El último pupilo

1656 Words
Corrí desesperada hacia la cancha con el objetivo de contemplar con mis propios ojos el partido de futbol que se estaba concretando. Llegué a las gradas agotada, el deporte no es mi mejor atributo. –¡Cherry, te perdiste un gran gol! –exclamó mi amiga Nichole. Tomé asiento junto a ella para contemplar lo que faltaba del partido. El sol era radiante, sentía que me quemaba la piel con su presencia. Un agradable viento soplaba, revolvía mi cabello alisado. Lo observaba correr de un lugar a otro detrás de esa pelota de futbol, tenía una hermosa e indescriptible sonrisa sobre sus labios, yo sonreí por inercia, quería reír con él. Cedric, disfrutaba del juego, pateaba el balón con tanta energía. –Cherry, ¿estás bien? –me cuestionó Nichole, me sacó de mi dulce ensimismamiento. –Sí...– alcancé a contestar. El juego terminó, los "Lobos", el equipo de Cedric Lennox, fue el ganador. Todos sus compañeros lo apañaron enardecidos, él había metido un impresionante par de goles. Las chicas, siempre murmuraban cosas de él, como: "Es tan guapo", "Es tan talentoso" entre otras y la hermosa Stella, solo sonreía, mientras contemplaba todo desde las gradas, estaba en primera fila. Estoy segura de que Cedric la invitó. El calor, estaba inagotable, sentíamos nuestros cuerpos sudar a pesar de estar bajo sombra. Los jugadores del equipo no pudieron evitar quitarse la playera que los sofocaba. Las chicas gritaron. Nichole se quedó boba al ver a mi primo Benedict sin la prenda, somos adolescentes con las hormonas a flor de piel. Yo estaba estupefacta al ver la majestuosa figura de Cedric, sentí más bochorno y me abaniqué con la mano. –Asher, no sabía que tenías pectorales. –se burló Nichole de nuestro amigo. –Por si no lo sabías... ¡Hago mucho ejercicio! –chilló enojado. Claro que Nichole sabía ese hecho, solo disfrutaba molestarlo. –No, no sabía. –mintió, tenía una sonrisa burlona entre sus labios. Caminamos hasta la entrada del colegio. El transporte de Nichole se fue y yo me quedé sola con Asher. –¿Te acompaño a casa? –me sugirió mi amigo. Estaba a punto de contestarle. –No Lewis, no es necesario, yo la acompañaré a casa. Ambos giramos la mirada, se trataba de Benedict, mi primo, se toma muy enserio eso de cuidarme. Soy hija única y él igual. Crecimos juntos y me trata como a su hermana menor. –Vamos Cher, yo te llevo. –rechistó mientras me sujetaba de la mano y caminábamos juntos. –¡Adiós Asher! –me despedí. El rostro de Asher se veía decepcionado. Bueno, en otra ocasión podemos ir juntos a casa. Le alcé la mano para despedirme, él me correspondió a la lejanía. Benedict se veía irritado, creo que deseaba decirme algo, pero no se atrevía. Al llegar a mi morada, corría a mi habitación, me recosté en mi cómoda cama y una bruma de pensamientos latentes embargó mi cabeza. –De noventa a cien. –balbuceé. Sonaba imposible, calificaciones altas. Me mordí el labio inferior. Era un gesto muy propio de mí para cuando me siento muy nerviosa, dejé de afligirlo o lo haría sangrar. Cerré los ojos al siguiente instante. Recordé el gol de Cedric, el empeño que siempre le ponía a todo. De sopetón, abrí mis acarameladas pupilas. Me levanté cual relámpago de mi lecho y corrí a mi escritorio, si quería lograrlo debía ponerme en marcha. ¡Tenía que estudiar! Saqué mis libros de álgebra, la emoción del reto corría por mis sentidos. Estaba muy motivada. Estaba decidida, me convertiría en una experta en la materia. Deseaba conseguir mis objetivos y alcanzar mis sueños. Esa universidad en Londres lo era todo para mí. Debía ponerle mucho corazón si de verdad deseaba conseguirlo y me sentía tan incapacitada para perder esa oportunidad, no debía dejarla pasar, podría arrepentirme si así fuera. Al día siguiente, llegué con ojeras a la escuela. –¿Qué pasó Cherry? –me cuestionó mi amiga. –Me desvelé estudiando. –afirmé. –¡¿Hay examen hoy?! ¡Maldición! –gritó e hizo un gesto muy exagerado. –¡Con un demonio! –exclamó Asher sacando un libro al azar y abriéndolo en cualquier página. –No. –agregué. Ella y Asher respiraron relajados. –Estoy estudiando álgebra. –añadí. –¡Pero tienes el mejor promedio en álgebra! –exclamaron ambos. En la hora del almuerzo les expliqué de mi encuentro anterior con Mr. O'Ryan, ambos quedaron pálidos, sinceramente al expresarlo en voz alta, todo sonaba como una locura. –¡Tú puedes Cherry! –me animaron mis amigos. Sentí el entusiasmo que trataban de transmitirme. Era magnífico contar con su apoyo en todo momento. Ese incondicional apoyo me daba fuerzas para continuar. Las clases culminaron, Mr. O'Ryan me había citado en su cubículo. Caminaba con libros entre