Abbigail.
— ¿Ya decidiste si quieres estudiar en la universidad de Phoenix? — Bárbara pregunta, su cabeza recostada en mis piernas mientras lee en su Tablet un documento de su clase de mañana.
— Es la mejor que hay en el estado — jugueteo con su cabello mientras veo la película en el televisor.
— ¿Eso es un sí?
— Supongo.
De repente, ella se ríe.
La miro con curiosidad.
— Recuerdo que cuando éramos niñas decíamos que íbamos a estudiar diseño de modas en Londres. Ahora, míranos — deja la Tablet sobre su vientre y me señala con diversión —. Tú, a punto de estudiar trabajo social. Luego estoy yo, en sexto semestre de matemática pura.
— Siempre fuiste la cerebrito, Mase y yo éramos los tontos.
— Eso no ha cambiado.
— ¡Oye! — Replico, riendo.
Ella ríe también a carcajadas, mirándome con un peculiar brillo en sus ojos.
— Me alegra que hayas decidido no irte a Londres con Luke. Me alegra que estés aquí, conmigo.
Me inclino y beso su frente. Tal vez mi relación con Fancy no es la mejor, pero tengo a Barbie, que es más de lo que puedo pedir en una hermana.
— Si te soy sincera, sabía que Luke no quería irse — le confieso —. Si hubiera dicho que sí, él se habría ido conmigo, no lo dudo, pero eso lo habría hecho infeliz.
— ¿Lo dices por Joshua? — Pregunta.
— Sí, lo digo por Joshua. A él y a Luke se les ve tan felices juntos, jamás lo había visto así. No lo alejaría de esa felicidad, no sería capaz.
— Luke debe amarte mucho si está dispuesto a renunciar a todo por ti, incluso a su pareja.
Lo sé, y el sentimiento es correspondido.
— Tú tienes a alguien que te ama exactamente de la misma manera — digo con cierta precaución.
Ella se tensiona inmediatamente por mis palabras.
— No me arruines el día, Abs.
— Pero Jayden te ama, Bárbara, no sabes cuánto.
— ¿Y tú sí lo sabes?
Aparto la mirada hacia el televisor, sin permitir que algo salga de mi boca.
Jayden tuvo sus razones para alejarse, él me lo contó todo. Cuando su madre murió de cáncer, sus deudas estaban al tope debido a su costoso tratamiento. La gente para la cual trabajaba vendiendo drogas lo empezaron a amenazar. Él tuvo que irse por miedo a que llegaran a Barbie, por miedo a que la hirieran a ella. Jay la alejó a propósito para protegerla. Él se fue a trabajar con un tío en Texas hasta que reunió todo el dinero que debía. Cuando volvió a pagar sus deudas, se expuso a una paliza que casi lo mata, pero que finalmente lo dejó por fuera de todo su oscuro pasado. Ahora está construyendo una nueva vida, una vida en el lado correcto para Bárbara. Ella no sabe nada, él no quiere que ella se entere de todo lo mal que hizo, y yo no soy quien para hablar de los secretos que en confianza me contó. Tampoco soy quien para decirle a Barbie que lo perdone, sería hipócrita de mi parte cuando yo tampoco me permito darle otra oportunidad a Ethan.
— Me molesta que siempre lo nombres — dice con fastidio.
— Bueno, tú siempre me nombras a Ethan — le recuerdo —, así que estamos a mano.
— Él no te abandonó por más de un año como Jayden lo hizo conmigo.
— Si hago una lista de todo lo que Ethan me hizo, jamás terminaría, Bárbara — ruedo los ojos —. Esto no tiene sentido.
— Tienes razón — se levanta con una expresión molesta en su rostro —. Me arruinaste la tarde, voy a darme un baño.
— ¡Como quieras! — Grito cuando desaparece hacia su habitación —. ¡Yo seguiré viendo esta espectacular película!
