Kol.
— ¡¿Qué?! — Grito, levantando mi cuerpo de la cama.
Jayden continúa hablándome al teléfono —: Subieron una foto en las r************* , ellas están en un pub.
— Hace menos de una hora dejé a Abbigail en el apartamento de Luke, ¿estás seguro?
— Maldición, Kol, estoy seguro. Barbara y Abbi están en un pub.
— Abbigail no puede beber, ella está tomando medicame...
Él me interrumpe y me abstengo a mandarlo a la mierda.
— Sé en qué pub están, he ido — él se escucha furioso como la mierda, un muy buen contraste con mi propio humor —. Estoy fuera de la ciudad con mi tío, no me puedo mover de aquí. Ve.
— No me des órdenes — mascullo.
— Bueno, entonces no vayas, ¡y que algún maldito hijo de puta se aproveche de ellas!
— Cállate — tomo la primera camisa que encuentro en mi armario.
— No dejes que nadie se acerque a Bárbara, me lo debes por llamarte. Te paso la ubicación por mensaje.
Cuelga sin decir más.
De inmediato llamo a Abbigail, pero no me responde. Lo intento con la rubia y con Luke, pero también son un caso perdido. Me pregunto si ella hace esto para vengarse de mí por lo sucedido con Aurora y George... Carajo, no tengo duda de que lo está haciendo por ellos, y eso sólo me enfurece más.
Y cuando olvido que estoy enamorado de una niña, cosas como estas me lo recuerdan.
Siento que la rabia fluye en mis venas como fuego cuando, al entrar al pub, la encuentro subida en una mesa, bailando con algún idiota. Y no basta con que esté bailando provocativamente, oh no, ella además olvida lo corto que es su vestido y cómo malditamente está enseñando sus bragas a todo el que la vea.
Ignoro cómo Luke y Bárbara empalidecen cuando me ven desde una de las mesas. La rubia hace el intento de acercárseme, pero al diablo, con una sola mirada le advierto. Ella retrocede, mirando de Abbi a mí con los ojos fuera de sus orbitas.
Y es que siento que voy a desatar el infierno.
— ¡Bájate! — Grito, provocando que aún por encima de la alta música varias personas se congelen y me miren.
Sé exactamente el momento en el que Abbigail me escucha. Ella detiene su baile, apoyándose en el chico que está junto a ella y que no suelta sus manos de sus caderas, como si tuviera algún puto derecho sobre lo que es mío.
— ¡Bájate! — Repito con voz letal, advirtiéndole que no estoy para juegos.
Oh, pero es Abbigail, ella siempre empuja mis límites.
Casi escupo fuego por la boca cuando no me obedece, no, ella habla con el maldito chico y me ignora como si no estuviera en el lugar.
A la mierda.
Me acerco y tomo sus piernas, provocando que caiga directamente sobre mí. La subo sobre mi hombro, dejando mi mano en su trasero para mantener su vestido sujeto a su piel, evitando que alguien más vea sus bragas.
— Nos vamos — gruño.
— ¡Bájame! — Sus manos golpean mi espalda y puedo decir que está furiosa, pero seguro no más que yo.
— Cállate — vuelvo a gruñir y una voz en mi cabeza me dice que estoy siendo un hombre de las cavernas, pero cuando se trata de Abbigail primero viene actuar y luego pensar, ese es el hombre loco en el que ella me convierte.
— Kol, detente — escucho a Luke y a Bárbara detrás de mí, pero no me giro hasta que siento un jaloneo en mi camiseta. Los miro furioso, tan cabreado que el enojo no cabe dentro de mí.
— ¿Qué clase de amigos son ustedes? — Los riño, mi voz demostrando todo lo que siento —. Entiendan en sus pequeñas cabezas de nuez que Abbigail acaba de salir de un coma de tres años. No es adecuado que haga malabares sobre una mesa y, además, ¡usando putos tacones!
— Pero...
— ¡Ni siquiera me hagan hablar del alcohol! — Termino, interrumpiendo a Luke antes de que hable —. ¡Y tú quédate malditamente quieta, Abbigail! — Y golpeo su trasero con fuerza, resaltando mi punto.
— ¡Vete al infierno!
