2 | Privado y silencioso

3834 Words
—¿Cómo que ella no esta disponible para coger? —preguntó Rick cuando le dijeron que Katherine no era una de ellas—. Nos dijeron que cualquier mujer de estas, nos daría nuestro final feliz. La mujer de antifaz marmoleado que estaba frente a ellos dos, les dijo que debió haber una confusión, porque ella era la única que aun no accedía a la nueva modalidad del club. —¿Entonces qué hace ella? —preguntó Rick. —Es una de las bailarinas exóticas —dijo la mujer mirando a los hombres de traje y corbata—. Ella no esta disponible para el sexo, pero si desean, pueden pagar por un baile privado. Rick colocó ambas manos sobre el podio de la mujer. —¡Yo no quiero un puto baile! —gritó Rick. Logan se había mantenido en silencio hasta ese momento, y cuando miró a Rick perder la cordura, sacó su tarjeta de la billetera y la extendió hacia la mujer para pagar por un baile privado. A Logan solo le importaba volver a verla, y si era a solas, mucho mejor. No le importaba si no podía cogerla. Solo necesitaba saber cómo llegar a ella. La ansiedad por tocarla, lo hizo extender la tarjeta dorada hacia la mujer y decirle que lo cargara. —¿Vas a pagar para que te vuelva a bailar? —preguntó Rick con los mismos ojos de loco—. Estamos aquí para coger. La chica le cargó el costo del baile y le regresó la tarjeta. —Tú lo estás —dijo Logan guardándola en su saco. —¿Y tú no? —le preguntó Rick—. Me hiciste que te acompañara hasta aquí porque la habías elegido. Esperaba que al menos fuese para el sexo, no para que te volviera a bailar en tanga. La mujer que se mantuvo en silencio, finalmente habló. —Sala cuatro —le dijo a Logan—. La bailarina estará ahí pronto. Logan le tocó el pecho a Rick del lado del corazón. —Te veré más tarde —le dijo cuando la chica le dijo que la siguiera—. Si no salgo, puedes irte sin mí. Logan le sonrió y siguió a la chica. —Logan. ¡Logan! —gritó Rick enojado—. Maldita sea. Logan no pensó en gastarse doscientos en un baile privado, ni en que esa mujer podía ser un conflicto en su vida. Estaba dejando sus ideales, sus buenas costumbres y su moral, para permitirle a una mujer bailarle semidesnuda. En ese momento el apellido Stryker no era ese peso que llevaba sobre los hombros. Era el distinguido y adinerado apellido que pagó la primer mejor noche de su vida, y no solo para él, sino para la hermosa Katherine. —¿Qué tal la función? —preguntó Hannah cuando ella regresó. Katherine se sentó en el enorme sofá púrpura que estaba junto al colgador de la ropa y colocó los tacones sobre la mesa. —Lo usual —dijo tronando el cuello y estirando los brazos. Hannah ya había tenido su baile y una cogida con uno de los clientes. Fue la primera de la noche, y el hombre, cuando comenzó a moverse sobre su pene, se corrió en menos de tres minutos. Para ser el primero, no fue nada mal, y considerando el aspecto del hombre, que se corriera rápido fue lo mejor. Y después de eso, tenía cien dólares más en el bolsillo de su chaqueta. —¿Viste a alguien lindo? —preguntó Hannah desde la cómoda. Katherine echó el torso hacia atrás y la peluca rozó el suelo. —Solo me pagan por bailar, no por buscar hombres entre la multitud —dijo Katherine estirándose para relajarse. Durante los primeros meses con ese trabajo, los músculos le dolían. Comenzó siendo una más de las chicas de la sala común, pero con mucho esfuerzo y trabajo, Randall la miró como su siguiente estrella. Siempre había una estrella, y la anterior dejó el trabajo porque se casó con uno de sus clientes. Randall no las ataba, pero cuando entendió que si no les colocaba correa, lo dejarían, las hizo firmar un contrato donde le vendían su alma por diez años, de los cuales Katherine llevaba cuatro dejando que los hombres morbosos y sádicos se masturbaran mirándola tocarse. Para Hannah, Katherine era un ejemplo. Era una madre soltera que se encargaba de su hogar, y sacaba adelante a su hijo enfermo. Su vida no era sencilla, y como la vida era dura, lo mejor era que tuviera a una persona que hiciera sus cargas más llevaderas. —Siempre escoges a un hombre