Me estiro por las palomitas de maíz, sólo para detenerme cuando escucho que la puerta principal se abre. Mason entra junto a una chica, sus manos entrelazadas de una bonita forma. Lo miro llena de curiosidad cuando él ríe de algo que ella dice.
— Hola — sonrío cuando ellos notan mi presencia.
Tan pronto Mase me ve, suelta la mano de la chica y la guarda en el bolsillo delantero de su pantalón.
Me pongo de pie y camino hacia ellos.
— Soy Abbigail — me presento y me sorprendo cuando los ojos claros de la chica brillan con comprensión, como si ya supiera de mí. Sin embargo, me sorprendo aún más cuando una mirada de dolor pasa por su rostro. La curiosidad por saber quién es aumenta, así que pregunto —: ¿Quién eres?
— Soy...
— Lena — Mase la interrumpe atropelladamente, chocando con sus propias palabras cuando agrega —: Ella es Lena, es una amiga de mi hermana.
— ¿Eres amiga de Bárbara? — Digo con alegría.
Ella asiente repetidas veces, una sonrisa torpe instalada en sus labios mientras retrocede un paso.
¿Ya se va?
— Yo... — su voz se quiebra ligeramente, así que se aclara la garganta, pero puedo ver la humedad brillando en su mirada —. Recordé que tengo algo por hacer, permiso.
Se gira y sale hecha una bala de la casa. Mase mira el espacio vacío en donde ella estaba hace unos segundos, murmura algunos improperios y, en menos de dos segundos, sale también hecho bala detrás de ella.
¿Qué rayos acaba de pasar aquí?
— Recógeme el cabello — Bárbara aparece en toalla, entregándome una liga —. Hoy no puedo lavármelo, ayer me apliqué un tratamiento que... ¿Qué haces ahí de pie, luciendo como una estúpida?
Ignoro su insulto porque aún estoy aturdida por lo que sucedió hace un momento.
— Acaba de pasar la cosa más extraña — murmuro, girándola para poder recogerle el cabello.
— ¿Qué?
— Mase llegó con tu amiga Lena, me la presentó y, al siguiente segundo, ninguno de los dos estaba.
— Sí — dice como si hubiera recordado algo —. Ellos hoy salían, ¿ya llegaron?
Me sorprendo por sus palabras.
— ¿Salir? ¿Son novios?
— Claro, llevan un año, ¿él no te lo dijo?
— Pues... no.
— ¡Él me dijo que te lo había dicho!
— No lo hizo — hago una mueca, terminando de atar su cabello —. Si es su novia, ¿por qué no la presentó como tal?
— ¿No lo adivinas? ¡Siempre pasa lo mismo! ¡Te pone a ti por encima de ella, siempre lo ha hecho!
— No te entiendo.
Se gira a mirarme y habla con voz frustrada —: Lena es una compañera de la universidad. La traje a casa hace años y ella quedó encantada con mi hermano, pero es tan tímida que nunca se atrevió a acercársele. Por alguna razón, Mase sí se acercó a ella. En algún momento se hicieron novios, a pesar de que él no hace sino hacerle desplantes y dejarle en claro lo que siente por ti. Mase piensa que todavía tiene una oportunidad contigo, Abbigail.
Eso es estúpido, yo ya hablé con él cuando estuve en la clínica. Pensé que las cosas habían quedado claras entre nosotros.
— Y Lena sabiendo todo eso, ¿no lo ha dejado?
— Lo ha hecho infinidades de veces, pero Mase siempre consigue la forma de que vuelvan.
No tiene sentido.
— Si él no la quiere, ¿qué hace con ella?
— ¡Lo mismo me pregunto yo! ¡Debería dejarla en paz!
Pero creo que comprendo —: Mase piensa que tiene una oportunidad conmigo, y mientras espera a que eso pase, está con Lena.
— Es un idiota.
— Lo es — asiento con tristeza —. Ella se ve tan dulce, Barbie.
— Y lo es. A pesar de que mi hermano la ha lastimado muchísimo, ella nunca cambia con él.
