Han pasado un par de días desde mi accidente cuando la doctora me informa que me darán el alta médica. Sin duda es la mejor noticia que he escuchado hasta ahora, han sido días largos y tediosos en los cuales he tenido que soportar la presencia de Kostas. Al menos Amelia ha estado aquí conmigo por las tardes y me ha hecho más amena la situación. En cuanto a Atlas, bueno, él no tiene nada que hacer aquí y no le he visto. No lo juzgo, menos le reprocho algo, porque no somos nada y no tiene motivo para venir a verme. Levantaría curiosidad porque solo es el hijo de Kostas y ante todos no somos cercanos. —¿Lista para ir a casa? —inquiere Kostas en un tono dulce. Uno que me revuelve el estómago. Le doy una mirada seria antes de asentir a la enfermera, que lo mira como si fuese un tierno esposo.