1 | VIP

4198 Words
—¿Te enteraste de la nueva noticia? —le preguntó Hannah cuando se encontraban en el tocador—. Dime que lo sabes. Katherine colocó las manos sobre el antifaz en la cómoda y miró a Hannah. La mujer estaba emocionada por lo que fuese que le contaría. Hannah se emocionaba por cualquier cosa, y la manera en la que se recostó del espejo y le sonrió, debía ser algo bueno. —¿Qué planea hacer Randall esta vez? —preguntó Katherine. Hannah unió las manos igual que en una plegaria. —¿Estás lista? —le preguntó sonriendo—. Vamos a poder coger con los clientes por más dinero. ¿No te parece emocionante? Katherine no tenía una expresión para lo que sentía cuando Hannah le contó la gran innovación que tendrían en el club. —¿Coger con los clientes? —le preguntó Katherine colocándose de pie—. ¿En qué carajos esta pensando Randall? Hannah le sonrió y le tocó el mentón con una sonrisa. —Piensa en ganar más dinero —respondió Hannah—. Mientras más clientes llevemos a las habitaciones VIP, más dinero tendremos. Imagina la cantidad de billetes en una sola noche. Aunque era tentador tener más dinero, no lo era la forma de conseguirlo, y menos cuando de eso dependía su trabajo. —No somos prostitutas. ¡Somos bailarinas! —Ya no más —respondió Randall cuando llegó el tocador. Randall era un hombre imponente con su traje oscuro de siempre y sus corbatas alegres. Era pacífico por las buenas, y una bestia por las malas. Era tu amigo y tu enemigo a la vez, y cuando se acercó a las dos mujeres, Hannah le dio una mirada y luego miró su perfecto culo apretado en el pantalón cuando él se acercó a Katherine. Katherine era de sus mejores bailarinas. Ella era una jodida inversión para el lugar, y la nueva propuesta era innovadora. Si se abrían de piernas fuera del escenario, se quedaban con el cincuenta porciento de lo que su cliente pagase. Randall miró el rostro maquillado de Katherine y no imaginó que debajo de esas finas capas de maquillaje se escondiera una mujer que debía usar guantes para que no sintieran su piel áspera. Katherine era preciosa, y la mejor, pero era una maldita rebelde. Si la controlaba a ella, lo controlaba todo. Por eso ella era importante. —¿No te gusta la idea, Gatita? —le preguntó Randall—. ¿No te agrada la idea de ganar más dinero cogiendo con adinerados? Katherine le mantuvo la mirada. —Dime que no es lo que quieres —le dijo Randall. Katherine se lamió el labio inferior. —No es lo que quiero, y lamento si no me emociona ser una prostituta —le dijo Katherine cuando cruzó los brazos y lo miró seria—. ¿No te basta con que movamos el culo para ti? Ahora quieres que también le entreguemos el culo a los clientes. Randall movió el saco sobre sus hombros y se rascó la nariz. —Pensé que serías la más emocionada con la idea de ganar más. —No cogiendo con desconocidos —replicó Katherine—. Aun me queda un poco de dignidad debajo de esta maldita ropa. Randall miró que llevaba una bata de seda que él le compró. Katherine era su favorita, pero también era su dolor de testículos. —¿Y cuándo tu hijo enferme de nuevo lo pensarás? —preguntó Randall mirando sus tetas debajo de la lencería que apenas la cubría—. ¿Te recuerdo las veces que has venido a mí suplicándome que te preste dinero para su insulina? Randall le abrió la bata y miró sus curvas, la pequeña tanga y las largas medias de malla que se anudaban con el final de su corpiño. Las tiras de la lencería se enredaban en su estómago plano y sus pezones apenas se veían cuando miró sus tetas bonitas. —Te he dado lo que me has pedido e incluso más —dijo soltando su bata y apretando su mandíbula—. Tengo más bailarinas en el club, así que no abuses de mi indulgencia contigo. Eres reemplazable, Gatita, aun cuando te muevas como una puta diosa en ese escenario y pongas duros a mis clientes. Katherine movió la cabeza y él le apretó más la mandíbula. Le despegó los labios y hundió los dedos profundos en su mejilla. Sus labios eran gruesos y sus dientes tan blancos como una mota de algodón. Era una belleza con la melena dorada como el sol y esos putos ojos de diferente color. Era una preciosura, pero tenía el jodido defecto de la lengua que no dejaba de moverse para hablar. —No tientes tu suerte, Gatita —amenazó—. Tengo más como tú. Katherine movió