Cherry Olsen.
–Así que tú eres la prima de Benedict… –afirmó Cedric con su hipnotizante tono de voz.
–Sí, así es. –afirmé con timidez.
Estoy segura de que tengo la cara colorada. Necesitaba seriedad, no podía dejar que mis sentimientos por Cedric se reflejaran, debía mantener el control y el temple en esa situación. Necesito esa maldita beca. Apreté mis puños, me urgía un milagro.
–Comenzaremos con…–exclamé.
¡Maldición! ¡Este maldito rubio se distrae de manera apremiante! Cualquier cosa inútil propicia que pierda la atención de las operaciones que intento transmitirle, aún no logra entender un “despeje” de incógnita, y qué decir de una “factorización.” Comenzaba a frustrarme demasiado ante su falta de interés.
Han pasado cuatro sesiones y las cosas siguen igual o peor, creo que he logrado confundirlo más, la lucha contra este océano de sentimientos, aunada al manojo de nervios y en adición de la falta de atención del chico, me estaban llevando al borde de mi paciencia.
¡¿Qué haré?!
El rumor, abarcó la escuela, se trataba de la chica más tímida ayudando al más guapo y popular. Me convertí en objeto de cotilleo en todo el colegio, sobre todo entre el vasto club de fans de Cedric Lennox, chicas a las que les era más fácil maldecir a sus “adversarias” que luchar por sus propios intereses de manera limpia.
–¿Qué tal te va con Cedric? – me interrogó Nicole, se veía totalmente llena de curiosidad por averiguar como estaba manejando la situación.
–¡Mal! –chillé mientras estampaba mi rostro sobre mi pupitre.
–Cherry, tienes que darte prisa, solo quedan unas semanas para que termine la escuela. –me recordó.
Obviamente lo tenía en cuenta, llevo una agenda con la cuenta regresiva, y cada vez que la miro me someto a una terrible angustia y ansiedad.
–Quizás si fuera Stella Allen, sí me prestaría atención. –resoplé.
–No te compares con ella. Stella es otra cabeza hueca. –se burló Nicole y sinceramente, logró sacarme una sonrisa.
–Pero a él le gusta así. –afirmé decepcionada.
–¡Cherry Olsen! ¡No sientas envidia por Stella! –chilló. –Eres mejor que ella. –me guiñó el ojo, yo sabía que mentía, pero era una buena amiga. –Solo muchas veces, los hombres son muy idiotas. –afirmó mientras se cruzaba de brazos, siempre he pensado que Nicole es demasiado madura, habla como si tuviera experiencia en el tema.
–Mataría por tener un segundo de su atención. –mordí mi labio frustrada.
–Deja de lamentarte ¿Quieres? Esfuérzate, enfócate, recuerda tus objetivos… aquello por lo que luchas. –me reiteró.
–Tienes razón, daré lo mejor de mí. –sonreí. Nicole siempre me da el aliento que necesito. –¡Tengo una idea! –palmoteé emocionada.
Nicole me sonrió.
Llegué a la biblioteca, me senté en el mismo sitio de siempre, ese ha sido mi lugar por años. Cedric como de costumbre… llegó tarde, le alcé la mano para que me interceptara y se dirigiera a mí. Se veía realmente embelesado, minutos antes me lo había topado a él y a Stella Allen en el patio de la escuela dialogando de manera confidente. Me mataba de los celos. ¿Para qué negarlo? Me carcomía. Intenté disipar mis pensamientos, debía recordar que solo era mi tutorado.
–Cedric…–llamé con timidez.
El rubio no me escuchaba, honestamente, jamás lo hacía, aparentaba tener huecos los oídos.
–Cedric…–volví a llamar, intenté elevar un poco más el volumen de mis palabras, pero el resultado era precario y deprimente. Un poco harta de tanta falta de atención, decidí levantar mi voz, justo como lo hacía en mis ensayos en el teatro. –¡Cedric! –exclamé, entonces, lo vi parpadear. –¡Hagamos un trato! –le propuse.
–¿Un trato? –cuestionó.
–Sí, un trato. –repetí.
–¿De qué se trata? –cuestionó intrigado.
Excelente, ahora tengo su atención.
–Qué te parece sí… después de cada sesión, si pones atención, te ofrezco un premio. –le propuse.
–¿Qué clase de premio? –inquirió mientras se tallaba el mentón.
–Pastel. –asentí con la cabeza. –Pastel de “Denisse Cake” –afirmé. –¿Qué te parece? –cuestioné.
Bueno, la propuesta fue mejor de lo esperado, sus ojos lucían iluminados.
–¿Enserio? Es difícil conseguir pasteles de ahí. –agitó la cabeza.
Sucede que Denisse, una estupenda repostera, es mi madrina, íntima amiga de mi madre. Le había llamado para pedirle el favor de abastecerme de pastelillos de su prestigiosa pastelería y había accedido gustosa, y yo, sabía a la perfección que los pasteles de Denisse eran los preferidos de Cedric, tomaría su debilidad como mi fortaleza para acabar de una maldita vez con estas clases del infierno.
–¡Acepto! –chilló, ese era el mismo tono furtivo y bravo que emitía cuando metía un gol en la cancha.
–Excelente, comencemos con la suma de fracciones. –abrí el libro.
Después de un arduo trabajo…
–Ya entendí Cherry, qué fácil es esto. –exclamó entusiasmado después de un par de horas.
–¿Enserio? ¡¿Enserio entendiste?! –le cuestioné sonriente.
No podía creerlo. ¿Mi táctica había dado resultado? ¿Este chico enserio estaba entendiéndome?
–La verdad no, pero ya me quiero ir…–hizo un gesto de fastidio.
Maldición, quería ahorcarlo, no importa que tanto me guste, ¿cómo podía ser tan cabeza hueca?
–Calma, ya mero. –no me daría por vencida, algo de valor tiene que entrar en ese cerebro.
–¡Ahora sí! ¡Ya entendí! –reiteró, ya no sabía sí debía creerle o no.
–¿Enserio o… solo lo dices porque ya quieres irte a casa? –cuestioné mientras alzaba la ceja.
Cedric sonrió de manera espléndida, exquisita y maravillosa.
–Compruébalo por ti misma. –me guiñó el ojo.
Qué se detuviera o me derretiría aquí mismo.
Le puse diez problemas, debía asegurarme de que comprendiera a la perfección cada punto que le había explicado.
–Aquí tienes, si lo resuelves, te daré esos bocadillos. –afirmé.
Después de un rato, me entregó la hoja. Entonces, revisé de manera minuciosa y detallada lo descrito en ella.
–¡Vamos por esos aperitivos! –sonreí totalmente emocionada, mi plan estaba dando resultados.
–Después de todo, no fue tan difícil. –exclamó mientras salíamos de la escuela. –Podemos ir en mi auto. –afirmo.
Estaba a punto de tener un paro cardíaco. Me subí a su coche. Esto estaba saliendo lejos de lo planeado. Llegamos a “Denisse Cake”, espero que este sobreentendido que me encuentro sumamente nerviosa.
No logré conferir ninguna sola palabra útil en toda la tarde, no quería pensar en ello como una cita, pero la idea me provocaba mucha emoción. Además, todos en el lindo local de postres nos observaban como si fuéramos una linda pareja de estudiantes enamorados.
Cedric se portó de maravilla, incluso me devolvió a casa sana y salva.
Los días transcurrían, las cosas habían mejorado de manera increíble, la situación escolar fluida mucho mejor que antes, Cedric entendía de manera rápida y acertada a los temas de álgebra, incluso ya bromeábamos juntos, quizás ya somos… amigos.