Petrificada, sin poder moverme, sin poder procesar su presencia intimidante frente a mi puerta. Ni siquiera puedo procesar sus preguntas y es porque simplemente no las entiendo. Él sigue de pie frente a mí, mirándome de una manera tan amenazante, que me eriza los vellos de mi nuca. Su oscura mirada está mucho más oscura, es mucho más intimidante y carente de alguna emoción. El hombre frente a mí es una pantera negra que está dispuesta a atacarme si doy un movimiento en falso. —Te hice una pregunta, Bárbara, responde. Salgo de mi estado catatónico debido a su presencia frente a mí, mirándolo totalmente confundida. —¿Quién no necesita tocar a tu puerta? ¿Quién más tiene llaves, Bárbara? —vuelve a soltar las preguntas con amargura. —¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo es que diste con mi…?