entre la multitud, así que sí los buscas —dijo Hannah mirándose las uñas pintadas—. ¿Por qué? Katherine elevó el trasero de la silla y se estiró completamente. —Morbo —respondió Katherine—. Lo que hago con el hombre que elijo cada noche, es aumentar el morbo para que pague por mí. Hannah se limpió la comisura de los labios. —Pero no te lo coges. —No necesitas coger, cuando los tienes en la palma de la mano —agregó—. La mayoría solo quiere satisfacerse, pero si solo le das lo necesario para engancharlo, continuará regresando a ti. Katherine le dijo que eso era lo básico que aprendió en todos esos años, y que no sería sencillo mantenerlos interesados. Katherine veía a los hombres como una inversión, no como un interés amoroso ni romántico. Para ella eran ceros a la derecha, y más billetes que contar cuando acabase la noche. Hannah le dijo que lo pensaría, y cuando bajó la mirada a la cómoda, sujetó la caja de los lentes de contacto de Katherine. Al abrirlos, encontró una sorpresa que rara vez sucedía. Katherine era muy cuidadosa. —Olvidaste tus lentes de contacto —le dijo Hannah. Katherine miró la caja en las manos de Hannah y se levantó. —No —dijo destapándola—. ¡Mierda! ¡Maldita sea! Katherine se miró en el espejo de la cómoda y miró sus ojos de diferente color. Eso era un maldito error, algo que no sucedía. —Katherine, tienes un privado —dijo Randall desde la puerta. —Dame cinco minutos. —¡Ahora! —gritó—. No te p**o para mirarte en el espejo. Hannah la miró descolocada con el asunto de los lentes. El escenario era oscuro y ellas usaban antifaces y pelucas. Era suerte que alguna persona las distinguiera en la calle cuando las viese. —Póntelos —animó Hannah—. Esperemos que nadie lo notara. Katherine se quitó el antifaz y se colocó los lentes. Eran oscuros como la noche, y le ocultaban el color océano de sus ojos. Katherine bebió algo de agua, se retocó el labial y se volvió a colocar el antifaz, esa vez con las orejas de gata que usaba para los privados. Eran orejas de encaje con el borde de metal para mantenerlas erectas y que no se encorvaran en los bailes. Logan volvió a colocar su pulsera en la cerradura, y cuando entró, la puerta lo sopló antes de cerrarse. Había tres sillas iguales que las de afuera, del mismo color, y un escenario más pequeño. Había un sillón reclinable de terciopelo oscuro y las paredes estaban recubiertas por papel tapiz rojo. Todo el suelo era como una alfombra, y en el centro del escenario estaba una silla en forma de luna y a un lado un tubo de metal que era exclusivo de ella. Logan carraspeó su garganta y se sentó en el sillón de en medio. No sabía qué pose hacer, así que solo se quedó con una mano en su rodilla, cruzado de piernas de forma varonil, y la otra tocando su mentón mientras el codo se hundía en el sofá. —Bienvenido a la sala cuatro del Night Lady —dijo una seductora voz de mujer cuando las luces de apagaron de nuevo. Logan escuchó su corazón golpear su pecho cuando la música comenzó a sonar y escuchó un leve taconeo que se detuvo al final. —En este lugar, solo tenemos tres simples reglas: no se toca, no se habla, y no se proporciona información privada —dijo la suave voz programada que resonaba en la sala oscura—. La sala fue creada para el disfrute absoluto. La perversión, seducción y lujuria, estará a tus pies por los siguientes veinte minutos. Tus preocupaciones y obligaciones laborales, no tienen cabida; solo ese deseo caliente y húmedo que podrás respirar. No importa tu hogar, tu reputación, ni tu trabajo. Solo importa el dinero en tu billetera. Mantén tu mente abierta y tus billetes fluyendo, y podrás saborear el paraíso. El golpeo de la música en las bocinas le golpeaba los oídos. —Tu bailarina estará ante ti en tres, dos, uno —dijo justo cuando la luz se encendió en el centro del escenario—. Disfrútala. La voz se apagó, la música se hizo más fuerte, y la luz iluminó a Katherine. Lo primero que Logan percibió fueron las orejitas de gata, y la forma en la que deslizaba su entrepierna adelante y atrás sobre la media luna. Katherine se frotó delicada y rápidamente