Capítulo 7

1405 Words
Por la noche Riley llevó a Klaus a su dormitorio después de que se durmió fue a darse un baño, seguía soprendido que tuviera su propio baño privado, jamás lo había tenido en toda su corta vida; terminó en el sofá cerca de la ventana de su habitación leyendo un libro, el silencio del lugar era demasiado, él no estaba acostumbrado a ese tipo de ambiente, al principio se sentía asfixiado, creía que algo le iba a pasar en cualquier momento, que uno de esos hombres entraría a su dormitorio y lo mataría, habló con los más cercanos, les preguntó su nombre, él se presentó y se mostraba con Klaus en toda la casa, era mejor que lo conocieran y vieran lo importante que era para el niño, era lo único que lo mantenía a salvo. –Adelante –habló cuando escuchó el sonido de la puerta. Larissa entró con un vestido celeste y cabello suelto, lo buscó con la mirada hasta que lo encontró cerca de la ventana y le sonrió. –Hola. –Hola –respondió él. –Quería saber si te interesa salir a dar un paseo alrededor de la casa –propuso –. Es una linda noche y Tayler nos acompaña, además de los guardias alrededor, es seguro. –Voy contigo. Riley lo había pensado desde que llegó, veía el paisaje en su ventana y se preguntaba si podía salir con Klaus a dar un paseo, pero no se atrevía a preguntar, ni siquiera le había preguntado a Tayler sobre la piscina que Kalia le había mencionado. –Cuando las luces se apagan puedes ver algunas estrellas –indicó Larissa rompiendo el silencio. –En la ciudad no puedes apreciar ninguna –mencionó Riley. –No eres de aquí , ¿cierto? –Soy de México de un lugar llamado Jalisco, tenemos una playa –comentó y Larissa sonrió por la forma que lo pronunció –. Te preguntaría lo mismo, pero ya sé que tu si eres de aquí. –De toda la vida –suspiró ella. –¿Has salido de aquí? –Con papá, algunas veces, pero la mayor parte del tiempo estoy en casa –se sinceró ella. –Y no es aburrido estar siempre en el mismo lugar. –No conozco otro lugar, he vivido aquí toda mi vida y siempre hay algo que hacer en la casa. Ella tenía tareas que cumplir, por ser la hija del jefe de seguridad era responsable de cocinar y mantener en orden la enorme mansión, era un trabajo que lograba terminar a altas horas de la noche a pesar de tener mucha ayuda. –Mijaíl debió ser muy joven cuando comenzó en esto. –Supongo –murmuró la chica –. ¿Cómo terminaste aquí? –Eh… pues… Klaus tuvo una actividad en su escuela y lo encontré, me preguntó si era su padre, le dije que sí y él se lo creyó, así que me trajeron aquí. Los ojos de la chica se abrieron mostrando su sorpresa, ella en realidad no sabía cómo Riley había terminado en la casa. –¿Por qué le dijiste que eras su padre? –cuestionó aunque sonaba más como un reclamo. –Solo es un juego, es un niño, no creí que se lo tomaría en serio –se defendió. –¿Por qué estabas en esa escuela? ¿Eras un profesor o tienes hijos ahí? –dudó ella. –Lo preguntas porque estaba en la escuela –sonrió y ella afirmó con un movimiento de cabeza –. No, yo trabajo o lo hacía de mesero para una agencia, contratan personal todo el tiempo, admito que esa mañana no creí que terminaría secuestrado por la mafia. Riley no había notado que era un interrogario por la forma tan peculiar e inocente que la chica hacía las preguntas, él respondia con sinceridad. –Eres muy extraño –expresó la chica. –Supongo que sí –encogió los hombros. Después de haber dado una vuelta al jardín y ver un par de guardias en el camino, ella lo llevó a una hilera de rocas cerca de los árboles, tomó lugar en una de las rocas y lo invitó a sentarse a su lado, sacó dos barras de chocolate del bolsillo escondido en su vestido y le dio una, él