Riley terminó en un auto con dos hombres musculosos y grandes, el pequeño Klaus seguía en sus brazos y pensó que esa era su única esperanza, mientras el niño estuviera a su lado estaría a salvo.
–Tengo sed –se quejó el niño.
Uno de los hombres sacó una botella de agua y se la extendió , pero el niño lo ignoró.
–Quiero que papi me lo dé –mencionó con un puchero.
–Yo se la doy. –Riley sujetó la botella de agua, acomodó al niño, pero en ese momento el hombre a su lado habló y el auto bajó la velocidad, Klaus tomó agua con tranquilidad, a Riley le dio nostalgia tenerlo entre sus brazos, recordó a su hermano pequeño Lucio, tuvo que hacerse cargo de él mientras su madre trabajaba para darles comida y un techo.
El pequeño terminó dormido, el auto se detuvo y todos bajaron, el hombre que le había dado el agua, le pidió bajar. Riley fue sorprendido con una mansión muy moderna, paredes blancas impecables, puertas y ventanas de vidrio, una inmensa área verde, logró distinguir una piscina a lo lejos.
–Sígueme.
Riley obedeció al hombre por dentro la casa era magnífica, un piso de madera alfombrado, muebles blancos con dorado, elegantes lámparas colgando desde el techo, subieron por unas escaleras, el chico subió despacio porque llevaba al pequeño en sus brazos, recorrieron el pasillo de varias habitaciones hasta llegar a una puerta azul.
–Es la habitación del señorito Klaus, déjalo en su cama –ordenó al abrir la puerta.
La habitación era como entrar a otra dimensión, una colorida habitación con paredes pintadas de animales, animales de peluches, habían carros, trenes, animales, soldados, una pequeña casita de tela, entre todos los juguetes que pudo distinguir, la cama se encontraba en el centro cubierta por una manta con el dibujo del hombre araña, se inclinó a dejar al niño con cuidado, a pesar de los años aún recordaba cómo hacerlo y ahora era mucho más fácil porque ya era mayor, se tomó un segundo para mirar al niño, se parecía a su madre, el cabello castaño y sus facciones, la vio solo un minuto pero fue suficiente para saberlo, los ojos eran diferentes, él los tenía más oscuros, lo cubrió pasando las manos por su cabecita, estaba por darle un beso en la frente cuando escuchó una voz.
–¿Qué haces?
Retrocedió y vio a la mujer detrás, el hombre que lo acompañaba estaba afuera de la habitación.
–Se quedó dormido en el auto, hace frío y solo lo cubría.
Aunque intentaba descifrar sus movimientos, ella no hacía ninguno, la mayoría de las mujeres que había conocido eran expresivas y atentas, pero la mujer al frente era totalmente diferente.
–Vamos.
Ella salió, Riley se confundió un instante cuando el hombre de atrás le hizo una señal para que saliera de la habitación, se apresuro a seguirlos, la mujer iba al frente, Riley vio ese cabello castaño cayendo cerca de su cintura, su vestido azul pegado a su cuerpo, era una mujer hermosa con una figura perfecta, las curvas de su cuerpo resaltaban marcando el movimiento al caminar, vio su trasero y tuvo una sensación extraña en su entrepierna, se incomodó sabiendo que lo que estaba sintiendo era una terrible idea, se notaba que la mujer podía matarlo con solo saber lo que estaba pensando, bajaron las escaleras, se dio cuenta que el hombre a su lado tampoco veía a la mujer al frente, siguieron detrás de la casa, salieron al jardín, Riley vio hacía arriba y por alguna razón sabía en dónde estaba durmiendo Klaus, lo habían dicho solo dos veces, pero él ya sabía el nombre del pequeño, siguió caminando hasta que llevaron a un cobertizo, cruzaron la puerta y se dio cuenta que habían otros hombres, la mujer se paró al centro, se cruzó de brazo y lo vió.
–Revisenlo –ordenó.
Dos hombres se acercaron a sujetarlo, Riley se asustó cuando lo dejaron inmovil metieron las manos en sus bolsillo.
–Les puedo dar todo lo que tengo por mi voluntad.
Los hombres hicieron caso omiso, la mujer estaba al frente observando todo, sacaron sus cosas le dieron el teléfono y la cartera a la mujer que se centró en revisarlos mientras los hombres le quitaron la ropa incluso su ropa interior, no podía hacer nada, no tenía las suficientes fuerzas para pelear con ellos, Riley era delgado y nunca había levantado una pesa en su vida, su piel pálida y limpia dejaba ver hasta los pequeños lunares, los hombres lo dejaron, él se quedó de rodillas con las manos sobre su miem.bro, su rostro estaba rojo de vergüenza y coraje.
–Riley Monse –mencionó la mujer –. ¿Ese es tu verdadero nombre?
Él estaba con la mirada hacía el suelo, sabía que si mentía lo matarían en ese momento, solo quería que lo liberarán.
–¡Responde!
–Montero –habló –. Soy Riley Antonio Montero, pero me lo cambié a Monse cuando vine aquí, suena mejor.
–Suena mejor, qué ridículo –expresó, ella le lanzó sus cosas al suelo y se colocó de cuclillas tomando el rostro del chico en sus manos, observó su mandíbula definida, su nariz refinada y las pestañas pobladas, tenía unas pecas sobre la nariz que le parecieron adorables, solo era un chico que se había cruzado en su camino, eso hacía las cosas más sencillas para ella porque su hijo había estado preguntando por un padre desde hace varios meses.
–Abre los ojos.
Él contuvo la respiración para verla, esos penetrantes y duros ojos grises, no pudo más y bajó la mirada, pero fue un error porque ella pensó que le estaba viendo el pecho.
–¡Mírame! –ordenó, él lo hizo, ella vio unos segundos esos enormes y expresivos ojos avellana –. Trabajarás para mí de ahora en adelante, no saldrás de esta casa y cuidarás a Klaus, harás todo lo que él te ordene por ridículo que se escuché, te puede llamar como sé le dé la gana, comerás lo que se te dé y no puedes comunicarte con nadie. –le soltó la mandíbula y se levantó –. Mijaíl, sabes que hacer con él.
Ella salió de la habitación sin decir otra palabra.