más duro la cabeza y se quitó sus dedos sudados de la mandíbula. Le dolió cuando los arrebató y el temor que alguna vez le tuvo, se apagó cuando aprendió a conocerlo. —No tienes más como yo —escupió ella de regreso con la voz elevada—, o de lo contrario, me habrías echado a la calle como al resto. Soy valiosa para ti, y por eso te duele que no coja con ellos. Lo siento, jefe, pero no cogeré con tus clientes urgidos. No me importa lo duros que se pongan, no entrarán aquí abajo. Randall le sonrió y tiró de la cinta de su bata hacia él. Esa vez no la sujetó de la mandíbula. La sujetó del cuello y la hizo elevar el rostro. Katherine sintió la dura mano de Randall en su culo y el fuerte aroma de su aliento sobre su boca cuando la apretó duro. —Es una gran oportunidad, Katherine. A las demás les ofrecí el cincuenta, pero como eres mi estrella, te ofrezco el sesenta porciento de lo que paguen por ti, y los condones van por la casa —le dijo sacando su lengua y deslizándola por la mejilla maquillada de Kat hasta su oreja—. Con cuatro clientes VIP en la noche, ganarás lo que bailando conseguirías en tres o cuatro. Katherine se asqueó de que él le tocara el culo. Por más acostumbrada que estuviese de que él tocara la mercancía, continuaba molestándole que las usara como sus putas. Lo bueno y malo de Katherine, era que ella no se quedaba callada y defendía lo que quería, en ese caso, que solo se acostara con quien quisiera y no por una obligación laboral. Lo bueno era que no estaba obligada, podía negarse, siempre que Randall no colocase su trabajo en juego, y aunque lo hiciera, no accedería. —Dije que no, y si es una exigencia, prefiero renunciar —gruñó. Randall deslizó su barba larga y su nariz por la mejilla y el cuello de Katherine. Olía a vainilla y su cuerpo era una puta bomba s****l. Lo excitaba tenerla cerca, olerla y tocarla, pero lo que más disfrutaba era que se resistía a él y sus elecciones como un animal. —Tranquila, Gatita. No nos apresuremos —dijo cuando le soltó el culo y el cuello para que respirara—. Esta vida da un sinfín de vueltas, y cuando lo necesites, el puesto estará disponible, pero la oferta bajará a la mitad de lo que le pagaré a las demás. Katherine permaneció inexpresiva y estática. Ella sabía que si llegaba a necesitarlo, él lo usaría en su contra, pero en ese momento, la respuesta era no, sin importar cuánto le ofreciera. —Alístate que esta noche tenemos invitados —le dijo a Katherine antes de mirar a Hannah—. Tú sales primero, Hannah. —¡Genial! Randall le palmeó las nalgas a Hannah y ella chilló. La chica estaba en sus dieciocho y disfrutaba de una plena sexualidad. No le importaba con quien tuviera que dormir. Le agradaba la idea. —Vamos, Kat, emociónate —dijo Hannah sonriendo y sujetando sus manos—. Allan estará feliz de que su mamá gane más dinero. Katherine frunció el ceño. —No voy a coger con nadie —replicó soltando sus manos. Katherine se miró en el espejo y observó que le había corrido parte del maquillaje. Hannah continuó intentando convencerla, pero su respuesta continuaba siendo la misma que le dio a Randall. —Es porque aún no has visto uno guapo —dijo Hannah cuando se colocó los tacones morados y se miró en el espejo—. Cuando lo encuentres, olvidarás que alguna vez estuviste en desacuerdo. Katherine había conocido infinidades de hombres durante los últimos cuatro años que llevaba bailando en el club, y aunque algunos eran guapos o adinerados, ninguno tuvo su atención, y pensó que nunca sucedería esa atracción instantánea ni el flechazo con una sola mirada. Ella nunca lo buscó. No buscó que un hombre exitoso se enamorara de ella. Su hijo y su madre eran su única preocupación en la vida, sin embargo, esa noche, la noche en la que todo cambió, un hombre que nunca había pisado ese lugar, entró con un traje gris plomo y tres amigos del trabajo. —¿Por qué estamos en un club de strippers? —preguntó él. —Porque tenemos que celebrar el negocio que acabas de cerrar. Su compañero y mejor amigo de la universidad, Rick Conrad se colgó de su hombro como lo hacía desde que estudiaron juntos y le mostró las sillas y las luces que provenían del escenario. —Firmar con Terra Nova es garantía de calidad, y el dinero que nos dará el millonario por el diseño, es tanto, que