— Joder , me vas a matar— .
Él gimió contra mis labios mientras me sentaba a horcajadas sobre él en el asiento trasero del auto, mi falda subía hasta mis muslos. Tragué un gemido cuando su lengua descendió hasta mi cuello, su polla caliente y dura debajo de mis bragas empapadas. Gruñó mientras se atormentaba a sí mismo, agarrando puñados de mi trasero desnudo debajo de mi falda, moviendo mi cuerpo para mí y frotando mi coño de arriba a abajo por su impresionante eje. —Ya necesito sentir mi polla dentro de ti—, siseó, apretando mi trasero con tanta fuerza que dejé escapar un fuerte gemido que nos sorprendió a ambos.
—Mierda—, jadeé mientras su polla se movía debajo de mí. —No hagas eso—, susurré desesperadamente.
—¿Que es esto?— Su sonrisa era malvada cuando apretó mi trasero nuevamente y gimió. —Sigues poniendo esa jodida cara sexy cada vez que lo hago. ¿Cómo se supone que voy a parar?
—Sólo tienes que.—
—¿Por qué?—
—Porque cada vez que me aprietas el culo, me abres el coño y se siente demasiado bien, así que tienes que parar—.
Me miró fijamente, como si necesitara tiempo para procesar las palabras que acababan de salir de mi boca. Luego, con un fuerte — joder — en voz baja, apretó mi trasero nuevamente, esta vez más fuerte, negándose a soltarme.
—¿Estoy abriendo ese coñito apretado ahora mismo?— gruñó, estudiando la ardiente excitación que enrojecía mis mejillas mientras yo asentía. Se empapó de mi expresión, sus ojos eléctricos mientras estudiaba cada tic y temblor de mis labios. —Cristo. No sé qué carajo está pasando pero todo lo que haces me pone duro. Cada puta cosa que dices —murmuró, amasando ásperos puñados de mi trasero. —Lo juro, nunca he visto a nadie tan sexy como tú en mi vida—.
—Callarse la boca.—
—No me digas que me calle—, sonrió, agarrando la parte posterior de mi cuello mientras su otra mano deslizaba dos dedos en mi coño. Jadeé con fuerza, clavando mis uñas en sus hombros mientras él se empujaba hasta el fondo. Sus labios estaban ligeramente separados mientras miraba su propia mano debajo de mi falda, observando atentamente mientras bombeaba suavemente dentro de mí. Él estaba completamente paralizado y yo estaba en tal éxtasis que no podía pensar. Apenas podía respirar. Todo en ese momento era tan increíblemente caliente que estaba bastante seguro de que podría correrme allí mismo.
—Mírate—, murmuró, su voz ronca mientras presionaba su palma contra mi clítoris y observaba mi cara contraerse de placer. —Mira lo jodidamente hermosa que eres—. Sacudió la cabeza. —Tan jodidamente apretado—. Besó mi cuello. —Y mojado . ¿Sientes lo excitado que estás por mí?
—Sí—, respiré, cerrando los ojos mientras apretaba su mano durante varios ardientes segundos. Pero con un gemido de angustia me obligué a detenerme. —Pero todavía tenemos que esperar—, susurré, escuchando su gemido mientras me deslizaba suavemente de su mano. —Por el bien del pobre que conduce este auto, no tendremos relaciones sexuales hasta que lleguemos a tu casa—, jadeé. —De hecho.— Mis respiraciones eran rápidas y superficiales cuando coloqué sus manos en mi cintura, manteniéndolas allí. —No puedes tocarme en ningún otro lugar excepto aquí hasta que lleguemos a tu casa—.
Su nuez se balanceó.
—¿Puedo besarte?— preguntó.
He pensado en ello.
—Sí—, decidí. Él sonrió.
—Puedo vivir con eso—, murmuró, inclinándose hacia adelante para chupar mi pezón a través de mi vestido.
Santa mierda.
Mis párpados se volvieron pesados instantáneamente, e incliné mi cabeza hacia atrás mientras él giraba su lengua sobre mí, lamiendo y mordisqueándome a través de la tela de jersey que se extendía sobre mis pechos. Se pegó a mi piel mientras la mojaba con su lengua, su agarre en mi cintura se hacía cada vez más fuerte mientras su erección se hinchaba aún más debajo de mí.
