La estabilidad emocional de la princesa patética pende de un delgado hilo que apenas puedo ver, mi corazón late apresuradamente, mis emociones se desbordan y no puedo concentrarme. – Excelencia, ¿qué desea que hagamos? – pregunta uno de los sirvientes. – Silencio – le digo al duque y él aprieta los labios y me mira con rabia, debo suponer que todo esto es mi culpa, él fue quien no pudo olvidar a Azucena, yo, acabo de llegar. – Excelencia. ¡Maldita sea!, ¿eres idiota? – él está ocupado, razona sobre las prioridades de su vida y que es un completo idiota que no debió condenar sin antes juzgar – y me molesta, oh, interesante, sus sirvientes están comenzando a odiarme, eso hará que sea más fácil controlarlos, bien, agrandemos su odio – muchos otros se lamentarían por la pérdida de una aman