no tendremos que trabajar el resto del año —dijo riendo alto—. Relájate un poco y disfruta de los placeres de la vida, y de unas lindas bailarinas. Logan Stryker, el líder de la manada de lobos que salió de cacería esa noche, miró el escenario al fondo del club, las sillas de terciopelo rojo y una enorme barra de licor donde las luces de neón eran lo único que se percibía al fondo. Logan miró de nuevo el escenario y el tubo de pole dance que estaba en el centro. Había más hombres, y las mujeres que llevaban las bandejas iban con bikinis oscuros de una pieza que se enterraban entre sus nalgas, pequeños corbatines blancos y unas largas medias de malla que le cubrían todas las piernas. Ese lugar entraba en el top diez de los mejores de Manhattan y de los más exclusivos en cuanto a mujeres. El aroma del lugar era a cigarrillo, a licor costoso y también a sexo. El aire olía a que alguien tendría una noche feliz. —¿Es un prostíbulo? —preguntó Logan. —Eso dijeron en la entrada —dijo Marcus, otro de los hombres. —Hoy las bellezas del Lady Night comienzan con una nueva faceta, y usando una pulsera dorada, podrás escoger a la mujer con la que quieras coger —dijo Rick quien era experto en el tema de las bailarinas y las strippers—. Antes solo las veíamos moverse y tocarse, pero ahora podemos llevarlo más profundo. Rick rio alto y sus otros dos chicos también. Para Logan, eso era nuevo. Él no estaba acostumbrado a ese ambiente, y cuando llegaron a la zona de registro, una mujer que llevaba un maquillaje oscuro, les ofreció la “oferta de apertura”. Por ser el primer día en el que el club cambiaría su modalidad, estaban vendiendo las pulseras de metal dorado en solo quinientos billetes. —Compra una —animó Rick—. Solo son quinientos dólares. —¿Quinientos dólares por una jodida pulsera? —replicó Logan. Rick le apretó la nuca y lo movió. —Son quinientos dólares para que cojas con la que quieras —le dijo para animarlo—. Si quieres una o dos, solo debes escogerlas. Logan elevó la mano donde aún no tenía el anillo. —¿Te recuerdo que estoy comprometido con Adele? —¿Y te recuerdo que es una bruja que tus padres eligieron para ti? —replicó Rick por encima de la música—. Eres casi un treintañero con un futuro brillante y prometedor en la arquitectura, y aun no tienes la guillotina en el cuello. Rick buscó su billetera en uno de los bolsillos del saco gris. —Deja a la bruja con sus pociones, y bebe hasta que olvides que eres el único hombre que esta en contra de su voluntad en un maldito burdel —dijo Rick sacando los billetes de cien y dándoselos a la chica—. Cuando acabe la noche, me lo agradecerás. La chica les sonrió a los cuatro hombres y les entregó sus pulseras. Les dijo que no las perdieran, o tendrían que pagar más dinero por otra, y de ese momento en adelante, solo tendrían que mostrarle la pulsera al guardia de la entrada para que directamente entrasen por la puerta VIP de los clientes premium. Esa entrada era la normal y la regular, pero al pagar esa cuantiosa cantidad de dinero, tenían la posibilidad de ver contenido exclusivo que solo se les permitía a los clientes adinerados. La chica les dijo que la pulsera solo les daba acceso al lugar, pero que cada mujer que cada uno eligiera, tenía un costo, y dependía de acuerdo a lo que querían. Un baile normal, uno erótico en el que se sentaban sobre ellos y los dejaban que las tocaran por encima de la ropa, o acceso a las habitaciones VIP con las mujeres que escogieran. El paquete era cuantioso en cuanto a lo que podían hacer, y la elección estaba en su muñeca. Los cuatro hombres se colocaron las pulseras y caminaron hasta la barra donde estaban todas las personas. No era tan tarde como Logan imaginaba, pero la barra estaba llena de hombres buscando un trago fuerte antes de que la función comenzara. Logan les dijo que se sentaran y esperaran a una mesera. Ellos estaban en el área común, y las meseras se movían de un lugar al otro. —¿Quieren bebidas? —preguntó una de ellas. Rick le apretó la nalga derecha y ella revoloteó las pestañas. —Queremos algo más —dijo el hombre palmeándola. La mujer no se quitó solo porque Rick era lindo con su metro ochenta y cinco, ojos verdes y ese encanto en la sonrisa. —Solo soy la mesera —dijo la mujer moviendo las