De las personas que tal vez pude imaginar que vinieran a verme, Atlas es la última persona en la que pensaría. Que nos hayamos dado un par de besos no quiere decir que le importe mi bienestar. Con pericia, Atlas entra a la habitación, cerrando detrás de sí. Amelia se pone de pie y toma asiento en el sofá para observarlo. —Solo le pedía a Olympia que debía decir la verdad sobre cómo se siente después del accidente… —Perdóname, Amelia, pero me gustaría hablar con Olympia, preferiblemente a solas —dice, en cambio. Su tono no deja espacio para refutar y, aunque veo las ganas de Amelia de replicar, no lo hace. Sin embargo, veo cómo ella cubre su comida y se pone de pie. —Iré por un café y regreso enseguida —hace énfasis en lo último antes de pasar por su lado para detenerse. —Por cierto, es