sobre el metal acolchado de la media luna, mientras movía las manos por su torso semidesnudo y jugaba moviendo su cabello. Llevaba una ropa diferente, aun más sugestiva que la anterior. Era de dos piezas, sin las tiras en su torso, y la tanga apenas le cubría la v****a. Cuando se abría de piernas y elevaba el trasero hacia él, Logan casi podía ver lo que ocultaba bajo la ropa ajustada. Él elevó un poco más la pierna cuando ella gateó hacia él con su antifaz y usando sus manos, le abrió las piernas. Katherine pudo ver como él ocultaba la notable erección. No era nada de que avergonzarse, era completamente normal en su trabajo. De hecho, si no los excitaba con sus movimientos, algo estaba haciendo mal. Ella se metió entre sus piernas y arrastró su torso a centímetros del suyo, llegando hasta su boca y alejándose con rapidez. Logan estiró la mano para sujetarla de la muñeca, pero ella movió el dedo haciéndole la señal de que no podía tocarla. Ella sí a él; él no a ella. Reglas eran reglas, y aunque no le gustó, continuó. Ella deslizó sus rodillas sobre el escenario delante de él y colocándose a gatas, elevó el trasero y los pies en un vaivén controlado. Abrió sus piernas y echó el cuerpo adelante, antes devolver a alzarse y deslizar su mano por su pierna hasta el talón. Katherine elevó esa pierna hacia atrás y se sentó sobre sus muslos delante de él. Katherine se tocó los labios con un dedo antes de introducirlo en su boca y sacarlo mojado para resbalarlo por su pecho, estómago, vientre y llevarlo hasta el borde de su tanga. Al ser un baile privado, las posibilidades eran más amplias, así que usando dos de sus dedos, corrió su tanga y en la oscuridad de su propio cuerpo, se masajeó entre los labios mientras echaba la cabeza hacia atrás y movía el pecho y la cadera contra sus dedos. Logan apretó la silla al clavarle las uñas y arrastrarlas hasta clavarlas en su palma en un puño cerrado. Verla tocarse ante él, gemir por lo bajo y luego regresar los dedos hasta su boca y levantarse, lo hizo perder la cordura. Katherine continuó abriéndose de piernas, mostrándole un poco la v****a y deslizando solo un poco la copa del corpiño para dejarle ver el borde del pezón rosado. Logan sentía su pene tan duro, que se removió en la silla cuando ella sujetó el tubo y enroscando sus piernas en él, se deslizó de cabeza, abrió las piernas, giró y se frotó contra él cuando lo metió entre sus nalgas y se meneó fogosa. Si afuera no podía respirar, allí dentro estaba perdiendo la cordura. Ver como la mujer le mostraba más de lo que esperaba, lo hizo mover la mano de forma casual sobre su erección. Ansiaba demasiado tocar a la mujer que bailaba ante él, que lo embobaba y lo enloquecía. La forma lasciva en la que ella alzaba el trasero o se abría ante él para que él la mirase, era depravado, era lujurioso y un poco indebido, pero qué inmenso placer cuando la mujer bajó los escalones de nuevo hacia él, y girándole, le colocó el trasero justo enfrente y usando sus manos, separó sus nalgas y jugó con ellas. Las apretó, se palmeó y las meneó mientras la mirada de Logan se perdía en su piel y la ansiedad por tocar y lamer eso que estaba bajo la tela, lo hizo ponerse aun más duro. Ella lo miró de lado y continuó moviéndose, esa vez sosteniéndose sobre los muslos del hombre. Katherine se meneó apenas rozando su erección, y Logan casi estalló. Ella no sonreía, pero escucharlo respirar profundo y agitado sobre el sonido de la música, la hizo sonreír hacia el escenario. Amaba verlos por completo sumisos y rendidos a los pies de ella. Amaba cuando tenía el poder en su cuerpo, y lo usaba a su favor. Katherine le frotó la espalda en el pecho y movió su cabeza y su cabello contra el rostro y el cuello de Logan. Había un aroma en su piel que aun no describía como algo en específico, pero tenía un toque a vainilla que cuando ella le colocaba el cabello falso contra el rostro, lo hacía apretar más duro el sillón para no tocarla. —Tienes… ¿Tienes nombre? —preguntó Logan entrecortado. Katherine se retorció más y se tocó las orejas, seguido de