Han pasado cerca de 5 días sin siquiera acercarme a la computadora, mucho menos pensar prenderla. No quiero saber nada de lo que sucede del otro lado, hablando claro, no quiero saber nada de Kalila. He tenido que hacer tarea con mi amigo para que él realice las búsquedas en mi lugar. He decido alejarme lo más que pueda. Por mi bien y el de Ericka.
Estamos saliendo. Pero ella me ha encarado y exigido una explicación. Nos sentamos a cenar en el malecón. Nunca había ido a ese lugar antes, una cena realmente tranquila, el lugar estaba inundado por el sonido de las olas del mar rompiendo en la playa y contra las piedras vecinas. El aire salado refrescaba el ambiente y nos permitía relajarnos.
- Es tu regalo de cumpleaños, de mi para ti – expresó dulcemente, mientras tomaba mi mano levemente.
- Gracias – Respondí con una ligera sonrisa, y continué. – es más de lo que cualquiera haya hecho por mí alguna vez.
- Es lo que te mereces. ¿Quieres ir a caminar un rato? – dijo mientras señalaba la playa, que era completamente iluminada por algunas antorchas cercanas pues no había luna en el cielo en esa ocasión.
- ¡Por supuesto! – ya que ella había propuesto aquello yo me adelante a abrirle su asiento, y a extenderle mi brazo para caminar. Dejé el dinero de la cuenta sobre la mesa y me dispuse a caminar; pero ella tomo ese dinero y puso el de ella.
- Te dije que era tu regalo de cumpleaños – replicó mientras yo sonreía y negaba con la cabeza.
Ese gesto me parecía absurdo y poco educado de aceptar, pero debido a que ella guardo el que era mi dinero en su cartera no lo mencioné, lo dejé pasar; llevábamos un rato caminando en silencio. Yo estaba decidido a dejar pasar a Kalila y dedicarme a lo que viniera.
Tenía muchas oportunidades enfrente, estaba a punto de pasar al último semestre de la preparatoria y de presentar mi examen para ingeniería mecánica. Estaba a unos cuantos meses de nuevas experiencias, no podía, no debía encerrarme en un sentimiento… estaba tan absorto divagando en todo esto que no me percaté que Ericka me observaba hasta que interrumpió.
- Tu me gustas, mucho – indicó con una voz tierna y suave mientras apretaba levemente mi brazo. – Y no solo eso. También te quiero. Yo sé que para ti puedo pasar desapercibida, puedo pasar como una compañera de la escuela más, pero tu nunca has sido uno más para mí. – Sus palabras me dejaron pasmado, y levemente conmocionado, nunca lo hubiera imaginado.
- Ericka… - me interrumpió antes de que pudiera decir algo más.
- Permíteme continuar – replicó - Yo sé que tu corazón está ocupado, pero también sé que ella no está cerca y que quizás nunca lo esté, por eso te pido, no, no te lo pido, ¡te suplicó! Te ruego que me permitas hacerte feliz, que me dejes intentarlo; Gary ¿Qué dices?
Solté un suspiro sin querer y le bese la frente, la rodeé con mis brazos por los hombros y la acerque a mi pecho; ella extendió sus brazos por debajo de mi espalda para formar un abrazo. Antes de que pudiera responder algo ella continuo…
- No tienes por qué responder ahora, podemos intentarlo…
- Si – la interrumpí – vamos a intentarlo Ericka, intentemos esto – Me abrazo aún con más fuerza durante unos segundos y después levanto su rostro para dejarme ver esos ojos grises y brillantes. Ella realmente era linda, media alrededor de 1.70, su cabello liso color castaño le llegaba a la mitad de la espalda y su sonrisa era muy bonita y armónica con el resto de su rostro.
A partir de ese momento había aceptado a Ericka para formar parte de mi vida, empezamos a salir, a compartir más tiempo del que solo estaba en la escuela, ella buscaba la manera de hacerme feliz, me llevaba comida para compartir conmigo antes de que me fuera a trabajar después.
Ella me había pedido que le hablara de Kalila, de cómo la conocí, de lo que significa para mí. Y el hecho de platicar con alguien más acerca de ella para mí fue muy revelador. Pero había quedado de acuerdo con ella en intentarlo, de ofrecerle mi cariño y de ser feliz a su lado.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Claro
- Por que no quisiste estar conmigo el día de tu cumpleaños.
- Ah – la miré sorprendido, un pequeño suspiro se había salido de mí, era verdad, aunque lo había intentado yo no pude estar con ella, no lo sentía correcto, no me lo permitía. Ese día estábamos en la ducha, y no pude, no quise “estar” con ella. Por Kalila, por mí y por que Ericka no se lo merece. Era algo complicado de explicar, de expresar. – Pues, no sé cómo decírtelo Ericka – continué – la verdad es que ni yo mismo entiendo el por qué no sucedió nada…
- Yo sé que estas enamorado de ella – indicó con una voz tierna - no hace falta que me lo digas, solo hay que ver tu rostro cuando hablas de ella. Espero que algún día puedas mirarme con esos mismos ojos, que cuando hables de mi una sonrisa nazca, de forma sincera.
