VADE
Mis ojos viajan sin reparo hacia la rubia de labios carnosos e insinuantes que ocupa el asiento del copiloto. Se remueve algo inquieta e indecisa, como sopesando la estupidez que acaba de cometer al subirse a mi auto.
—Te advierto de una vez que no pienso hablar de lo que ha pasado, así que si esas son tus verdaderas intenciones, mejor detén el auto y yo seguiré mi camino.
¿Mis intenciones, Agnes?
Creo que ni tú ni yo estamos preparados para esa respuesta.
—Está bien, será como tú quieras —Alzo los hombros con indiferencia.
Conduzco por el camino de siempre, su casa queda de paso hacia la mía. Durante casi todo el recorrido ella solo se limita a mirar hacia un lado y yo me obligo sin mucho ánimo a apartarla de mis pensamientos por breves segundos.
— ¿Vade? —me habla cuando ya estamos por llegar a su casa—. No quiero llegar a casa aun.
La miro intentando descubrir lo que realmente significa esa frase, no por ella, sino por mí. Ya no aguanto tenerla tan cerca. Sin pensarlo giro el auto de manera dramática y por primera vez desde que la conozco, me muestra una sonrisa preciosa, digna de una virginal princesa.
— ¿A dónde quieres ir? —Nos detenemos—. ¿Tienes algo en mente? —Su sonrisa se expande y se apaga más rápido de lo que se había encendido.
—No conozco la ciudad —Me observa de reojo.
—No hay muchos lugares interesantes, no te pierdes de nada —le digo—. ¿Hay algo que te gustaría hacer?
Y de repente la princesa se transforma nuevamente en demonio.
—Llévame a un buen lugar para hacerme un tatuaje. —Me lanza una mirada desafiante y una sonrisa que la hace lucir como una completa pervertida. Una carcajada me sale de lo más hondo-
— ¿Quieres que tu papá me mate? —inquiero.
Su sonrisa se transforma aun en más pervertida, se acomoda a medio lado en el asiento del copiloto y con su mano derecha comienza a levantar lentamente su vestido. Mi erección empieza a formarse a la par que las ideas locas que su sola presencia me producen.
Al llegar un poco arriba de su muslo unas flores se dibujan extendiéndose más allá de lo prohibido. La entrepierna me duele y de repente quiero ver donde termina su tatuaje.
— ¿Me vas a llevar o te da miedo? —me reta.
— ¿A qué hora este carruaje se convertirá en calabaza? —Le alzo una ceja.
—Mi papá llega para la hora de la cena, puedo enviarle un mensaje a Gretel y decirle cualquier cosa. Deja la paranoia, no tardaremos.
—No lo digo por mí —aseguro.
— ¡Ya!, llévame a ese maldito lugar.
—Deja la agresividad que aún no olvido que me mordiste.
—Me pegaron por eso, estamos a mano. —Ok. Eso me deja mudo. No consiento el maltrato a menos que sea por diversión y fines sexuales.
Lo digo muy en serio.
Conduzco hasta un viejo local donde he escuchado que hacen los mejores tatuajes de la ciudad. La rubia loca se baja del auto y entra sin esperarme. Cuando entro la veo con el encargado buscando ya lo que se va a tatuar.
— ¿Estás segura de esto? —susurro en su espalda.
—Anímate tú también, yo invito.
— ¿Tú o tu papi?
—Da igual.
— ¿Qué te parece si yo escojo el tuyo y tú el mío? —propongo con firmeza intentando que lo crea.
—Está bien —accede.
— ¿Sí? —Arrugo la frente.
—No. —Rueda los ojos—. No estoy tan demente como para dejar que un imbécil como tú me escoja un tatuaje.
Hago una mueca y ella escoge una especie de rama para su tatuaje.
— ¿Te vas a tatuar todo el amazonas o qué? —Pone los ojos en blanco.
— ¿Dónde quiere el tatuaje? —pregunta el encargado.
—Justo aquí. —Se señala a un costado del vientre, por encima del vestido.
—Traes vestido, estás loca.
—Tenemos batas especiales allá atrás.
— ¿Ves? Gente que ofrece soluciones, no niñitos pendejos y malhumorados.
Niego con la cabeza y ruedo los ojos.
