Cherry caminaba por el extenso corredor, mientras tanto, observaba a través de la ventana del edificio, la cancha de futbol, y cómo, poco a poco comenzaba a llegar gente al lugar. Suspiró y con la mirada, comenzó a buscar a su "romeo". De pronto, un golpe de realidad la sacó de sus alborotados pensamientos.
–¡Lo siento! – expuso el rubio por haber chocado con ella.
Por un instante perdió el habla, se había quedado como una tonta estatua ahí parada: no podía gesticular palabra alguna, quizás ella sintió eterno el momento en el que sus miradas se cruzaron, pero para él... no lo fue, porque... así como se disculpó, así retomó el camino y salió de ahí apurado por la prisa del partido que ya iba a comenzar. Ella se dio cuenta y bajó la mirada un poco decepcionada, la levantó y retomó su marcha, enserio que tenía el poder de la invisibilidad... fue lo único que recorrió su confundida cabeza.
Tocó la puerta antes de entrar.
–¿Quién? –preguntó la voz del mencionado profesor.
–Soy Cherry Olsen –se presentó la chica con un tenue murmullo.
–Pasa– contestó, mientras apurado escondía su revista en el primer cajón de su escritorio y se sentaba correctamente en su silla giratoria disimulando todo rastro de nerviosismo.
La chica entró a la modesta oficina de su profesor, que solo contaba con: un escritorio de madera con una laptop encima, un par de cajones, un estante con libros de texto de matemáticas y un mueble metálico lleno de los expedientes de los estudiantes de la preparatoria.
–Siéntate Cherry...– dijo amablemente. Ella solo siguió la indicación. – ¿Sabes por qué te llamé? –le preguntó como si la chica de cabello oscuro tuviera la mínima idea de su incertidumbre. Cherry negó con la cabeza. –Bien...– comenzó, mientras del cajón de abajo, justo debajo del de donde se encontraba su revista saco un papel; lo puso en el escritorio frente a la chica que lo miraba sin entender. –Cherry...– llamó el profesor a lo que ella dio un respingo dirigiendo su atención a él. –Eres una de mis mejores alumnas en toda la preparatoria, eres brillante y disciplinada– la chica se sintió nerviosa por el halagador comentario –Esta mañana nos llegó una convocatoria– explicó mientras le señalaba el papel en el escritorio. –Me pidieron que seleccionara a mis mejores alumnos del último año para llevar a cabo este programa de tutores– le explicó con infinita paciencia –Los cuales son muy pocos –giró sobre su silla –Entre ellos: tú, tu primo Benedict y Max Hamilton por supuesto. ¡Cómo sea! Se te asignara un determinado número de pupilos, tu deber es: ayudarlos con las materias que se les dificultan y puesto que soy tu maestro de matemáticas estos temas serán de matemáticas– la chica escuchaba atentamente a su profesor como si estuviera en una de sus clases. –tu recompensa será... una beca, yo te otorgare un catálogo de universidades que participan en este programa, dicha universidad presenta determinadas especificaciones para este programa como: específico número de pupilos, con un rango de calificación establecida en la materia que los ayudes. Cherry, sé que la universidad a la que quieres entrar es demasiado codiciada, y no dudo de que logres pasar el examen, pero una beca te otorgaría otros beneficios académicos en ella; aunque no estas exenta de presentar el examen de admisión, pero este programa te otorgara una ventaja, ya que tendrás un currículo académico más prometedor –explicó.
–¿Cuántos pupilos son? –preguntó la joven intrigada.
–Mmm...– vaciló un poco mientras revisaba una carpeta. –¿Para la universidad que quieres? – le preguntó como si no supiera la respuesta.
–Sí...– contestó ella ansiosa por tan jugosa oferta.
–Quince – le dijo sin rodeos mientras posaba sus ojos sobre su menuda figura.