Niego con la cabeza, sin poder creerlo.
Definitivamente el mundo está lleno de idiotas.
|...|
— ¿De verdad quieres ir a esta cena? — Luke pregunta mientras acomoda las ligeras ondulaciones naturales de mi cabello.
Lo miro a través del espejo.
— No lo sé — susurro con un nudo en la garganta.
— No vayas si no quieres.
— Él me atrapó, son socios de mi padre, Luke. Y van a hacer un proyecto tan bonito.
— Abbi — sus manos caen en mis hombros.
— Me asusta tenerlo cerca — cierro los ojos, recreando en mi memoria el rostro de Ethan —. Todo acerca de él me asusta. Me da miedo tomar la decisión incorrecta y salir lastimada.
— Él te cambió.
Abro los ojos —. ¿Qué?
— Te volviste más... humana — me sonríe con dulzura —. Hace tres años, cuando pasabas tiempo con él, poco a poco te volviste más accesible emocionalmente. No todo fue malo, Abbi, él también hizo cosas buenas por ti. No dejes que lo malo pese más que lo bueno, la que más daño se hará eres tú.
Antes de que pueda decir algo, el timbre suena.
— Debe ser él — murmuro, mirándome fijamente en el espejo.
— Sí — Luke aprieta mis hombros con cariño —. Te amo, Abbi, ¿lo sabes?
— Lo sé — le sonrío sinceramente.
— Por encima de cualquiera, tú eres lo más importante en mi vida... eres mi roca.
— Y tú eres la mía — me levanto y lo abrazo con fuerza, sintiendo su amor por mí en cada molécula de mi cuerpo. A veces tu hogar no es una casa o un lugar, a veces tu hogar es una persona. Para mí, mi hogar, es esto; sus brazos.
— Hoy tendré noche de películas con Joshua, así que no te preocupes por mí.
— Diviértete con tu novio, Luke.
Beso su mejilla y me aparto, sintiéndome nerviosa entre más me acerco a la puerta. Cuento hasta tres antes de finalmente abrir.
— Hola — Ethan me saluda con una infantil sonrisa.
— Hola — retrocedo un paso cuando se inclina a besarme —. ¿Nos vamos?
Mueve el rostro hacia un lado, enseñándome su duro perfil. A él le molesta cada vez que me aparto, todo su cuerpo me lo dice. Sin embargo, se esfuerza para no perder el control y empezar una discusión.
De repente, me estira su mano.
— ¿Qué? — Lo miro sin comprender.
— ¿Puedo tomar tu mano?
— ¿Para qué?
— Tengo hambre, me la quiero comer.
Sonrío cuando descubro su broma.
— Eres un idiota, Ethan.
Suprime su propia risa y se estira para tomar mi mano, entrelazando nuestros dedos de una forma cálida. Lleva nuestra unión a sus labios y besa suavemente mis nudillos. Siento un revoloteo en mi vientre por sus acciones, llevándose totalmente mi habla.
— ¿Esto está bien, muñeca?
Muevo la cabeza, pero no estoy segura si en una afirmación o negación. Él lo toma como una afirmación, pues nos saca del edificio hacia su coche que nos espera afuera.
Le alzo una ceja cuando me abre la puerta del auto.
— ¿Estás estrenando modales? — Inquiero, pues él en el pasado nunca me abrió la puerta del coche.
— Pequeña idiota — resopla.
— No, no estás estrenando modales.
Se ríe, pasa sus dedos por mi mejilla y se mueve hacia el asiento del conductor.
— Ethan, ¿de dónde sacaste el anillo? — Pregunto cuando empieza a manejar.
— Lo compré para ti hace un tiempo — se ríe cuando ve mi expresión de horror —. No te alarmes, es sólo un regalo, no una propuesta... por ahora.
Ignoro lo último.
— Así que... — tamborileo mis dedos al ritmo de la música del estéreo —, ¿cuál es la historia?
— ¿La historia?
