—Únete a nosotros —habló la misma mujer, su lengua recorriendo sus labios carnosos. Las tres eran hermosas, eso estaba claro, sus cuerpos curvilíneos, su piel suave, cada uno de un tono diferente que parecía tentador mientras frotaban sus pechos entre sí y se besaban eróticamente. Pero por primera vez en la vida de Elijah, apartó la mirada sintiéndose mal. Solo mirarlos se sentía como una traición hacia Scarlett. Con el pensamiento de su hermosa muñeca de piel cremosa, la neblina parecía disiparse un poco y supo que necesitaba salir de allí. Se dio la vuelta, tirando de la puerta, gruñendo cuando se dio cuenta de que estaba cerrada con llave. Siseó al darse cuenta de que todo estaba hecho de maldita plata. —¡Abre esta maldita puerta! —gruñó sabiendo que alguien debía estar afuera. S