— ¡Allí me tienes, pequeña idiota! Y ustedes — miro a Luke y a Bárbara —, ¡si saben lo que les conviene, no se meterán en mi camino!
Y como el loco descontrolado que me siento, me dirijo a la salida, sólo para soltar a Abbi cuando un fuerte mordisco es dado en mi espalda baja.
Joder, ella me va a matar, lo juro que sí.
La bajo antes de que pueda volver a morderme y la arrincono contra la pared. Cuando siento a uno de los guardias de seguridad detrás de mí, le advierto sobre mi hombro —: Es mi mujer, no te metas.
Y sabiendo lo que le conviene, el sujeto se aleja.
— Eres... — Abbi me mira con incredulidad —, ¡eres un imbécil, idiota, hijo de put...
— ¡Mi madre era una santa, no te atrevas a insultarla!
— ¡Pues tú no heredaste la santidad de ella! — Me ruge —. ¡¿Cuál es tu maldito problema?!
— ¡Por supuesto que tú eres mi problema! — Grito con un deje de desesperación que se me escapa —. ¡¿Me quieres volver loco o qué carajos?!
— ¡Pero si loco ya estás!
— ¡Y es todo gracias a ti! — Y como el loco que ella me acusa de ser, tomo con brusquedad los costados de su cabeza, enterrando mis dedos en su cabello, y la beso con descontrol. Un sonido que no puedo identificar si es de placer o furia escapa de sus labios, pero me lo trago con mi boca, yendo por más. Por primera vez en años, mi lengua se adentra ávidamente y pruebo su sabor, recordándome y recordándole exactamente de quién es su boca, de quién es toda ella.
— ¡Eres un bruto! — Gruñe contra mí, empujándome con sus brazos. Tomo sus muñecas y las sostengo en el aire, evitando sus golpes. La miro más allá de furioso, furioso y excitado; sólo ella puede ponerme tan alto con estas dos emociones juntas.
— Te subes en mi coche — digo con brusquedad —, y nos largamos ya mismo de aquí.
— Tú no tienes ningún poder sobre mí — dice con indignación —, no me voy a ir de aquí. Me estaba divirtiendo y justo eso es lo que voy a seguir haciendo.
— Pude probar el alcohol en tu boca, así que vete al infierno si piensas que te dejaré seguir aquí.
— Vete tú al infierno — zafa sus muñecas de mi agarre —, eres un grosero y guache hombre troglodita que tiene el cerebro del tamaño de una moneda... ¡cabrón!
La miro mientras los insultos salen de sus labios y sólo pienso en follar esa boca, justo después de que ella me escuche acerca de su seguridad.
Su respiración se entrecorta cuando me aproximo más, hasta que sus pechos se aprietan contra mi pecho. Cuando siento sus duros pezones a través de la delgada tela de su vestido, comprendo que no está usando sujetador. Eso me cabrea y me pone aún más duro, mi cerebro peleando con mi polla sobre cuál sentimiento debe ganar.
Por supuesto, ganan los celos.
— Al carajo, Abbigail, te vas a ir ya mismo conmigo de aquí — llevo la mano entre nosotros y atrapo un pezón entre mis dedos, provocando un lloriqueo por su parte —. Esto — tironeo el brote con un poco de fuerza —, esto no lo ve nadie más, incluso si es a través de tu vestido, ¿te queda claro?
Sus ojos están pesados y lujuria brilla en ellos, haciendo cada segundo más difícil. ¿Qué tan jodido sería si la follo por primera vez en el baño de este pub?
— Si me obligas a salir de aquí te juro que cada noche voy a encontrar la forma de ir a un pub sin que tú puedas evitarlo — la pequeña mocosa amenaza —. Y la próxima vez lo haré sola, sin Bárbara o Luke, así se te hará más difícil encontrarme.
Retuerzo su pezón con más fuerza y ella hace lo mismo con el mío, atrapándolo a través de mi camiseta, ambos mirándonos con desafío. Finalmente, cuando comprendo que sus amenazas son ciertas, la suelto. El dolor en mi pezón es punzante, sin embargo, cuando veo cómo ella junta sus muslos con necesidad, comprendo que el único que recibió dolor fui yo.