— Sí, fingiremos que somos pareja — levanto mi dedo, enseñando el anillo —, ¿qué historia inventaremos?
— ¿Tenemos que inventarla?
— Claro, Ethan, si no, ¿qué diríamos?
— Nosotros ya tenemos una historia de amor, Abbigail.
— De horror, diría yo.
— Oye — su mano cae en mi muslo y aprieta, intentando llamar mi atención. Cuando mis ojos están en los suyos, pide —: Hoy no, por favor.
— Ethan...
— No — gruñe, una expresión dolorosa en su rostro —, ¿por favor, Abbi?
Suspiro, cediendo, pues yo tampoco quiero discutir.
Sin ni siquiera darme cuenta, dejo mi mano en la suya, acariciando distraídamente su palma. Cuando me doy cuenta de mis acciones, lo suelto de inmediato.
Si nota mi arrebato, Ethan no lo menciona.
— Este lugar es hermoso — le digo cuando entramos en el restaurante.
— Sabía que te gustaría, tú amas la comida francesa.
Lo miro con sorpresa.
— ¿Cómo lo sabes, Ethan?
— Abbi — sonríe con cansancio, como si hubiera respondido esa pregunta millones de veces ya —. Te amo, ¿cómo no podría saberlo?
— Yo te amé a ti — admito —, y te conocía muy poco.
— Me conoces más de lo que cualquiera lo hace.
— Eso no dice mucho — susurro y sonrío a lo lejos cuando veo a George y a Aurora sentados en una mesa, esperándonos —. Nadie puede decir que te conoce lo suficiente.
No responde a eso, dándome la razón.
George y Aurora nos saludan cálidamente, como si tuviéramos años de conocernos. La cena pasa sin ningún contratiempo, no hablamos mucho mientras comemos, sólo pequeñas trivialidades. Es cuando llegan nuestros postres que Aurora empieza con su bombardeo de preguntas.
— ¿Y cómo se conocieron? — Ella pregunta, mirando con ojos brillantes de Ethan a mí.
Me pongo nerviosa, así que Ethan aprieta con dulzura mi muslo por debajo de la mesa, como intentando darme calma.
— Yo era su guardaespaldas — él es quien responde.
¿Va a contar la verdad?
— ¿Su guardaespaldas? — Aurora nos mira estupefacta.
— Sí, su guardaespaldas — él responde mientras despreocupadamente limpia la esquina de mi boca con su pulgar. Es una miga de chocolate, descubro cuando miro su dedo. El mete su pulgar en su boca, haciendo desaparecer el rastro de comida en un segundo.
Me sonríe con picardía cuando ve que lo miro fijamente.
Aurora suelta una risita, pero pronto continúa con su interrogatorio —: ¿Y cómo se enamoraron?
— Abbigail me seducía.
— ¿Qué? — Lo miro incrédula y sacudo mis manos en negación —. Eso no es cierto.
De nuevo, él se aprovecha de la situación y se inclina para dejar un corto beso en mis labios.
Y sí, otra vez me deja muda.
— Es una broma, mi amor — y ahí está de nuevo ese apelativo —. En realidad, Abbi y yo primero nos hicimos amigos. Poco a poco, sin darnos cuenta, nos enamoramos. No hubo seducción, sólo... sentimientos que fueron creciendo sin que ni siquiera lo notáramos.
Sonrío contra mi cubierto, consciente de que él tiene razón.
— Dicen que las relaciones que empiezan con una amistad son las más duraderas y solidas — comenta George.
— Sí, Abbi y yo no nos enamoramos a primera vista, eso dejémoselo a los cuentos de Disney — Ethan deja a un lado su postre a medio probar y ya lo sabía, pues el dulce no es totalmente de su agrado.
— ¿Y tú qué dices, Abbi? — Me pregunta Aurora.
Meto más del mousse de chocolate en mi boca, intentando ganar tiempo.
— Él no me agradaba al principio — lo señalo con mi cubierto —, era demasiado gruñón.