decirle solo un miau que sonó como la puta mejor melodía para Logan. —Gata —dijo y ella usó dos dedos para achicarlo—. Gatita. Katherine asintió con el rostro cerca del suyo. —Ok, sin nombre real —dijo Logan. Katherine se elevó y giró para sentarse a horcajadas sobre él. —¿Así que no te…? Ya sabes —dijo Logan de nuevo y ella negó con la cabeza cuando deslizó las manos por su pecho—. ¿Por qué? Katherine meneó la cintura y escuchó como de la boca de Logan brotaba un gemido masculino. Lo tenía justo donde lo quería. —Supongo que no lo necesitas —dijo él sonriendo por comprender lo que ella le hacía, y justo cuando se acercó mucho más para menearse, Logan volvió a mirar sus ojos—. Habría jurado que tus ojos eran de otro color. Ahora están oscuros. Katherine tragó saliva, pero no dejó que el comentario la desconcentrara. Debía quedar poco tiempo, y él lo sabía, por eso cuando ella se levantó para volver al tubo, él alzó la voz. —Déjame tocarte —dijo y ella se detuvo—. Solo un roce. Katherine se mantuvo de espaldas a él. Ese era el hombre que había elegido esa noche para seducirlo, y era evidente que pagaría el baile privado, pero dejarlo tocarla iba en contra de las reglas que ella misma se colocó cuando comenzó a trabajar en el club. —p**o lo que sea si me dejas tocarte —dijo Logan cuando ella giró el cuello y lo miró—. ¿Quieres efectivo? Logan buscó la billetera en su bolsillo de forma desesperada y comenzó a arrojar billetes de cincuenta y de cien en el suelo frente a él. Eran unos ochocientos dólares. Era mucho más de lo que podría ganar solo bailándole, y las propinas que los clientes les daban, eran suyas. La sala tenía cámaras de seguridad, y Katherine sabía que no debía hacerlo, pero cuando vio el dinero, se tentó. —Es todo lo que tengo en efectivo —le dijo él desesperado. Katherine miró los billetes. No le ofendía que los hubiera arrojado. Estaba acostumbrada a eso, pero no a coger con los clientes. Eso no iba con ella, sin embargo, el hombre de esa noche rayaba en la puta perfección. Esa maldita barba marroncita como el cabello apenas enroscado, los ojos verdes claros, los labios pecaminosos y el maldito traje por el que cualquier mujer se abriría de piernas, era una jodida tentación. No diría que el hombre le era indiferente, y menos cuando logró que se pusiera durísimo solo con un baile. Katherine pensó que por eso no debía acostarse con él, solo dejaría que la tocara. Iba en contra de ella misma, pero hacía mucho que un hombre guapo como él no la tocaba, y eso, ajeno a que era mucho dinero, era deseo por saber a qué sabía la boca de Logan. Katherine caminó por encima de los billetes y abriendo de nuevo las piernas, se sentó sobre él. No le dijo nada, pero sujetando las manos de Logan y manteniéndole la mirada, llevó sus manos hasta sus nalgas desnudas. Logan soltó aire por la boca y Katherine bajó la mirada a sus labios. Ella le soltó las manos y Logan, abandonando todo autocontrol, las apretó y hundió sus dedos en su piel suave y tonificada. Ella movió el cuello y el largo cabello ondulado y oscuro le rozó las manos a Logan. —Es como la imaginé. Suave —dijo grueso igual que lo que Katherine sentía entre sus muslos—. Eres preciosa, Gatita. Logan se enderezó y se acercó para besarla, pero Katherine retrocedió. Esa vez ella no tendría el control, sino él. Lo dejó tocarla, y elevando una mano hasta su nuca, acercó sus labios hasta los suyos y le dijo que la besaría, y que si no le gustaba, que podía levantarse e irse. Katherine arrastró sus uñas por la camisa del hombre y él le rozó la nariz antes de besarla. Fue solo un roce de labios al que Katherine no cedió, pero cuando él tocó sus labios con la lengua para que lo dejara entrar y ella lo hizo, algo hizo clic y las uñas en lugar de arrastrarse por su camisa, tiraron de su corbata y las manos de Logan apretaron más duro sus nalgas. Fue como si eso fue lo que ambos estuvieron esperando toda la vida. Fue un beso apasionado que les erizó la piel, que hizo a Katherine moverse excitada sobre su pene endurecido y morder el labio inferior de Logan. No hubo