El Conde trató de reír, pero fue sólo un quejido. —Crees por un momento que tu padre me aceptaría? Él está decidido a que te cases por lo grande y qué podría ser más importante que ser la esposa del Príncipe Nicolo de Vienz. —Yo... no deseo ser... importante. No quiero ser... la esposa de un... Príncipe reinante— gritó la Princesa—, quiero ser tu esposa y estar contigo, Ruta. El Conde Ruta gruñó. —Dios sabe que eso es lo único que deseo, pero te digo que es imposible, mi amor. Entonces fue obvio que él miró su reloj, porque dijo: —Debemos regresar al Palacio. El Príncipe estará por regresar de su paseo y debes mostrarte encantadora ante él. —Pero ¿Qué debo hacer, qué debo decir?— preguntó la Princesa Marzia—, no tengo... deseos de... hablar con él. Siento que agonizo... cuando no pu