— ¡Pero si Kol es un amor! — Ella dice, como si lo conociera desde hace mucho —. ¿Y cuándo se comprometieron?
— Cuando Abbi despertó del coma — Ethan es quien responde y de nuevo por poco me atraganto con mi postre. No puedo creer que él esté diciendo la verdad.
— ¿Estuviste en coma? — La pareja me mira con sorpresa.
Pisoteo con fuerza el pie de Ethan por debajo de la mesa, enojada de que les haya dicho la verdad, pues ahora tengo que hablar del tema y, además, soportar sus miradas de compasión. Me limito a decirles que tuve un accidente de coche, evitando contarles que choqué el auto porque el psicópata hermano de mi "prometido" cortó los frenos porque lo quería asesinar a él. Claro, también me quería asesinar a mí, pero eso sólo fue un error de mal cálculo.
— Vaya, Marcus no nos había dicho nada — dice George, luciendo sorprendido —. En todo este tiempo que lo llevo conociendo, no supe nada sobre una hija que estuvo en coma.
Parpadeo, analizando sus palabras.
— ¿Todo este tiempo que lo llevas conociendo? — Pregunto —. ¿Hace cuánto conoces a mi padre?
— Dos años — responde inmediatamente.
— ¿Dos años? — Puedo sentir a Ethan tensarse a mi lado y juro por Dios que sólo quiero matarlo —. ¿Así que no es la primera vez que haces negocios con papá?
— Oh, no — George niega —. Los dos hoteles que tengo en Phoenix se han hecho bajo contratos con la constructora de tu padre. No confío en nadie más que en él.
— ¿Hoteles? — Pregunto, uniendo de a poco los cabos.
— Sí, de hecho, hoy firmamos el contrato para hacer el tercero — George mira a Ethan con confusión —. ¿No se lo habías dicho?
Miro a Ethan, esperando encontrarme con su mirada, pero él sólo mira a George, mintiendo libremente —: Sí, ya le había comentado algo — por fin me mira sin ninguna expresión en su rostro —. ¿Ya lo olvidaste, mi amor?
Mi amor tu condenada abuela, maldito mentiroso.
Sonrío falsamente hacia Aurora y George, tratando de ocultar mi enfado y decepción.
— Sí, lo siento, lo había olvidado.
Después sólo me concentro en mi postre, comiéndolo en silencio.
Ahora entiendo por qué George y Aurora le hablan con tanta familiaridad. ¡Tienen dos años de conocerlo! Ellos no están pensando en construir un hospital para personas de bajos recursos como el mentiroso me aseguró, ni mucho menos están dudando en firmar el contrato con la constructora de mi padre, y estoy segura de que Aurora tampoco es una romántica empedernida como el maldito manipulador me hizo creer.
Ethan sigue siendo un completo mentiroso.
No hablo en lo que queda de noche. George y Aurora parecen notar mi malestar hacia Ethan porque pronto deciden que la noche ha acabado. Salgo del restaurante hacia el coche y me monto en silencio, esperando a que me lleve de vuelta a casa.
— Abbi...
— No digas nada — le pido.
— Pequeña, por fav...
— No — lo corto —, por lo que más quieras, Ethan, sólo cállate.
Él obedece y esta vez no enciende el estéreo, así que el silencio del coche es mucho más pesado e incómodo que nunca.
Cuando parquea el auto frente al edificio, no espero a que él me abra la puerta, sino que salgo de un santiamén del coche y camino hacia la entrada del conjunto de apartamentos en donde vivo con Luke.
— ¡Escúchame, por favor! — Exclama detrás de mí.
— ¡¿Qué?! — Me giro —. ¡¿Qué otra mentira me vas a decir?!
— ¡No tenía otra opción! — Grita desesperado, acercándose a mí con pasos cautos —. ¡Me cerraste todas las puertas, no podía así, Abbi! ¡Entiéndeme, era la única forma en que podía acercarme a ti!