- Ericka… - me interrumpió.
- No, no quiero que te sientas presionado, quedamos en intentarlo ¿no? Solo te quiero pedir una cosa
- Si, y pondré todo de mi parte, te lo prometo. Dime, ¿Qué puedo hacer?
- No me mientas.
- No lo haré, Ericka.
La bese en la frente, de una manera muy tierna y sutil, pero ella se abalanzo a mi boca, donde frene levemente el ímpetu con el que se había precipitado. Me costaba trabajo besarla, no me sentía del todo cómodo. Sí, Ericka me gustaba, pero no me nacía besarla de esa manera todo el tiempo.
Ella asintió y relajo la energía, continúo besándome hasta que tuve que irme.
Realmente no había tenido mucho tiempo para pensar en esto de la relación con Ericka, y menos de contárselo a mi mamá, que si bien no me pedía explicaciones, ella se daba cuenta y se preocupaba por mí, pero en algún momento debía presentarle a Ericka a mi mamá, y ya me imaginaba que después mi madre me vería con esos ojos de “explícame” y supongo que por lo mismo no había querido enfrentarme a Kalila, no quería ni tenía que explicar nada; sabía muy bien que ella estaba feliz con su nuevo novio y que ni siquiera estaría pensando en mí. Yo por mi parte intentaría hacer lo mismo: vivir mi vida.
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Llegué de trabajar un poco más tarde hoy y mi mamá ya estaba haciendo la cena. Todo lo que teníamos era gracias a ella. Su familia nunca la ha ayudado, solo mi abuela me cuidaba cuando era un niño, tres días a la semana, los demás días estaba solo. Mi madre no ganaba mal. Teníamos algunas comodidades, me quiso comprar un coche para este cumpleaños, pero igual que los últimos dos años lo rechace, no quería que mi madre se preocupara más por mí y prefería, sinceramente, que ese dinero lo invirtiera para ella. Que se comprara lo que hiciera falta o que hiciera crecer más su empresa que empezaba a despuntar.
Entre a la casa y enserio olía bien. Mi mamá me recibió con su hermosa sonrisa, aunque podía poner a alguien a hacer las labores de la casa de tiempo completo como cocinar, ella siempre prefirió hacerlo, dice que es su forma de demostrarme su amor.
- Llegaste justo a tiempo. Lávate las manos y siéntate mi vida.
- ¡Hola má! – la besé en la frente y me dirigí hacia las ollas con comida, realmente aquello olía tan bien que probé un poco y de inmediato un manotazo me interrumpió
- Dije que te lavaras las manos hijo. Siéntate. – señalo enérgica, mientras yo exageraba quejándome del manotazo como si en realidad me hubiera roto la mano.
- Me lastimaste mucho, mamá, si me vuelves a pegar de esa manera me tendrás que llevar al hospital…
- No seas exagerado Gary, siéntate que tenemos que hablar. – esto último lo había hecho en un tono de voz diferente, serio y preocupado, o al menos eso noté en su voz, aun que su cuerpo no se tensó.
- ¿hablar? – lo dije confundido - ¿de qué?
- Ya lo verás, ahora corre a lavarte, por que ya voy a servir.
No tarde nada en lavarme las manos, nos sentamos a comer, había un festín delante de mí, mariscada, paella, caldo de camarón y ceviche. Estaba contemplando lo que me iba a comer cuando reparé en que había tres asientos colocados en la mesa.
- ¿esperamos a alguien?
- Sí, de hecho, no tarda en llegar, quedamos a las 8:30. Tenemos el tiempo justo para que me cuentes – alzo una ceja en su rostro esperando a que yo le dijera algo, no sé de qué quiere hablar…
- ¿Qué te voy a contar?
- De tu novia, hijo…
- Ay má, me asustas. Pues se llama Ericka… espera, ¿es ella la que vendrá a cenar?
- No, ella no viene, viene mi novio. Oye, pero Ericka sabe de…
- Si, sabe de ella… – la interrumpí subiendo un poco la voz y también un poco molesto, pero después recordé lo que dijo - ¿novio? ¿mamá, tienes novio?
- Sí hijo. – me miro extasiada con una sonrisa enorme y unos ojos brillantes, nunca la había visto así y me lleno de alegría. Mi mamá se merecía todo en el mundo y si alguien le podía hacer tan feliz sin lugar a dudas quería conocerlo.
Tocaron al timbre y abrió mi mamá. Era un hombre alto, de mi estatura o quizás un poco más que yo, fornido, de pelo ondulado, castaño y con unos ojos castaños.
Nos sentamos a cenar. Es un buen tipo, creo que hará feliz a mi mamá. Yo no necesito darle mi aprobación para nada. Pero creo que para ella era importante que lo conociera, porque por lo que aprecie, lo veré más seguido en mi casa…
Mi mamá lo miraba como si no existiera nadie más. Supongo que de la misma manera en la que yo miraría a Kalila, si pudiera estar cerca de ella, si ella estuviera aquí.
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