mis brazos. Tenía la mirada perdida, observaba a través de la ventana de la escuela, mis pensamientos estaban en pausa, rotundamente desaparecido, solo tenía el suficiente juicio para apreciar el tinte ocre del sol que manchaba las paredes y el suelo. Llegué a mi destino y con firmeza, toqué la puerta. –Adelante. –contestó torpemente el maestro. Sin dudar un segundo más. Puse un pie dentro del cubículo. –Buenas tardes, profesor vengo por... No me dejó terminar mi diálogo. Enseguida me había extendido un sobre, dentro estaba el nombre de mi primer pupilo. –Aquí tienes Cherry, da lo mejor de ti. –exclamó el hombre y entonces, me dio la espalda con su silla giratoria. Yo no lo sabía, pero creo que él, estaba sonriendo gustoso. –¡Sí! –exclamé y salí de ahí. Entonces de esa forma, comenzó mi ardorosa odisea de trabas, pericias e infortunios desgraciados: uno... dos... tres... cuatro... de pronto, estaba en el noveno; después, en el décimo, onceavo. Parpadeé y estaba en el penúltimo, ladeé la mirada y entonces... el último pupilo. Lo conté de manera breve, pero en realidad había sido absolutamente todo, menos una misión sencilla. Me considero una persona paciente, de entrega infinita, mi voz es suave pero audible, trato de ser amable y tener gestos suaves, eso fue de mucha utilidad para obtener la confianza y atención de mis pupilos, todos y cada uno estuvieron muy agradecidos conmigo. Ambos estábamos consiguiendo nuestros propósitos. ¡Solo un pupilo más y podría sonreír con más tranquilidad al saber que tendría un pie adentro de la universidad de mis sueños! –¡Adelante! –exclamó Mr. O'Ryan –Buenas tardes, profesor, vengo por... Nuevamente, no me dejó terminar de hablar. ¿Qué se trae este profesor con interrumpirme? –Sé a lo que vienes. –sonreía de manera frívola, entonces, sacó un sobre de su cajón. Cedric Lennox –¡Cedric Lennox! –chilló el entrenador de futbol. –Dígame entrenador. –afirmé nervioso. –¿Qué significa esto? –me cuestionó. Miré la hoja de papel que tenía entre sus manos. Honestamente, tampoco yo sabía lo que significaba todo lo escrito ahí, lo único que podía reconocer por la tonalidad escarlata de esa pluma es que era uno de mis tantos exámenes reprobados. Palidecí ante ello. Intenté idearme una excusa que sonara convincente. –Pues eso es...–aquí venía un buen pretexto. –¡Eres un cabeza dura! –me gritó enojado mi entrenador. Miró al cielo mientras echaba un fuerte suspiro. –¡Faltan unas semanas para terminar el ciclo escolar y te la pasas de holgazán! –me reprendió, su rostro estaba rojo y sus ojos tan abiertos que estaba seguro de que se saldrían de sus órbitas si ponía más empeño. –¡La pasaré! –exclamé intentando arrebatarle el papel. Luego lo observé, honestamente no sabía bien lo que significaba cada uno de esos jeroglíficos. Me puse muy nervioso y me llevé el cabello rubio hacia atrás. –¡¿Cómo?! Sino tienes idea de nada –se exaltó y se frotó la sien con los dedos. Se veía muy cabreado, nunca lo había percibido así conmigo, sentí un poco de pavor recorrer mi espalda. –¡¿En qué habíamos quedado?! –espetó. –¡Prometiste no descuidar los estudios a pesar de estar en el equipo de futbol de la escuela! ¡Lo prometiste Cedric! –me reprochó en la cara. –Sí y no se preocup... –¡No! ¡Estoy hastiado de tu holgazanería! ¡No jugarás las finales sino pasas álgebra! –me advirtió. Su tono de voz era absoluto. Se dio la vuelta para salir de ahí. El profesor Roberts sabe que el soccer lo es todo para mí. –¡Entrenador! –corrí detrás de él. –¡No me puede hacer esto! –rabié. –¡Puedo y lo haré! Eres mi mejor jugador Cedric, pero estoy harto de tu incompetencia. Mis jugadores no pueden tener malas notas y punto. –expresó con enojo. –¡Ponte a estudiar y si pasas tu examen entonces, te dejaré jugar! –afirmó encolerizado y se alejó de ahí. –Si quieres pasar sin problema ve con el profesor O'Ryan y pídele que se asigne un tutor. –me sugirió. Yo estaba estático. Haciendo una rabieta. Enojado. Sintiendo la irá apropiarse de mi cuerpo. –¡Maldita sea! –exclamé mientras pateaba un pobre e inocente bote de basura. Cherry Olsen. Abrí el sobre y deslice de manera sutil el nombre y apellido de mi último pupilo. Estoy nerviosa y sumamente ansiosa. –Cedric Lennox...–susurré pasmada. Giré la mirada hacia el profesor O'Ryan. Mis ojos estaban llenos de terror, ¿era esto una grave equivocación? ¿una broma de mal gusto? El profesor asintió con la cabeza. No, esto no era ningún juego. Era real. Entonces... temí por mí, por mis sentimientos y mi corazón. ¿Lograré ayudar a Cedric Lennox a pasar su materia sin morir en el intento?
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