la recibió y comieron en ese pequeño lugar, Tayler los había dejado desde que sintió que estorbaba, conocía a Larissa muy bien y sabía que podía cuidarse sola, Riley se dio cuenta que solo estaban los dos, pero sospecho que los guardias lo observaban desde la distancia, recorrió con su mirada a Larissa, ella estaba concentrada en ver el cielo y su chocolate, su cabello era lacio y no utilizaba maquillaje, emanaba esa ternura y confianza, un poco de paz, todo lo contrario a Kalia que era un tornado arrasando todo a su paso, esa mujer emanaba deseo y lujuria, la elegancia y sensualidad que se sentía alrededor era embriagadora. –El señorito Klaus está feliz de que estés con él. – La voz de Larissa lo hizo regresar a la realidad, sacudió su cabeza al darse cuenta que estaba pensando en Kalia, soltó un suspiro viendo la barra de chocolate que aún tenía en sus manos. –Me recuerda a mi hermano –confesó él. –¿Tienes un hermano? –Es mi hermano menor, se llama Lucio, acaba de cumplir dieciocho, debía llamarlo el domingo por la noche y no lo hice. –Es arriesgado –indicó ella. –Lo sé – murmuró –. Mijaíl me lo explicó, pero sigue siendo mi hermano. –Lo lamento. Ella no podía imaginarse una vida sin su padre, era todo lo que tenía, siguieron conversando sobre algunas cosas sin importancia, ella le daba algún dato sin importancia y Riley terminaba contando una historia que tenía que ver con su vida, él no ocultaba nada y ella se dio cuenta de eso, no era un mal chico y en tan solo una noche pudo aprender muchas cosas de él, recorrieron el jardín una vez más, en el camino se encontraron a Tayler, Riley le preguntó si podía llevar a Klaus a ese lugar y él aceptó, cada quien tomó caminó a sus habitaciones. * –¡Vamos chico! –escuchó un gritó –. A despertarse. Riley abrió los ojos y se dio cuenta que aún estaba oscuro. –¿Qué sucede? –preguntó confundido. –Ya no tienes ninguna herida así que te llevaré al gimnasio, debes entrenar –anunció Tayler. –¿Entrenar? ¿Para qué? –cuestionó Riley. –Son órdenes de la jefa, levantate que tienes que terminar la rutina antes de que el señorito despierte. –¿Qué hora es? –preguntó cuando escuchó lo último que dijo. –Son las cinco de la mañana, te queda un minuto –anunció Tayler. Riley entendió que debía cambiarse rápido o le esperaban consecuencias, se apresuró a ir al baño a lavarse el rostro y justo cuando tomó sus zapatos, Tayler lo sostuvo por la cintura y lo levantó para arrastrarlo hacía el gimnasio. –¡¿Qué haces?! –gritó Riley. –Tenemos treinta segundos para llegar al primer piso –anunció Tayler –. Debes hacerlo más rápido. Llegaron al lugar, Riley no pudo ver sobre qué dirección tomaron en la casa, pero se quedó admirado al ver que los demás hombres ya estaban ahí, algunos usando las máquinas, otros levantando pesas, era un lugar enorme, había espejos, máquinas, pesas, todo lo que podrías necesitar para ejercitarte. –¡Arriba chico! Tenemos que trabajar. –Mi nombre es Riley –pronunció él colocándose de pie. –¿Tienes otro nombre? El nombre de mi madre es más masculino que el tuyo. –No lo tengo –mintió –. No le iba a dar el gusto de llamarlo por su segundo nombre. –Como quieras, pero en un par de semanas, tu nombre no va a ir con tu cuerpo. Riley esperaba que Tayler le diera una paliza o mostrará su hombría para intimidarlo, pero primero le dio un recorrido por el lugar mostrando las cada máquina y explicando cómo usarlas, luego le hizo unas preguntas y Riley tuvo que confesar que jamás había hecho ejercicio en toda su vida, así fue como veinte minutos después Tayler le dio un entrenamiento que lo dejó adolorido el resto del día.
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