Me vuelves loco, Agnes, y no en el buen sentido.
Cuando ella sale del cuarto de atrás, me toca hacer un esfuerzo para no mirarla demasiado. Abro la boca para decir algo pero esa mirada que me lanza se siente justo entre mis piernas. Se ve provocativa, parece una diosa de caderas prominentes, cintura pequeña, piernas perfectas y ese tatuaje que ahora puedo ver mucho más, me tiene ardiendo todo el cuerpo.
¿Qué voy a hacer contigo, Agnes?
¿Tú quieres hacer algo conmigo?
Porque la única manera de que me olvide de ti es que tú me lo pidas.
Me sonríe mientras terminan los últimos detalles de su tatuaje. La miro más de cerca y tiene un piercing en su ombligo, que de ahora en adelante estará acompañado de esta extraña rama que se ha hecho a un lado de el.
— ¿No te harás uno? —me dice mientras termina de acomodar su vestido.
—Paso esta vez.
—Aburrido. —Pone los ojos en blanco.
—No puedo ser perfecto en todo. —Me suelta la risa en la cara.
—Eres un narcisista ¿Sabías?
— ¿Qué? Nada más mira este porte. —Despliego mis manos a lo largo de mi cuerpo.
—Hay muchos como tú rondando por ahí.
—No se trata de lo que puedes ver por fuera, se trata de lo que te puedo hacer sentir —le guiño el ojo y paso muy cerca rosando su cabello. Salgo del lugar mientras ella paga por su tatuaje.
— ¿Cuál es la siguiente parada? —me dice mientras se sube al auto.
—Hay un lugar al que podemos ir.
— ¡Arranca!
Vamos por pizza para llevar, refrescos y unas cuantas cervezas. Luego damos varias vueltas por ahí hasta que terminamos en mi casa.
—Así que ¿también eres nuevo en esta ciudad? —me interroga la rubia.
—No llevo mucho tiempo viviendo aquí, pero llegué antes que tú. —La observo llevar un trozo de pizza a su boca. Incluso mastica como pervertida; seguro se divierte por la manera en que la miro. Me sonríe ligeramente y bebe un poco de su cerveza. Unas cuantas gotas resbalan de la botella y caen en su ropa a la altura de sus pechos, obligándome a mirar allí. Los veo algo erectos y se me antojan para muchas cosas. Trago en seco y miro hacia otro lado.
Me estoy exponiendo demasiado; esa demente se está dando cuenta que provoca ciertas cosas en mí que por su bien y por el mío es mejor mantener alejadas. Me remuevo un poco en el asiento, ambos estamos sentados en la parte de atrás de mi auto, que se encuentra dentro del garaje.
— ¿No hay mucho que hacer en esta ciudad?
—Hay ciertas cosas, pero tú papi no te deja.
— ¿Tienes que hablar siempre de él? Le restas diversión a todo, Vade. —Rueda los ojos.
—Hay una fiesta esta noche —Arqueo una ceja—, ¿Crees que puedas ir?
— ¿Y tú crees que nunca he escapado de casa? —Hace una mueca—. Para tu información, Vade —Se acerca con la botella en mano, corta la distancia que manteníamos hasta ahora y empieza a recorrer la piel de mi brazo desnudo con la botella, humedeciendo todo a su paso—: no soy la princesa de cuentos de hadas que te imaginas.
Hace una pausa para mirarme directo a los ojos; lo que hace con la botella en mi piel y su mirada me provocan una oleada de calor en todo el cuerpo.
—Es cierto que mi padre me mantiene como en un castillo, pero puedo trepar ventanas y escapar un rato de la realidad.
—No lo dudo. —Ella se ríe eliminando el contacto con nuestros ojos y de repente se vuelve hacia mí, haciéndome perder de inmediato la razón.
Poso una mano en su cuello y su boca me espera abierta; la capturo rápidamente y nos besamos con desespero. Ella tira la botella al suelo, se rompe de inmediato pero el ruido no nos desconcentra. Se sube a mis piernas y alzo su vestido para agarrar su trasero con fuerza. Ella suelta gemidos en mi boca y siento que mi pene va a estallar.
Me llegan imágenes de Agnes con las manos atadas y sus pechos arrecostados sobre el capó del auto mientras la embisto por detrás y azoto su culo con mi mano.