Ella se sobresaltó, quince pupilos eran demasiados, de verdad que esa universidad era cuidadosa con las becas que otorgaba, puesto que pedir quince pupilos era casi imposible, sus ojos grises se abrieron como platos por la impresión y sintió sus ilusiones romperse en añicos. Bajó la cabeza decepcionada, sabía que no podía ser tan hermoso como se escuchaba...
–¿Con cuánto tiempo cuento? –le preguntó interesada mientras trataba de rescatar alguna migaja de esperanza.
–El resto del año... –le dijo a su alumna, que eso era exactamente: poco menos de un semestre.
Suspiró angustiada, eso era muy poco tiempo, ¿y sus otras materias? ¿el club de teatro? Tendría que pensarlo bien si quería hacerlo porque, no podía descuidar sus estudios, ella necesitaba un buen promedio, pero sin duda esa propuesta era de los más tentadora, exquisitamente tentadora a decir verdad ¿Qué hacer? se planteó ella mientras se mordía el labio inferior y rogaba con toda el alma que la respuesta le cayera del cielo como una señal...
–Tus pupilos deben tener una calificación de 90 a 100 –leyó O'Ryan mientras, miraba la convocatoria de la universidad a la Cherry soñaba entrar. En pocas palabras... tendría que volverlos unos maestros en matemáticas y las clases que perdieron: durmiendo, saltándoselas o tan solo mirando por la ventana, tenía que reponérselas y aun mejor que cuando Mr. O'Ryan lo explicaba con un leguaje matemático. ¡Aún mejor que su maestro con años de experiencia como docente! Era suicidio...
–Mira Cherry...- le dijo al ver la cara pálida que puso. –Piénsalo y me contestas luego tu decisión...–le aconsejó.
–No podré... – pensó para sí misma en silencio mientras apretaba su falda, –Es demasiado...– se volvió a decir para sí misma mientras se mordía el labio inferior. –No podré... –se repetía ofuscada. No había nada que pensar... simplemente debía declinar la fantástica idea porque parecía más una misión imposible.
–¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! –escuchó ella y su maestro, a lo que ambos por inercia giraron la mirada hacia la ventana, justo hacia el campo de futbol donde se estaba efectuando el partido. Vieron como un rubio festejaba un gol perfectamente bien anotado, sus compañeros lo felicitaban mientras el entrenador Roberts asentía orgulloso de su mejor jugador.
Ella quedó un poco perpleja al verlo esforzándose tanto como solo él sabía hacerlo, tocó su pecho a la altura de su corazón y lo encontró acelerado, sonrió tantito, sintiéndose contagiada por la frescura de su alma tan feroz, ella deseaba ser como él... así de fuerte y persistente, ella quería saber que sabor tenía una victoria, la energía de su alma se estaba contagiando de la luz que irradiaba el rubio ojiazul mientras corría por el campo y todos sus compañeros le saltaban emocionados.
Con la cabeza más despejada y con el corazón latiéndole a paso terriblemente acelerado exclamó fuertemente:
–¡Acepto! –exclamó Cherry a lo que Mr. O'Ryan se sorprendió por tan repentino cambio de actitud. Sí Cedric se esforzaba al máximo en cada partido como si su vida dependiera de ello ¿por qué ella no lo haría? Eso mismo pensó y eso fue el empujón que le hizo aventurarse a tal locura.
–¿Estás segura? –le preguntó el profesor inquietado por tan drástico cambio de decisión.
–¡Sí, absolutamente! –le respondió, sin la más mínima gota de duda en sus ojos y con una sonrisa de triunfo anticipado sobre su boca.
–Bien...– sonrío el maestro. –Ven mañana a mi oficina a la misma hora, te asignare tu primer pupilo– le contestó mientras le daba la espalda con su silla giratoria y enfocaba su mirada hacia el campo de futbol donde se encontraban los chicos jugando bajo el sol.
–¡Gracias, profesor! –expresó Cherry para luego salir de ahí sin una gota de arrepentimiento sobre su pálido semblante.
Sonrió mientras veía al rubio jugar
–Vaya que tienes el poder para cambiar a la gente... Cedric Lennox–murmuró.