Los árboles pasaban a ambos lados del auto como fantasmas mientras mi padre conducía hacia algún lugar lejos de la residencia. —Si quieres vamos a comer algo —ofreció con incomodidad. —No tengo hambre —expresé desganada—. Ya he almorzado. Hacía frío allí adentro y de mi cabeza no lograba sacar aquella aterradora imagen y su petición, perdóname. Ya lo había hecho, ¿Es que aún no se daba por enterado donde sea que estuviera?, ¿O realmente no lo había perdonado? Robert adelantó un par de autos y apagó la radio que en ese momento daba los pronósticos del tiempo. No me importaba a dónde iríamos, sólo quería vivir un instante más, si es que todo eso de las visiones significaba advertencias acerca de mi muerte cercana. Quería descubrir quién había asesinado a mi amigo