Riley odiaba las agujas, tenía algo que ver con que su madre, ella siempre le decía que le colocarían una vacuna si se portaba mal, se había grabado en su mente y a pesar de considerarse un adulto independiente no podía quitarse ese pensamiento.
–De verdad tengo que hacer esto –se quejó.
–Es por tu bien –respondió Mijaíl –. Y agradece que será en tu habitación.
Para Riley eso no era un consuelo, pensó que ni siquiera en la habitación que le habían dado podría estar seguro, el médico observó al chico más pálido de lo normal.
–Debo hacerle unos exámenes primero, no lo veo bien.
–Estoy bien –aseguró Riley –. Solo hágalo de una vez.
Cerró los ojos viendo hacía el otro lado, Mijaíl tuvo que sostener su brazo mientras el médico realizaba una pequeña incisión para colocarle un rastreador, todos los miembros importantes de la casa lo tenían, era por su seguridad, podrían localizarlos en caso de estar desaparecidos.
–Ya puede abrir los ojos –habló el médico pensando en que el chico a parte de cobarde era un exagerado, ni siquiera las mujeres a las que había tratado se habían comportado de esa manera.
–¿Se acabó?
–Si, ya puedes moverte –contestó Mijaíl.
El chico se movió para ver el vendaje en su brazo, en realidad no había sentido nada y así era en cada revisión médica o exámenes que se realizaba con regularidad, pero no podía evitar temblar al ver una aguja.
–Le dejaré algo para el dolor y algunos antibióticos por prevención –indicó el médico, volvió a ver a Riley que agitaba su brazo –. También unas vitaminas.
Mijaíl le agradeció al médico al salir de la habitación, Riley se levantó para ver la ventana, tenía una hermosa vista, la grama verde, árboles al fondo y unos hombres con traje caminando cerca.
–Dijo que debías descansar –mencionó Mijaíl al entrar nuevamente –. Qué debemos hacerte exámenes, cree que tienes anemia.
–Estoy bien, tengo citas regulares con el doctor, me hacen estudios, puedes pedir mi expediente al seguro –indicó.
–Lo haré –aseguró –. Pero te tomarás las vitaminas, te daré algo de proteína y entrenarás con nosotros por las mañanas, estás muy delgado y te necesito fuerte para que al menos puedas defenderte.
–¿Defenderme de qué?
–Tranquilo chico –sonrió –. Solo es por precaución, ahora descansa.
Riley obedeció y terminó en la cama, ahora el pequeño Klaus se encontraba en la escuela y debía aprovechar el tiempo, no logró conciliar el sueño, pensaba en su hermano, no lo había llamado y no lograría hacerlo, Mijaíl había sido muy claro al decirle que para el mundo ahora Riley Montero estaría muerto y aunque deseará localizar a su hermano, sabía que sería un riesgo, por lo poco que había visto, se había involucrado con mafiosos y eso no solo ponía en peligro su vida, también la vida de las personas que él quería, también pensó en Klaus, ¿cómo ese pequeño podía vivir de esa forma? El niño se veía tan bueno y noble, ¿en qué momento se volvería como los demás? Aunque hasta ahora los que había conocido no se veían malos.
Salió de sus pensamientos cuando la puerta se abrió, Larissa entró con su sonrisa y una bandeja en la mano.
–Lo siento, señor –habló –. Casi es medio día y no ha bajado a desayunar, creí que tendría hambre.
–No me digas señor –pidió él –. Solo Riley, no tengo cuarenta años.
–Está bien, como usted quiera –sonrió la chica al colocar la bandeja en la mesa.
–¿Dónde aprendiste a cocinar tan bien?
–Mi padre me enseñó todo desde muy pequeña –comentó –. Aprendí todo lo que sé de él.
–Mijaíl cocina, eso no me lo esperaba.
–Es muy bueno.
–Tu mamá es muy afortunada –mencionó Riley, se fijó que ella hizo un gesto incómodo antes de responder.
–Mi madre falleció en mi nacimiento, no pude conocerla.
–Lo lamento –murmuró Riley arrepentido de haber hecho ese comentario –. Todo está muy bueno, realmente te felicito.
–Gracias, Riley.
Él no había tenido un padre que estuviera cuando lo necesitaba y el día que su madre murió fue lo más terrible que le había pasado en la vida, no se imaginaba haber sobrevivido a su infancia sin ella, no podía imaginarse como era la vida de Larissa.
La puerta se volvió a abrir y está vez entró Klaus hacía Riley.
–¡Papi! ¡Papi! ¡Mira lo que hice! – El niño traída un dibujo en sus manos.
–Qué bonito, Klaus –sonrió el chico al tomar el dibujo –. Te extrañe mucho toda la mañana, ¿cómo te fue en la escuela?
–Mucha tarea –resopló el niño cansado.
Riley sonrió por la mueca que hizo, Kalia estaba parada en la puerta, sus ojos se fueron directo al brazo vendado de Riley supo que ya le habían colocado el dispositivo, luego vio a Larissa, la chica palideció, no le gustaba estar en el radar de Kalia.
–Buenas tardes señora –saludó –. He venido a dejarle comida al señor –explicó antes de salir.
Kalia volvió la vista hacía el chico y su hijo, ninguno se dio cuenta de lo que había pasado.
–¿Te sientes bien? –preguntó.
–Si, no fue nada –respondió haciéndose el valiente, agradeció que Kalia no hubiera visto el drama que había hecho en la mañana y se sorprendió por la pregunta, nunca hubiera pasado por su mente que ella tuviera algo de consideración hacía él.
–Debo irme, cuida a Klaus.
Se acercó a Klaus para despedirse y luego se fue, Riley entendió que no era preocupación, solo quería saber cómo estaba para poder dejarle a Klaus.
–¿Qué te parece si vamos a pintar? –propuso Riley –. Hoy debo descansar mi brazo, mañana te prometo que jugaremos algo más.
El pequeño se había dado cuenta del vendaje que tenía Riley en el brazo.
–También podemos ver una película, así te puedo cuidar.