Aysel Llegué al cerro San Cristóbal pasadas las ocho y media de la mañana. El termómetro se acercaba a los veinte grados, pero corría una brisa fresca que agitaba las hojas de los árboles. El cerro olía a pasto, a eucaliptus y a tierra húmeda. De pie en medio del sorprendente verde, podía ver Santiago despertando. Era un lugar hermoso el San Cristóbal, me dieron ganas de ir más seguido. Benjamin llegó a los cinco minutos. De pantalón corto deportivo y camiseta, era una tentación andante. Deja de mirarle las piernas como una depravada, Aysel. No importa que tan bonitas las tenga. Mal empezaba la cosa; por suerte casi de inmediato vi aparecer a Leonor. —Es nuestra oportunidad —susurré a Benjamin observándola sin que se diera cuenta—. Nos acercamos y te presento. Si nos recibe bien, le h