Sin coincidencias

1373 Words
Me senté súbitamente y de golpe en mi cama, no dejaba de pensar después de leer esas líneas, No me lo creo, en serio. Un mensaje así de parte de ella, que yo haya ido al malecón, que la haya visto de lejos, que no haya querido acercarme; eran las 11 pm cuando leí ese mensaje, y en este momento es la 1 am, me temó que aun que quiera ir a buscarla a donde la vi, no la encontraré. ¡Mierda! Por qué me detuve tanto tiempo a pensarlo. Ella también quería conocerme. Me recriminó una y mil veces. Pero al final solo me queda un consuelo, tonto, pero consuelo, no era tiempo, tal vez, ¿o sí? Pero es que, para ella, yo, no significo nada, su idea de mi es solo la de un “amigo en línea” y ¿Para mí? Es obvio que no, desde que la vi aquella vez cuando me la mostraron en la pantalla, sentía algo más, una inquietud, es claro para mí que ella me gusta, sin embargo, aun que llevábamos pocos meses hablando, y considerando que no había escuchado su voz, que no la había tenido enfrente mío, yo, yo puedo decir que estoy enamorado de ella. ¡Vaya basura! No poder tenerla cerca, no poder intentar acercarme a ella de otra manera. * Pasaron ya algunos días de que ella se fue, no contesté el mensaje, y ella no escribió hasta hoy. Tres días después. > > > > > Agradecí desde lo profundo de mi corazón que ella no tocará el tema de no haber coincidido en el malecón aquella noche. > > > > No sé por qué he escrito aquello, tal vez estoy muy agobiado para contarle lo que siento. Y si le contará, seguro ella se alejaría, pensaría que soy muy intenso y ella es, diferente a mí, ella es libre, dice lo que piensa y siente en el momento, no espera nada.  Si ella sintiera algo por mí ya me lo hubiera dicho.  Una leve sonrisa se dibuja en mi rostro cada que empiezo a pensar en ella y en las pláticas que hemos sostenido, y después esa leve sonrisa se vuelve amplia e ilumina mis ojos, siempre me pasa. Imaginó todos los escenarios posibles: ella y yo en la misma escuela, en el parque, viéndola en uno de sus ensayos, en la calle caminando a mi lado, acostados en el pasto de algún parque, sentados uno al lado del otro en la arena mientras vemos el atardecer escuchando las olas romperse una tras otra. Me he imaginado tantas veces su olor, sus ojos mirándome… -          ¡Que sonrisa! – la frase me sorprendió al instante, sentí claramente como mis mejillas se coloraban al momento, y volteé hacia la cocina para encarar a la voz que me aludía. -          ¡Mamá! No te escuche llegar. -          Sí, lo noté, hijo. Pero no te preocupes. Necesito tu ayuda ¿podrías? – dijo señalando las papas y cebollas encima de la mesa. -          Enseguida – Tomé una tabla y un cuchillo y empecé a picar. Estaba pensando en otra cosa, apenado, no quería ni siquiera dirigirle la mirada a mi mamá, sabía que tenía que hacerlo, tenía que contarle todo, cargar con esto yo solo, me es imposible. Pero ¿Cómo empiezo? ¿Cómo le di…? -          ¿Y bien? -          Ya casi termino, má. Solo un par de patatas más y listo. Podremos cocinarlas. Me apuro. -dije evitando el contacto visual -          ¿Ya me vas a decir quién o qué te hace sonreír de esa manera? -Inquirió ella encarando una ceja y buscando mi mirada. Supongo que hice una cara extraña porque ella agregó. -No creas que no me he dado cuenta hijo, y si no quieres contarme está bien, yo confío en ti y lo sabes ¿verdad? -mi madre me miraba con ternura, y puedo jurar que quería abrazarme, pero yo estaba más que apenado. -          Sí má. Terminemos esto, y mientras cenamos te cuento. Había tardado más yo en picar los vegetales que mi madre en hacer la cena, en menos de 15 minutos teníamos una comida humante y sabrosa enfrente de nosotros. Esa noche le conté todo a mi mamá, cómo la había conocido, cómo habíamos empezado a hablar, las cosas más relevantes de las conversaciones, sin comprometer, claro, la intimidad de Kalila. Le conté lo que paso el día del malecón y el por qué estos días he estado un poco inquieto, reprochándome haber perdido la oportunidad de hablar con ella en persona. Le explique con lujo de detalle cómo era, aunque no la había visto más que a unos metros de mí o en fotos. Le dije que no conocía su voz, por que todo era por internet. Pero que me gustaba realmente. Los ojos de ternura de mi mamá se hicieron aún más grandes mientras contaba, creo que tenía ganas de llorar en algún momento de la plática. Pero solo atinó a escuchar atentamente cada palabra que tenía que decir.  ** Después de platicar con mi mamá sentía un gran alivio, era la primera vez que hablaba de los sentimientos que Kalila me había generado. Después de eso sentí más confianza alrededor de todo esto.  Aún no había hablado con Kalila de lo que sentía, tal vez en algún momento, cuando ganará más confianza, sin embargo, por ahora tenía la firma intención de conocer su voz, así que le deje un mensaje privado. Prendí el ordenador, esperé a que cargará y escribí… > Yo sabía que ella no contestaría el mensaje, el reloj marcaba las 2:10 am y era imposible que ella estuviera despierta. Pero respondió… > >  Ciertamente me sorprendió recibir ese mensaje de vuelta, pero tenía planeado ir a dormir en un rato más, aprovechando que el día siguiente no tenía escuela, podría quedarme platicando un rato más, con ella, francamente hablaría hasta el amanecer, todo el día, todos los días. > Después de leer esto mi vista se nublo, en mis ojos se formaron algunas lágrimas, no esperaba que ella me correspondiera, nunca le había hecho saber nada de lo que sentía, pero sus palabras dolían en lo profundo. Leí casi todo lo que escribía, me había dicho que estaba hasta esa hora por que estaba hablando con él, que llevaban algunos días platicando hasta esas muy entrada la madrugada, me contó también que lo conocía de la prepa, me dijo su nombre, su edad; se notaba bastante ilusionada. Me sentí resignado y ligeramente feliz por ella, al final eso era lo que yo quería, que ella esté feliz, y debido a que yo no estaba cerca, tenía que aceptar lo que sucedía en su vida, así como ella debía aceptar lo que sucedía en la mía. Amigos solamente, debido a la distancia, y a que yo no me atrevía a decir nada. Leí, casi sin contestar, durante media hora, y me despedí con la excusa del trabajo al día siguiente. Tenía roto el corazón, pero no podía reprochárselo, ni si quiera hacerle saber, darle una pista. Ella debía ser feliz, y yo, debía contemplarlo. La verdad es que producto de su relación ella posteaba unas fotos luciendo una hermosa sonrisa. Y eso me reconfortaba y me destrozaba.  ***
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