El color rojizo comenzaba poco a poco a colorear los arboles en los jardines en la Mansión Da Silva, el vaivén de la servidumbre no paraba, al día siguiente celebraban el cumpleaños de su amable líder Manoel, con grandes sonrisas y un verdadero placer, todos los ocupantes de aquel lujoso recinto se desvivían dando lo mejor de si mismos para que todo quedase simplemente perfecto, no había alma en ese lugar que no se sintiera de alguna manera en deuda y eternamente agradecida con el Brasileño, Manoel había pasado gran parte de su vida ayudando a otros y siempre dándole una segunda oportunidad a aquellos que la sociedad consideraba como lastre, caso perdido o simplemente marginados, en sus largas filas se podía hallar gente de todo tipo, antiguos ex convictos, mujeres y hombres que antes de é