mujer que se maquilla hasta el alma aunque igual no vaya a salir ni a la esquina, rubia y de buenos atributos esculpidos en su cuerpo de alta estatura. —Creo que estoy muriendo —exageró Tommy—. Encargaré rosas rojas para mi funeral, rosas de puta.      Todos allí comenzamos a reír, incluso él, aunque el inmenso dolor de cabeza del cual decía que era víctima en ese momento lo bloqueó, así que haciendo una mueca paró la risa. —Traje más pastillas —agregó Sophia atenta como siempre.     Justo en ese momento llegó Raphael, mi otro vecino de residencia, un joven de mirada noble y voz grave. —Tommy —saludó tranquilamente después de levantar la cortina para pasar, mientras sostenía su celular móvil con la otra mano—. Traje algo que te enviaron —entregó una bolsa de cartón con la boca doblada.     Tommy lo recibió y yo, siempre con actitud ausente mientras hubiera otra visita, salí de allí hacia la cocina para preparar la cena.     Media hora después, Raphael y Sophia (cuyo avanzado embarazo no la detenía en ningún momento) se fueron del apartamento, fue entonces cuando le llevé la cena a Tommy, a quién el sudor ya le invadía la cabellera, las mejillas, el cuello y pecho. —Ahora dime —comencé, mientras entregaba el plato una vez que él se reclinó para poder comer la mini–hamburguesa que le preparé—. Ya que estás enfermo, ¿Cuántos de tus amantes vendrán a ver si te encuentras mejor?     Sé que aquello le dolió un poco puesto que pude observar cómo bajó la mirada, exhaló y no dijo nada a eso.              No dijo nada aquella vez, tampoco lo dirá ahora, está ausente, aunque su frío y rígido cadáver estuviera al otro lado de aquella cortina negra que separaba la sala de estar del dormitorio. Limpié mi boca con el antebrazo, aprovechando que cargaba puesta una camisa de manga larga que para mi suerte tenía como color un gris bastante cerca del n***o. Supongo que tampoco me esperaba lo siguiente, pues, Memo, el gato de la cuadra venía subiendo las escaleras, zigzagueando entre las personas que bajaban y regresaban a ese piso, claro, no debí prestar atención hasta el momento en que lo vi entrar al apartamento y después deslizándose bajo la cortina para pasar al cuarto. —¡Oh, no! —dije por lo bajo corriendo detrás del felino de r**a American Shorthair—. Ven acá —musité, entrando de nuevo al estómago del diablo.     Memo, indiscretamente había trepado hasta subir la cama, caminando sobre el cuerpo sin vida de Tommy hasta finalmente llegar a su cara, conseguida aquella meta y sin dar tiempo al forense y policías de actuar, el gato comenzó a lamer la ensangrentada boca de mi amigo. —¡Eso no! —dijo el forense haciendo gestos con la mano para ahuyentar al animal— Bernal —pidió la ayuda del policía más cercano—. Encárgate de esto.     Yo no cabía dentro de la impresión que de por sí toda aquella situación provocaba en mí, así que mi cuerpo no reaccionaba a otra cosa aparte de intentar procesar todo lo acontecido, con el estómago vacío y mi mente repleta de imágenes salpicadas de rojo en todos sus tonos, observé cómo el hombre ataviado con chaqueta se disponía a retirar el pequeño hilo n***o que sobresalía desde el interior de la boca del cadáver.     El señor Bernal, intentando mantener al gato lo más lejos posible de su cuerpo, sosteniéndolo en sus manos y al mismo tiempo el otro hombre tomando fotografías mientras el señor en cuclillas extraía de aquella boca un envoltorio de plástico. El objeto, tomándolo por el hilo parecía ser lo que dentro trae un sobre de té, sin embargo, aquello era un completo misterio, sabía que algo escondía aquel lugar desde que divisé la bolsa negra en la cabeza de Tommy. Definitivamente, era algo escondido dentro de la fosa bucal del cadáver, y dentro de aquella  obtenida bolsita negra que estuvo en sus fauces habría algo peor, lo presentí desde ese mismo instante, aunque, a esas alturas ¿Qué podría ir peor?
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