La jalo del brazo y pongo mi boca en su oreja —. Dejas que un hombre te toque y lo juro por Dios que en menos de dos segundos te saco del maldito lugar y me van a valer mierda tus amenazas de cría. Se desatará el infierno si te veo con otro hombre mientras tu coño está mojado por mí, ¿lo comprendes?
Jadea con indignación, pero la miro directo a los ojos, esperando que vea cuán enserio estoy hablando.
— Te he preguntado si comprendes, Abbigail.
Cuando asiente con sus ojos brillando con una furia casi maniaca, la suelto. La miro fijamente mientras se acerca a sus amigos. Con una sonrisa llena de sarcasmo, señala a Luke, como si me estuviera pidiendo permiso para bailar con él. Mocosa. Ruedo los ojos y camino directo a la barra, en donde pido un whisky.
De repente, a mitad de mi bebida, Bárbara se me acerca luciendo furiosa. La miro desconcertado, pero comprendo todo cuando deja bruscamente su teléfono frente a mi rostro, enseñándome un mensaje de Jayden: "No querrás saber lo que pasará si Kol me dice que te vio bailando con algún idiota. Hablo enserio, princesa".
Resoplo y llevo el resto de mi bebida a mis labios, meditando en qué momento me convertí de nuevo en niñera. La rubia no aprecia que la ignore, así que la miro aburridamente sobre mi hombro cuando estrella su puño en mi antebrazo con lo que ella cree es fuerza.
— Dementes — me grita con irritación antes de ir de nuevo con Abbi.
Los observo mientras sostengo mi segundo vaso de whisky en mi mano, de alguna forma mi enojo desapareciendo cuando observo la sonrisa de Abbi divirtiéndose con sus amigos. Maldición, haría cientos de veces más de niñera si consigo esto, un vistazo de esa increíble sonrisa suya.
Arrugo mi nariz con enojo cuando un toque en mi antebrazo quita mi atención de Abbi. Una mujer de aproximadamente mi edad me sonríe y cuando no le respondo nada, dice —: Te he estado observando desde que pediste tu bebida, armándome de valor para venir a presentarme — me estira su mano —, soy Daya.
Acepto su mano y digo cortamente mi nombre antes de girar de nuevo hacia Abbi, no queriendo perderme otro segundo de su sonrisa. Entonces la mujer vuelve a hablar, distrayéndome debido a lo curioso de sus palabras —: ¿Cuál es tu hermana?
— ¿Cómo? — Pregunto.
— Sí, ¿cuál es tu hermana? — Señala hacia donde los chicos se encuentran —, ¿o es el rubio tu hermano?
Me río sin poder evitarlo. ¿Luke mi hermano? Imposible. Mi hermano es un maniaco psicópata, Luke está lejos de ser eso. Por supuesto, no es eso lo que digo. No digo nada, sólo niego con la cabeza.
Ella continúa —: Me refiero a que evidentemente viniste a cuidarlos, así que me preguntaba cuál es tu hermana. Tengo un hermano de aproximadamente la edad de ellos, sé lo difíciles que pueden llegar a ser.
Me río contra el vaso de mi bebida, pero de nuevo no le digo nada. Afortunadamente, ella no añade más, sólo se queda allí, sentada a mi lado mientras yo observo a Abbi. Y Abbi, Jesús, amo el brillo posesivo en sus ojos cuando observa la mujer a mi lado. Sonrío y levanto mi ceja, retándola a que haga algo.
Y ella hace algo, pero no lo que esperaba.
Me pongo inmediatamente de pie tan pronto ella empieza a bailar con algún sujeto que escoge al azar. Debí saber que haría esto, sin embargo, no creí que ella tentara su suerte de esta forma.
Tomo al sujeto de su camiseta y lo hago a un lado, enviándole una sola mirada de advertencia para que se marche. Tomando a Abbi por las caderas, descubro el momento exacto en que ella sabe que soy yo. Su espalda se apoya contra mi pecho y todo su cuerpo de inmediato se relaja. A pesar de lo inconclusas que están las cosas entre nosotros, me trae paz saber que de alguna forma encuentra refugio en mí.
— Pensé que no bailabas — murmura apoyando su cabeza en mi hombro, sus labios rozando mi mejilla.
Afianzo mi agarre en sus caderas y absorbo lo que es tenerle así, viva contra mí.