— ¡¿Acercarte a mí?! — Inquiero con incredulidad —. ¡No te acercas a mí con mentiras, Ethan Fuster, te alejas de mí con mentiras!
— Ponte por un maldito segundo en mi lugar — junta sus manos, como si me estuviera rogando —. Sólo por un maldito segundo, Abbigail, uno solo, ponte en mi lugar.
— ¡Ponte tú en el mío! Mientes tan fácilmente, con tanta habilidad, que me cuestiono si todo lo que viene de ti es eso, ¡una mentira!
Arruga su rostro y aparta la mirada, como si hubiera dado justo en el blanco.
Y lo entiendo, él no ha acabado con todas sus mentiras.
— ¿Qué más me ocultas? — Sollozo sin aire, sin poder creerlo —. ¿Qué más me ocultas? Dímelo, Ethan, acaba ya con toda tu red elaborada de mentiras.
Espero por él, lo hago. Oro en mi interior para que él sea sincero conmigo por una vez en su vida, para que acabe con tantos secretos que crean una distancia abismal entre nosotros... pero él no dice nada.
Envuelvo mi vientre con mis brazos, luchando por reprimir el dolor tan grande que siento.
No puedo creer que estuve a punto de darle una oportunidad.
— ¿Dices que estás intentando cambiar por mí? — Pregunto en voz muy baja, acercándome a él para verlo directamente a los ojos, para que él me mire y me niegue la verdad directo en mi cara —. Otra mentira, tú no has cambiado. Sigues siendo el mismo mentiroso que entró a mi vida desde el primer día.
— No es cierto — susurra.
Alza sus manos para alcanzar mi rostro, pero involuntariamente hago una mueca porque sólo imaginar su tacto en mí duele. Él lo comprende, pues baja las manos antes de tocarme, mirándoselas con impotencia.
Lo miro fijamente, sin poder creer cuánto lo amo y cuánto me daña al mismo tiempo.
— ¿Te das cuenta de que el obstáculo más grande entre tú y yo eres tú mismo?
— Abbi... — cierra los ojos como si mis palabras lo hirieran.
Limpio con cuidado mis lágrimas, mirando en otra dirección porque no soporto ver su rostro.
— Se acabó, Ethan... ya no más.
— ¡Eres tú el obstáculo! ¡Eres tú la que se está rindiendo sin ni siquiera intentarlo! — Grita —. ¡Una cobarde, eso es lo que eres, una maldita cobarde!
Estiro mi mano y lo cacheteo con fuerza. El sonido del impacto retumba entre ambos, como un eco de lo rotas que están las cosas entre nosotros.
— ¿Una cobarde? — Sonrío con tristeza —. Tú eres quien se esconde detrás de mentiras, ¿y la cobarde soy yo?
— ¡Te rindes sin ni siquiera intentarlo!
— ¡¿Y puedes culparme?! — Entierro mi dedo en su pecho, haciéndolo retroceder un paso —. Dime, ¡¿puedes culparme?! ¡Tú, en mi lugar, ¿te darías una oportunidad?!
De repente, toma fervientemente mi rostro entre sus manos y estrella con brusquedad sus labios con los míos.
Su beso es fuerte, necesitado, tan desesperado.
Este es Ethan actuando cuando sabe que las palabras ya no arreglarán nada.
En otro momento, su beso me habría puesto de rodillas, pero ahora... ahora no.
¿Qué espera? ¿Envolverme con sus besos? ¿Embaucarme con sus caricias? ¿Manipularme con su toque?
No.
Me pueden temblar las piernas por su cercanía, me pueden arder los labios por la necesidad de los suyos, puedo temblar por el deseo de su tacto... pero no.
Estrello mis manos contra su pecho, haciéndolo retroceder dos largos pasos. Mirándolo a los ojos, me quito el anillo y lo lanzo al piso, ignorando el evidente dolor en su rostro.
— No voy a volverme a enamorar de una mentira, Ethan.
Y me voy.