De vuelta a la realidad, mis manos se deslizan entre su diminuta tanga, las empiezo a jalar y Agnes me come la boca como ninguna, me prende del cabello con violencia demostrando cuan necesitada está de mí.
Quiero tenerla.
Quiero poseerla.
Quiero azotarla.
Quiero escucharla gritar.
Enterrarme en ella y amarrarla en un rincón solo para mí.
La tumbo en el asiento, subo su vestido hasta el vientre y le arranco las bragas; se ve tan rosadita, deliciosa y mojada. El pene me palpita a mil pero entonces solo pienso en quitarme el cinturón y azotarle esa entrada.
Detente, Vade.
No otra vez.
—Vete, lárgate de aquí. —Me cae de golpe un poco de lucidez.
— ¿Qué? —Me mira con los labios hinchados por nuestros besos, la mirada perdida en deseo y su sexo húmedo.
—Lárgate —le digo mientras me siento a un lado; no me doy cuenta que tengo sus bragas en mi mano hasta que ella me las arranca, se baja del auto sujetándolas y empieza a caminar dándome la espalda. Me muestra el dedo del medio sin mirar atrás y se pierde en el camino.
Corro al baño y me meto con todo y ropa.
Necesito apagar estas ansias de poseerla.
Me empiezo a quitar la ropa mojada y me doy auto placer hasta acabar en mi mano.
Agnes.
Agnes.
Agnes.
Nunca había probado unos labios igual.
Nunca una rubia se me había antojado tanto.
AGNES
Salgo disparada de la casa del inútil de Vade con una rabia que me crispa los cabellos. No puedo creer que todas las insinuaciones y señales dadas desde que nos conocemos las ha tirado al suelo por cobarde, porque no sé que otra cosa se le pasó por la cabeza al rechazarme y echarme de su casa en medio de una potencial escena de sexo.
¡Es un estúpido!
¿Quién se cree para hacerme eso?
No lo soporto y no voy a dejar que me vea la cara de tonta.
En la noche ceno con papá, como es lo usual. Sé que sigue molesto porque no cruzamos palabras, en cambio me reprocha con miradas lo poco satisfecho que se encuentra con mis recientes actitudes. Tampoco le digo nada porque no quiero recibir más golpes.
Se levanta de la mesa y deja un beso en mi cabeza.
—Duerme temprano, por favor. —Asiento y mientras lo observo perderse en las escaleras, planeo como voy a hacer para salir sin que se dé cuenta.
Sí, nuevamente buscándome problemas.
Al rato subo a mi habitación, me baño, me coloco una falda corta y ceñida al cuerpo, de tela oscura con líneas blancas delgadas que la hacen parecer de cuadros. Una blusa corta de encaje y tirantes que deja a la vista mi piercing y mi nuevo tatuaje. Calzo zapatillas oscuras, pinto mis labios de rojo y me hago un delineado cat eye.
Reviso que Gretel y mi padre estén dormidos. Gracias a las r************* me entero que la fiesta es en casa de Mike Ferdinand y está a solo dos cuadras de la mía. Me cuelgo una cartera pequeña, salgo por la puerta de atrás con cuidado y me voy caminando al lugar de la fiesta.
Al llegar, lo primero que detecto es a Vade arrecostado a la pared, bebiendo de un vaso con lo que supongo es alguna bebida alcohólica. Todos me miran impactados mientras camino hacia el imbécil. Supongo que nunca me había vestido de manera tan provocativa como esta noche y hasta se notan mis tatuajes y perforaciones.
Durante el camino dudo si llegar tan rápido a él y exponerme de semejante forma tan baja, como si estuviese necesitada de un poco de aquello que me puede dar, pero no me mato la cabeza con ello y llego a su lado dispuesta a todo.
— ¿Sabías que eres un imbécil? —es lo primero que le digo mientras en tanto me planto en su frente y le arranco el vaso para beber lo que queda de alguna especie de cóctel.
Me repara de pies a cabezas con una sonrisa de triunfo esbozándose en su rostro.
—Apártate. —Hace un intento por dejarme tirada.
—Ni se te ocurra dar un paso, Vade —lo amenazo—, porque no sabes de lo que soy capaz.
— ¿Qué es lo quieres? —pregunta mirando hacia otro lado.