reclamos, no hubo golpes ni empujes. Fueron dos bocas que encajaron, dos lenguas que jugaron y un deseo que hacía que Katherine, después de mucho tiempo, se mojara por uno de sus clientes. La parte irracional quiso que no hubiese ropa para sentirlo completo dentro de ella. Era una madre, pero también era una mujer con necesidades. Logan se separó para dejarla respirar. —Y sabes aún mejor —dijo Logan lamiendo su mentón. Katherine cerró los ojos cuando Logan usó el dedo corazón para bajarlo entre sus nalgas hasta la zona que él sintió mojada. No le extrañó, él estaba igual o más excitado que ella después del beso. —¿Eres virgen? —preguntó sobre su boca y ella negó—. p**o todo lo que tengo en mi cuenta bancaria por una hora contigo. Katherine se removió solo un poco más y sus pezones se marcaron por encima de su corpiño. Ya lo había dejado tocarla, y una vez que ese interruptor se pasó, no había vuelta atrás. —Déjame probar más que solo tu boca y tu lengua —dijo Logan usando la mano libre para deslizar su corpiño a un lado—. Déjame quitarte la ropa. Déjame explorarte. Quiero saborearte. Katherine no se opuso cuando él le rodó el corpiño y descubrió su pezón. Lo que hizo con su lengua la hizo echar la cabeza hacia atrás y removerse más sensual sobre su entrepierna. Solo fue su lengua húmeda sobre su pezón, pero fue la puta gloria para ella. Se mojó muchísimo, estaba empapada y él la estaba llevando a un punto en el que se arrepentiría de hacerlo, pero más de no hacerlo. Katherine apretó sus mejillas y usando su lengua, lo lamió. —Solo usarás la lengua —dijo ella en un tono de voz sensual. Logan miró sus labios y luego sonrió. —Si hablas. Katherine sonrió un segundo, y levantándose sobre sus pies, alzó una pierna por encima del hombro derecho de Logan y ella misma se corrió la tanga para dejarlo saborearla como quería. Logan se lamió los labios, y apretando su trasero, se acercó y dio la primera lamida. Katherine tiró del cabello de Logan y se encorvó solo un poco cuando Logan lamió más profundo y tiró de sus labios. Le puso el mayor empeño en el clítoris y apretó tan duro su trasero, que cuando lamió más rápido y en forma circular, ella gimió bajo y se meneó contra su boca hambrienta. Estaba rompiendo todas sus reglas, pero necesitaba sentirse deseada realmente, y más que nada complacida por un buen oral. Logan lamió cada gota del exquisito líquido entre sus muslos y no se detuvo hasta que ella tiró de su cabello con fuerza y un líquido incoloro y sin olor, abandonó su cuerpo y entró en la boca de Logan. Se corrió en su boca de una forma tan exquisita, que hacía mucho no se sentía tan liviana como cuando él continuó lamiendo hasta que el temblor dejó sus piernas y ella le soltó el cabello. ¡Maldita sea! Esa noche sí que fue espacial, y cuando él elevó esos malditos ojos verdes hacia ella, Katherine se arrepintió de no haber comenzado con un puto oral la maldita noche. Logan bajó su pierna y la volvió a sentar sobre él. Sus bocas volvieron a encontrarse y ella usó los pocos minutos que le quedaban para masajearlo dentro del pantalón. Se sentía grande, venoso y caliente, y estando tan cerca del clímax, Logan se corrió en su ropa interior y ella sintió el líquido caliente en su mano. Ninguno sabía realmente lo que había sucedido con el otro, pero esa jodida conexión instantánea fue la que los llevó a caer ante sus bajos instintos y ceder al deseo que los envolvió. —¡Tu tiempo acabó! —dijo un hombre al otro lado de la puerta. Katherine se levantó y él se subió la cremallera. Katherine se acomodó la ropa interior mojada y él movió los hombros. Logan quiso preguntar algo más, pero ella caminó sobre el escenario y se perdió detrás de la pantalla justo en el momento que abrieron la puerta. Logan soltó un suspiro, se quitó los residuos de los labios y la barba y salió para encontrarse con Rick y Marcus. —¿Valió la pena? —preguntó Rick en modo lascivo. Logan no podía creerlo, ese no era él, pero le fascinó. —Completamente —dijo Logan—. Muero de ganas por regresar.
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