Abbigail.
— ¿Te has visto con mi tío Kol? — Bonnie pregunta mientras cambia de ropa a una de las muchas muñecas con las que estamos jugando.
Me detengo, mirándola con cautela, sin saber cómo debo responderle.
— Hace tiempo no lo veo.
— ¿Cuánto? — Mira la muñeca con detenimiento, pero sé que su atención está en mi respuesta.
— Un mes — le acepto.
— ¡¿Tanto?! — Ella se escandaliza —. ¡¿Y por qué?!
— Hemos estado ocupados, nena — me estiro y toco la punta de su nariz —. ¿Por qué tan curiosa?
— Él quiere que seas su novia.
Él puede querer muchas cosas, eso no significa que las tendrá.
Antes de que pueda decir algo que pueda herirla, Evy nos interrumpe —: Cariño, ve a bañarte.
— Pero, mamá, estoy con Abbi — protesta.
— Bonnie — la voz de Evy se endurece un poco —. A la ducha.
Bo rueda los ojos, luciendo fastidiada. Ese gesto me recuerda mucho a Ethan. Finalmente, de mala gana, la pequeña termina obedeciendo.
Me llevé una sorpresa enorme al encontrarme con Bonnie cuando me abrió la puerta del apartamento en donde vive con su madre. Por fin, después de semanas yendo a terapias para volver a caminar, lo logré. Y aunque he estado ocupada consiguiendo el grado del colegio, conseguí tiempo para venir a visitarlas. La pequeña niña de seis años que yo recordaba ya no es tan pequeña. Ahora tiene nueve y aunque su cabello no es abundante, ahora sí tiene y se ve hermosa. Su rostro ya no es pálido ni tiene esos moretones por todo su cuerpo. Me alegra tanto que Ethan le haya podido pagar un hospital especializado en niños con cáncer. El cambio en Bo ha sido muy evidente. Según lo que Evy me ha dicho, el cáncer no se ha ido, aún está la lucha, pero Bo está mucho mejor de lo que yo la recordaba.
— Mi hermano está insufrible desde que te fuiste a vivir con Luke — me dice Evy, sentándose a mi lado.
— Mmm... — murmuro haciéndome la desentendida, como si no hubiera sido testigo de cómo él, cada noche, va a tocar con insistencia la puerta en donde Luke y yo vivimos. Nunca le he abierto.
— ¿Vas a perdonarlo? — Pregunta.
— Evy... — la miro —. No quiero hablar sobre tu hermano.
Ella ignora mi petición y no sé por qué me sorprende.
— Puede... — parece pensar un poco en sus palabras, tratando de ser cuidadosa —. Puede que mi hermano no sea muy bueno demostrando sus sentimientos, pero dale algo de crédito, eres la primera persona por quien él se preocupa, por quien siente algo... no sabe cómo expresarlo, ¿me comprendes?
— No lo sé...
— Mira, él es como un niño aprendiendo algo nuevo. Todo lo relacionado contigo es nuevo para Kol, Abbi. Él nunca tuvo una novia, nunca tuvo a alguien cercano con quien hablar, nunca confió en nadie, nunca supo lo que es amar a alguien, no sabe lo que es ser amado... está aprendiendo todo contigo, lo está intentando. No seas tan dura con él, estoy segura de que está haciendo su mejor intento.
Me quedo pensando en sus palabras porque soy consciente de que ella tiene razón. Sé que Ethan es inexperto en todo lo relacionado a nosotros, sin embargo, eso no significa que deba pasarle cada cosa que me haga, cada error que cometa.
— Así que Victor y tú... — cambio de tema —. ¿Ya están saliendo?
— Sí — la sonrisa que me da me dice que está feliz de tener al doctor Caldwell con ella.
Lo sabía, sabía que ellos dos terminarían juntos. A Victor el amor se le salía por los poros cada vez que veía a Evy, y a ella sólo le faltaba superar todos esos miedos que tenía. Me alegra por ellos, me alegra por Evy porque sé que Victor es un buen hombre y la va a amar como ella lo merece.
Por las próximas dos horas, no permito que Ethan sea tema de conversación.
