—¿Qué es eso? —fue una pregunta estúpida, porque a menos que fuera salsa de tomate aquello no sería otra cosa que sangre, ella movió los ojos nerviosamente hacia abajo, pero no podía mirar el punto que yo podía, llevó una mano hasta allí y luego puso sus apenas manchados dedos a la vista. Me pareció que aquella expresión era de asco y de confusión mientras miraba sus dedos, siseó una risa de quién finge restarle importancia al asunto. —Eso... rayos —maldijo en voz baja—. ¿Tienes una servilleta? —con diligencia saqué otra de mi morral, ya era la última que me quedaba sin uso. Se limpió casi con la manía de quién no quiere tener ni una pizca de suciedad sobre su cuerpo—. Venía de regreso y me topé con una persona que había tenido una caída fuerte —me explicaba mientras contin