—Mírame cuando te hablo —mascullo.
—Eres insoportable. —Me mira la boca.
— ¿Una insoportable a la que te mueres por besar? —lo acuso y se ríe sin ganas.
—Tú no sabes de lo que soy capaz, no me conoces.
—Muéstrame. —Lo reto con la mirada.
— ¿Entonces viniste por más? —Se divierte conmigo.
Le sonrío, niego con la cabeza y me marcho dándole la espalda.
Si el cree que puede jugar, a mi también se me dan esos juegos.
Unos chicos de la clase me saludan, me invitan a un trago y hablamos un rato de nada interesante. Busco a Vade con la mirada de vez en cuando pero ni rastro de él. Empieza a sonar una canción y me pongo a bailar en el centro de la sala de estar de la casa de Mike, junto con todos los demás.
My girl's ready to take control
She just blows my mind
She only listens to the radio
To see who's alive, yeah
Me muevo como la canción lo demanda, deslizo mis manos por las partes descubiertas de mi cuerpo y muerdo mis labios con violencia sintiendo la música en la piel.
Un chico que desconozco se me acerca e intercambiamos miradas provocativas, me atrae entre sus brazos y bailamos bastante cerca. Sus manos se deslizan por mis nalgas y luego les dan un apretón que me hace saltar de la impresión, rompiendo el momento. Lo miro con desaprobación y reproche pero de mi boca no sale nada. De repente siento que alguien me jala del brazo y me aparta del chico.
— ¿Qué intentas hacer? —inquiere Vade mientras me saca de la casa de Mike.
— ¿A dónde me piensas llevar? —le digo intentando soltarme de su agarre.
— ¿De verdad quieres que te muestre de lo que puedo ser capaz, Agnes? —Me arrastra hasta su auto y al segundo ya estamos en la carretera de camino a su casa.
El camino resulta demasiado silencioso para mi sorpresa y no dura casi nada. Sobrepasamos mi casa y no tardamos en llegar a la suya. Abre la puerta de golpe apenas nos bajamos de su auto, me jala llevándome por unas escaleras y terminamos en su habitación.
— ¿Y tu padre? —atino a decir de repente.
—No está, ni lo estará durante muchos días. —Se acerca por detrás sosteniéndome de la cintura, me aparta el cabello y me muerde el lóbulo de la oreja. Doy un respingo y mi vello corporal reacciona a su intromisión.
—No me gusta el sexo convencional, Agnes —susurra en mi oído.
Me lleva lentamente hacia una esquina de su habitación donde hay un espejo de cuerpo completo. Nuestras miradas se encuentran en el reflejo; me besa el cuello con demasiada humedad, electrizando todo a su paso.
— ¿Prefieres ver o sentir? —pregunta en susurro. Solamente atino a morder mis labios por el efecto que su cuerpo ya pegado al mío, tenía sobre mí—. Por hoy, disfrutarás las dos.
Sus manos se posicionan en el borde de mi falda, la suben dejando al descubierto mis bragas. Vade las desliza con facilidad y se agacha para quitarlas por completo.
No sé en que demonios me estoy metiendo.
Cierro los ojos cuando sus manos llegan hasta el cierre de la falda, bajándolo lentamente.
—Abre los ojos —me ordena—: Ver y sentir. No lo olvides.
Observo en el reflejo del espejo mi imagen desnuda de la cintura hacia abajo. Vade aun completamente vestido empujando su dureza contra mis nalgas. Me sujeta fuerte del cabello y siento un poco de dolor; su mano libre viaja hasta mis hombros, desliza las tiras de mi blusa hasta dejar al descubierto parte de mis senos, justo donde se encuentran los pezones.
—Dime que esta no será tu primera vez —pregunta en tanto pellizca con intensidad mis pezones al aire, utilizando ahora ambas manos.
—No lo es. —Suelto un jadeo.
—Escoge tu palabra de seguridad.
¿Así que se trata de esto, Vade?
Interesante.
Me separo de su cuerpo hasta llegar a mi bolso sin dejar de sonreír, saco un labial y vuelvo al espejo.
VADE RETRO
Escribo en el espejo con el rojo más intenso que suelo usar. Lo observo mientras él me mira con una endemoniada sonrisa a medio lado.