Es lo mejor.
|...|
— ¿Para qué me querías ver, papá? — Pregunto tan pronto entro en su oficina.
Él levanta la vista de su escritorio, sus ojos inspeccionándome como si se estuviera asegurando de que estoy bien. Quisiera decir que nuestra relación ha mejorado, pero no lo ha hecho. Son demasiadas heridas abiertas, heridas que construí por tantos años, ¿cómo podré confiar en él?
— Siéntate — señala el mueble frente a él.
— No es necesario, no estoy aquí de visita. ¿Para qué me mandaste a llamar?
Noto la ira que brilla en sus ojos debido a mi grosería. Levanto una ceja, retándolo a que me diga algo al respecto. No lo hace.
— Fancy está arreglando un almuerzo el domingo para que conozcas a Dest.
— ¿Y no me lo pudiste decir por teléfono debido a qué...? —Lo insto a responder.
— Debido a que quería verte, eres mi hija.
Sí, bueno, lo recordó muy tarde.
— Dile a mi hermana que estaré allí, ¿algo más?
Suspira con evidente resignación y termina negando —: No, Abbi, nada más.
Asiento y me dirijo hacia la puerta para irme, pero me detengo en el último momento. — ¿Mi abuela cuándo regresa de su viaje?
Él se tensiona por mi pregunta, lo que me hace mirarlo con sospecha. El tema de mi abuela es algo que a él lo hace sentir incómodo, pero siento que hay más, es como si me estuviera ocultando algo importante.
— No regresará pronto — apila unos documentos con sus manos.
— ¿Qué me estás ocultando?
— Nada — se pone de pie y camina hacia mí. Me estira un pequeño papel y me congelo cuando veo lo que es.
— No lo quiero, papá.
— ¿De qué vas a vivir? Necesitas dinero.
Aparto su mano con su cheque.
— Estoy bien, Luke me está ayudando.
— ¿Vas a ser una carga para él?
Retrocedo por sus palabras, sintiéndolas como un puñal.
— ¿Lo dices por experiencia? ¿Eso era yo para ti? ¿Una carga? — Él sacude la cabeza, hasta ahora comprendiendo lo que ha dicho —. No te preocupes, papá, Luke no es para nada como tú.
— Sólo quiero que estés bien.
— Y lo estoy — le afirmo —. Estoy mejor que nunca. Luke y yo estamos bien, no nos falta nada y ya estoy consiguiendo un empleo.
— Tú nunca has trabajado, Abbigail.
— Lo empezaré a hacer. Mira... — aparto mi cabello, buscando las palabras correctas para no discutir —, estoy bien, de verdad, estoy bien.
Retrocedo un paso cuando él avanza dos, pero no consigo alejarme lo suficientemente rápido; su mano toma mi mejilla en una suave caricia. Cierro los ojos cuando las lágrimas me llegan. Es la primera vez que él me toca en años, en lo que se siente toda una vida.
— Prométeme que acudirás a mí si necesitas algo, cualquier cosa, me lo dirás.
— Papá...
— Promételo — su pulgar limpia una resbaladiza lágrima.
Abro los ojos y veo en él allí su necesidad de estar para mí, veo su dolor por mi rechazo. Y quiero bajar las murallas que construí para él, decirle que le perdono todo... pero no estoy lista.
Me aparto otro paso, provocando que su mano caiga de mi piel.
Limpio mi rostro y camino hacia la puerta, necesitando alejarme de él. Sin embargo, antes de salir, le digo —: Lo prometo.
Cada vez que lo veo mis murallas quieren quebrarse y sólo deseo correr a sus brazos como una niña que necesita a su padre. Porque lo necesito, lo he necesitado toda mi vida. Y mi interior se vuelve un caos porque no sé si estoy tomando la decisión correcta.
Me detengo de sopetón cuando choco con un pecho, manos cálidas sostienen mi cintura y me mantienen de pie. Y yo conozco esas manos, ese tacto muy bien.