—Estás rompiendo la regla—, me reí mientras él soltaba mi cintura para quitarme el vestido lentamente por mi pecho. Sus ojos azules me miraron perversamente.
—Sólo un poco—, dijo, soltando un gemido bajo cuando desnudó mis pechos por completo. —Jesucristo.— Sus ojos estaban pegados a ellos, empapándolos con un asombro puro y desenfrenado. —Lo juro por Dios, eres perfecta—, murmuró, con las manos apoyadas en mi espalda mientras se inclinaba para lamer la curva de mi pecho, haciendo rebotar su peso con su lengua. Ay dios mío. Dejé escapar un suave gemido mientras él rodeaba mi cuerpo con sus fuertes brazos, envolviendo sus suaves labios alrededor de mi pezón y succionando con avidez, como si fuera su última comida.
Santa mierda.
¿Sabía que todo esto podía sentirse tan bien?
No quería que se detuviera. Alguna vez. Por suerte para mí, no lo hizo. Chupó implacablemente las puntas de mis senos, llenando el asiento trasero con el húmedo chasquido de su lengua en mi piel. Pasaron tres minutos completos sin que él saliera a tomar aire, pero justo cuando sentí un cosquilleo emocionante desde mis tetas hasta mi coño, él desaceleró su paso hacia mí, usando solo la punta de su lengua para lamer los bordes de mi Picos apretados y ridículamente sensibles.
—No…— Gemí, mis terminaciones nerviosas ardían mientras él se burlaba de mí. —Más.—
—Dijiste sólo besar—, murmuró, con una perversa diversión en su voz mientras levantaba su mano para acariciar mi otro seno. Lo apretó con fuerza pero tiró suavemente de mi pezón, enviando una fuerte descarga de placer entre mis muslos.
—Oh, Dios mío—, respiré en estado de shock cuando una baja vibración inundó mi cuerpo. —Creo…— ¿Era esto posible? —Creo que vas a hacer que me corra—.
Una sonrisa brilló en sus ojos mientras me miraba.
—Lo sé.—
Mierda.
Mi boca se abrió de par en par cuando sentí que me acercaba a una sensación que nunca antes había sentido en mi vida. Pero justo cuando mi cuerpo comenzó a temblar, sentí que el auto se detenía y, por el rabillo del ojo, vi algo familiar afuera.
Volviéndome, miré por la ventana.
Parpadeé cuando mi mirada se posó en el par de Converse blancas que recién ahora recordaba haber dejado caer cuando entraba a la casa esta mañana.
Esperar…
¿Qué carajo?
—Yo… ¿te dije dónde vivía?— Susurré mi pregunta, aturdida y desorientada, pero todavía empapada. Soltó mi pezón de su boca con un pop , besando perezosamente mi cuello mientras apretaba dos puñados de senos.
—No—, murmuró, mordisqueando debajo de mi mandíbula mientras juntaba mis tetas. —¿Por qué?—
—Porque aquí es donde vivo—, respondí, sin parpadear mientras mis pensamientos arremolinados comenzaban a calmarse. —Al menos durante este verano—.
Él me miró y soltó una carcajada a pesar de su visible confusión.
—Es extraño, porque esta es mi casa. Lo compré hace tres años—.
Mi estómago se retorció en un nudo cruel cuando hice la conexión sólo un segundo antes que él.
Mierda.
A mí.
El calor subió a mis mejillas mientras miraba a este hombre, a sus manos que todavía sostenían mis pechos desnudos. Pasó un momento de silencio mientras él parpadeaba hacia mí.
Pero entonces se quedó boquiabierto y apartó sus manos de mi cuerpo.
— Joder - ¡Alianna!— Exhaló bruscamente, con los ojos en llamas mientras me miraban en total shock.
No podía hablar. No podía moverme. Sentada allí con su polla todavía palpitando debajo de mi coño y mis tetas aún húmedas por su lengua, sentí que el mundo se derrumbaba furiosamente sobre mí. Alianna, ¿qué carajo has hecho?
Por el amor de Dios, era él.
Me acababa de ir a casa con el maldito Andre Evans.