— Y no lo hago — le digo, respondiendo a sus palabras —, pero si quieres restregar tu culo en la polla de alguien más, va a ser solo en la mía.
Una risita escapa de su boca, una risita que la hace lucir más joven e inalcanzable para mí. La sostengo de los hombros cuando se gira a enfrentarme. Sus ojos brillan un poco y sé que ha tomado, de no ser así, seguramente estaría alejándome. Sin embargo, sé que no está ebria, Abbigail no es de las que se emborracha pues nunca le ha agradado el alcohol en exceso.
— Perdón — finalmente las palabras salen de mi boca.
— ¿Perdón por ser un mentiroso? — Pregunta ella —, ¿o perdón por toda la mierda que me has hecho?
Suelto una bocanada de aire y aparto la mirada, necesitando recomponerme a sus palabras, al recordatorio constante de lo mal que lo hice con ella.
— Hoy sólo quiero hablar de lo que pasó en el restaurante, de la mentira que te dije — chasquea su lengua con fastidio, pero tomo sus mejillas para que me deje terminar —: Estaba desesperado, Abbigail, y cuando estás desesperado tomas decisiones de mierda. ¿No te das cuenta de que todo acerca de nosotros cuelga de un filo hilo? No puedo dejar que ese hilo se rompa. Y si mentirte, ocultarte cosas y ser egoísta permite que ese pequeño hilo que te mantiene unida aún a mí siga intacto, tengo que hacerlo.
— Ese hilo es una fantasía si sólo lo alimentas con mentiras, Ethan — dice con intensidad —, ¿y sabes qué? Cuando todo lo que me ocultas salga a la luz, ya no habrá nada que me sujete a ti.
Tal vez, pero entonces...
— Míranos — le pido con sinceridad —, ¿no te das cuenta de que siempre encontramos el camino para volver al otro?
— ¡Y eso me enfurece! — Ella alza la voz —. ¡Me enfurece esto! — Nos señala —. ¡Me enfurece el poder que tienes sobre mí! ¡Cómo intento odiarte y no puedo! ¡Cómo intento alejarme y no puedo! ¡Cómo deseo que me sueltes en este mismo instante, pero una parte más grande desea que me beses y no me dejes ir!
La miro despacio, absorbiendo todo de ella.
— Te voy a besar.
— ¡No! — Grita, girando su boca cuando intento besarla —. Mierda — maldice contra mí —, me estás enloqueciendo.
— Ya somos dos, muñeca.
Abbi suspira contra mí, sus ojos cerrados con fuerza. El dolor se ve reflejado en todo su semblante. Y sus anteriores palabras vienen a mí, las que dijo justo antes de arrojarme el anillo. Yo soy el obstáculo más grande entre nosotros, todas mis mentiras lo son. Sé eso, lo sé tan malditamente mal, pero no hay nada dentro de mí que me permita abrir la boca y acabar con todo lo que nos separa. No puedo, mis mentiras la protegen de causarle más dolor, y mis mentiras me protegen de que ella termine de odiarme por completo.
— Me voy a ir ya, Ethan.
Maldición.
Se suelta de mí y le hace una seña a Luke y Bárbara para que se marchen, pero antes de que pueda salir de la pista de baile la envuelvo desde atrás, mis manos planas en su vientre le impiden moverse.
— Estamos entrando en un círculo vicioso que no nos lleva a nada, ¿no te das cuenta? — ella me dice, pero no quiero creerle, no quiero creer que no hay salida.
No digo nada, sólo inclino mi rostro y lo entierro en su cabello, necesitando un poco más de su cercanía.
Estoy tan jodido, he tomado tantas malas decisiones en mi vida, y la impotencia de no poder cambiar el pasado, todo lo que he hecho mal, es más de lo que puedo sobrellevar. Tener tan cerca y tan lejos lo que más me hace feliz duele, pero más duele saber que yo soy el causante de todo lo que está pasando.
— Quiero que sepas que cambiaría todo si pudiera... pero no puedo, Abbigail.
La siento suspirar, y luego dice fuerte, claro y dolorosamente —: No, no puedes.
Toma mis manos y las aleja de su vientre, y ella se marcha, dejándome en el desastre que yo mismo creé.