— Hola — Ethan me saluda con una sonrisa que parece sentir en cada pedazo de su piel. Su sonrisa es hermosa y sincera, y odio lo que provoca en mí. Un mes sin verlo y mis sentimientos por él no desaparecen ni siquiera un poco.
— Hola — giro mi rostro cuando él inclina el suyo, me estremezco cuando sus labios se posan en mi mejilla.
Me aclaro la garganta e intento retroceder un paso, pero su firme agarre en mi cintura no me lo permite.
— ¿Puedes venir a mi oficina un momento? — Pregunta con sus labios aún sobre mi piel.
— Ethan...
— Quiero enseñarte algo.
Una mirada a sus ojos y yo asiento. Me aparto para que él guíe el camino, pero no me lo permite. Su mano se planta en mi espalda baja y suavemente me conduce a donde quiere. Dentro de la oficina no me permito detallarla, no me permito familiarizarme con este lugar porque me digo que no me interesa en dónde él pasa la mayoría de su día.
Silenciosamente él se mueve a su escritorio y saca una carpeta con papeles. Lo miro en todo momento, cautelosa por cada uno de sus movimientos.
— He querido entregarte esto desde hace unos días, pero... — intenta sonreír —. Nunca me abres la puerta cuando voy a buscarte, a pesar de que lo hago a diario.
De alguna forma me hace sentir culpable, algo que no tengo porqué sentir. Sacudo ese sentimiento fuera de mí. Sé que tengo todo el derecho de evitarlo y no tengo por qué explicarme.
— ¿Qué es esto? — Señalo la carpeta.
— Descúbrelo tú misma.
Tomo la carpeta con reticencia y reviso el contenido. Miro sus ojos grises cada pocos segundos, evitando que él haga un inesperado movimiento. Estar ceca de él es peor que caminar sobre vidrios.
— Es información sobre la Universidad de Phoenix — le digo cuando leo.
— También está el plan de estudio de trabajo social — se acerca y busca un papel que deja sobre todos para que yo lo pueda observar —. ¿Ves? Ahí está.
Giro mi rostro y lo miro. Me siento demasiada conmocionada por lo que me ha dicho, así que por primera vez no me importa su proximidad.
— ¿Cómo sabes lo que quiero estudiar?
Sus ojos repasan mi rostro de arriba abajo, logrando ponerme nerviosa.
— ¿Cómo podría no saberlo, muñeca?
Su mano busca la mía, pero cierro rápidamente la carpeta y me alejo, evitando que me toque.
— Las clases ya empezaron, no creo que me acepten.
— Conseguí que accedieran a hacerte un examen. Si lo pasas, entras.
Su "conseguí" me suena a dinero de por medio.
— Ni siquiera me han dado el diploma del colegio, Ethan, me lo dan la otra semana.
— Envíamelo apenas lo tengas, yo me encargo de tu inscripción.
Muerdo mi labio, dudando.
— ¿Estás seguro?
— La que tiene que estar segura eres tú — señala la carpeta en mis manos —. Lee todo lo que hay ahí y al final toma una decisión. Lo que decidas, te apoyaré.
Lo miro fijamente, sin poder creer lo que está haciendo. Y se lo agradezco, pero necesito ser clara.
— Esto no cambia nada entre nosotros.
— Lo sé — pero se acerca con una mirada extraña en sus ojos, una mirada de la que quiero escapar.
— Voy a seguir evitándote — retrocedo un paso, girando antes de que pueda llegar a mí.
— Lo sé — y continúa acercándose.
— Sólo te daré las gracias — miro hacia atrás cuando choco con su escritorio, mi corazón parece querer salirse de mi cuerpo.
— Lo sé.
— Apártate — dejo las manos sobre su pecho.
— No — sus manos caen en su escritorio, justo a cada lado de mí, enjaulándome. Tirito cuando se agacha, quedando a mi altura.
— No quiero besarte — digo con voz temblorosa.
Él sonríe con todos sus dientes.
— ¿Quién dijo algo de besarse? — Su voz es tan baja como la mía.
Inclino mi cabeza hacia atrás cuando su boca roza la mía. Le huyo, pero él continúa buscándome.
— Te odio.
— Te amo.
Chillo y me inclino más hacia atrás, pero sólo estoy consiguiendo que nuestras caderas se rocen cada vez más de una manera demasiado intima.
Suelto un tembloroso suspiro cuando besa la esquina de mi boca e inevitablemente mis ojos se cierra. Y lucho, de verdad lo hago, yo lucho en contra de esto... pero sigo siendo débil cada vez que él me toca. Sus labios atrapan mi labio inferior en una suave succión y no lo suelta, ni siquiera cuando el teléfono suena detrás de nosotros.
— Contesta — le pido, girando mi rostro y tocando mi boca para intentar quitar su sabor de mí.
Ethan suspira contra mi cuello, pero hace lo que le pido. Estira su brazo sin alejarse y toma el teléfono de su escritorio. Él asiente a lo que sea que le dicen y cuelga con un —: Hazlos pasar.
— ¿Quién viene? — Susurro por nuestra aún cercanía.
Su respuesta es tocar sus labios con los míos una vez más, pero esta vez su beso es más inocente, casi dulce.
— Oh — la voz de una mujer me escandaliza.
Miro sobre el hombro de Ethan y me encuentro con una pareja de mediana edad que nos observan con sorpresa y curiosidad. De repente, Ethan suelta una jovial risa que no esperaba y me abraza por la cintura.
— No debieron ver eso — murmura sobre mi coronilla, luego besa mi cabello y se aparta para mirar a la extraña pareja.
Me siento en otra dimensión.
— No sabía que tenías novia, Kol — dice el hombre, entrando en la oficina junto a la mujer que está a su lado.
— No es mi novia — Ethan pone su mano en mi espalda baja y me conduce más cerca de ellos —, Abbigail es en realidad mi prometida.
Lo miro con ojos grandes, ¡¿qué demonios?!
— ¡Felicidades! — La mujer se acerca y nos abraza a ambos. Cuando se gira hacia el hombre que nos sigue mirando con sorpresa, le dice —: ¿No es eso maravilloso, querido?
— Sí, eso es muy bueno — él asiente y me extiende su mano la cual yo estrecho de inmediato, aún sin salir de mi estado de shock —. Soy George Roberts.
— Abbigail Petterson — digo con aturdimiento.
— ¡Tú debes ser la hija de Marcus! — La mujer parece conectar los puntos —. Yo soy Aurora.
— Ellos están interesados en hacer negocios con la constructora, mi amor — Ethan explica cerca de mi oído.
Me alejo y lo miro aún más perpleja.
¡¿Cómo me ha llamado?!
Antes de que algo salga de mi boca, la mujer toma mi mano y grita con entusiasmo —: ¡Tu anillo es precioso!
¿Qué ha dicho?
Miro la mano que ella sostiene. Y allí está, envuelto en mi dedo, un anillo de compromiso que estoy segura no tenía hace unos minutos. Es de oro blanco, delgado y con pequeños diamantes incrustados en él. Es sencillo, pero hermoso.
Miro a Ethan totalmente en blanco.
¿Qué es lo que está pasando?
— ¿Tú cuándo pusiste...? — Antes de que pueda terminar mi pregunta, él besa cortamente mis labios, callándome.
— Aún no hemos decidido la fecha, pero será pronto — él dice, mirándome a los ojos.
— ¿Qué demon...? — Corta de nuevo mis palabras con un pequeño beso de pico.
— Por supuesto, ustedes estarán invitados a la boda.
Boda mi culo.
¿Qué rayos le sucede a ese imbécil?
Aurora luce feliz con la noticia, como si fuéramos íntimos amigos y ella hubiera sido nuestro cupido. Su esposo luce feliz de ver a su esposa feliz, lo que me dan ganas de vomitar. ¿Por qué Ethan les está mintiendo?
— Veníamos a hacerte una invitación para cenar mañana, Kol, pero ahora que veo tu compañía — George me señala con una sonrisa —, me gustaría invitarlos a los dos. A Aurora y a mí nos encantaría conocerlos antes de firmar el contrato.
— Claro, estaremos allí — el impostor está de acuerdo.
— Dejaré la dirección y la hora con tu secretaria. Nos vemos mañana, chicos.
La pareja se marcha no sin antes despedirse con efusivos abrazos, lo que me deja aún más descolocada. Tan pronto se cierra la puerta y el impostor y yo quedamos a solas, abro mi boca en grande.
— No vayas a gritar — Ethan susurra, tapando mi boca con su mano, el bastardo mentiroso. — Ellos están buscando una constructora para invertir en un nuevo proyecto, pero no los veía muy convencidos de querer elegirnos a nosotros. Así que averigüé en internet, por cierto, dice cosas muy íntimas sobre ellos — sacude la cabeza como si estuviera perturbado, finalmente continúa diciendo —: Y me enteré de que Aurora es una romántica empedernida, así que me imaginé que, si le presentábamos una historia de amor frente a sus ojos, ella rápidamente quedaría cautivada por nosotros.
Le abro los ojos en grande y niego —: ¡Mmm-mmm!
— Un hospital para gente de bajos recursos, ese es el proyecto en el que ellos quieren invertir.
Maldición, él me tiene. Me conoce lo suficiente para saber que no me voy a negar.
— ¡Mmm! — Grito sobre su mano, lo que provoca que él ría.
— Maldita sea, te amo — toma mi rostro y planta un duro y corto beso en mis labios.
Lo empujo por el pecho, alejándolo, y su sonrisa continúa sin irse.
— ¡Me estás utilizando para hacer tus negocios!
— En realidad, estoy utilizando mis negocios para pasar tiempo contigo — se acerca y toma mi cintura, pero aparto sus manos de mí.
— ¡Estás jugando sucio!
— Nunca dije que no lo haría — besa mi mejilla por besar mi boca.
— ¡Deja de tocarme!
— Deja de ser tan hermosa.
— ¡Quieto! — Golpeo su mano antes de que pueda tomar la mía.
— Estoy quieto — levanta sus manos como en una ofrenda de paz —, pero dime que cenarás conmigo mañana.
— Cenaré con ellos — señalo la puerta por donde ellos salieron —, ¡no contigo!
— En realidad... — antes de que pueda decir algo más, una bonita rubia entra. Ethan la mira de inmediato y luce confundido y enojado cuando le pregunta —: ¿Por qué no tocas la puerta, Vanessa?
Ella mira de Ethan a mí, luciendo ligeramente enfadada.
— Señor Donovan, tiene una reunión en la sala de juntas dentro de cinco minutos.
— Allí estaré, puedes volver a tu lugar de trabajo — él responde, pero mirándome a mí.
Tan pronto ella se marcha, una sonrisita se forma en mis labios. — ¿Señor Donovan? ¿No sería señor Fuster? Oh, lo siento, olvidé que me mentiste hasta con tu nombre, Kolethan.
Él hace una mueca.
— ¿Pelearemos por mi nombre?
— Kolethan — repito, mirándolo con burla.
— Abbigail — advierte.
Tomo mi bolso y la carpeta con la información de la universidad, sin fijarme en qué momento dejé caer todo al piso. Supongo que en algún segundo mientras él me acosaba.
Maldito.
— ¿Te vas? — Se interpone en mi camino antes de que pueda tocar la puerta.
— Tiene una reunión, señor Donovan.
— Tú eres más importante.
Retrocedo un paso cuando él intenta apartar el cabello de mi rostro. Le gruño, enseñando mis dientes.
— ¡Basta!
De nuevo está allí, esa sonrisa de niño travieso.
Lo odio porque no lo odio.
— ¿Cenaremos mañana?
— Apártate.
— Sólo dilo, Abbi, y me apartaré.
— ¡Cenaré con ustedes mañana! ¡¿Feliz?!
Se mueve a un lado, dejándome pasar.
Es cuando estoy fuera, a mitad de pasillo, que lo escucho gritar —: ¡Nos vemos mañana, mi amor!
Ignoro la mirada de todos los curiosos, enojada por las estúpidas jugadas del renovado perro guardián. Y es sólo cuando ya estoy afuera que descubro... no le devolví el anillo.