piernas y señalando el escenario con la cabeza—. Las bailarinas son las disponibles para satisfacer sus deseos de la noche. Marcus se paró detrás de la mujer y le quitó el cabello de la oreja. Estaba preciosa, con el cabello oscuro y los ojos claros. —¿Las bebidas es todo lo que hay afuera? —le preguntó. —Y las bailarinas de menor auge. Las manos de Marcus fueron a la cintura y luego al vientre de la mujer. Estaba acostumbrada a que la tocaran, y era parte de su trabajo, así que no le molestó que Marcus descendiera la mano. —¿Y las mejores? —preguntó Rick desde su silla. —Ellas están un salón premium donde solo entran los que tengan la pulsera dorada —dijo la mujer que aun llevaba la bandeja colgando de sus dedos enguantados—. Allí están las bailarinas con la opción de complacerlos. Marcus llegó hasta su entrepierna y ella se removió cuando la tocó. Rara vez la tocaban hombres guapos, sexis y con aroma a dinero, y de ser honesta, habría estado con los cuatro si pudiera. —Queremos ir —dijo Rick elevándose de la silla y mostrándole la muñeca donde estaba el círculo dorado—. Tenemos la pulsera. Ella sintió como la mano de Marcus le dejaba la entrepierna caliente y girando el cuello hacia el hombre, miró su boca. —Síganme —les dijo caminando primero que ellos. Logan y Stephen se mantuvieron ajenos al toque y la seducción de los otros dos hombres, y levantándose, los siguieron porque era parte del disfrute de la noche. Logan deseaba irse y Stephen era casado, por eso eran los dos que sentían que no encajaban. De igual forma, solo era una noche para celebrar, y siguiendo a la mujer por un largo pasillo de luces de neón, llegaron hasta una puerta dorada donde debían mover la pulsera dorada por una pequeña pantalla digital en la cerradura de la puerta. Rick fue el primero, luego la puerta se cerró y pasó Stephen. Luego Logan, y finalmente Marcus, quien empujó a la mujer contra la pared y la bandeja cayó al suelo de forma escandalosa. Marcus atrapó la boca de la mujer y usando ambas manos jugó con su entrepierna y su culo hasta que sintió como del pequeño bikini n***o traspasaba la humedad del buen toque de un maldito experto en el sexo. —Tienes un culo jugoso, preciosa, y apuesto que una v****a igual de jugosa —le dijo lamiendo sus labios y separándose para colocar la pulsera en la cerradura, no sin antes dejarle la tarjeta laboral en la copa del corpiño—. Llámame para terminarlo. Marcus le guiñó un ojo y la puerta se cerró automáticamente cuando pasó. La sonrisa de Marcus se agrandó cuando entró al lugar y observó un ambiente completamente diferente. Las sillas eran más cómodas, igual de rojas que las de afuera. El escenario era enorme, con una pantalla LEC en la parte trasera y meseras con menos ropa que las otras. Esas llevaban un antifaz oscuro, parches en forma de equis en los pezones y una tanga tan delgada y fina, que apenas le cubrían la v****a. La sala estaba repleta de hombres, aun más que la de afuera, y encontrar silla fue complicado. Los cuatro hombres se sentaron dispersos, y Logan, quien Rick empujó hasta en frente, se sentó al borde del escenario de metal. No estaba cómodo con eso, pero cuando el hombre junto a Logan se levantó para ir al baño, Rick se sentó a su lado para disfrutar del espectáculo con él. Logan se removió en el asiento y Rick le alzó la mano derecha sujetándolo por el brazo. —No debería estar aquí —dijo Logan—, ni comprar eso. —Por favor, Logan —dijo Rick alto para qué su voz se escuchara por encima de la música de ambiente—. ¿Qué son quinientos dólares para un hombre que tendrá uno punto cinco malditos millones de dólares por un puto diseño de un centro comercial? Logan no lo decía por el dinero, sino por su reputación. Él no era un hombre de ir a clubes de stripper ni coger con desnudistas. Eso era algo de una noche, que no se repetiría nunca más. —Solo por hoy —le dijo Logan mirando la pantalla encenderse y apagarse como si fueran los focos de una señal. —No reniegues de que te ayudemos a salir de tu rutina —dijo Rick acomodándose la corbata—. Quizá detrás de esa puta pantalla y gracias a esa pulsera, conocerás al amor de tu vida, o una v****a húmeda y depilada. Lo que llegue primero. Logan le dijo que eso era una infidelidad para su compromiso. —Aquí no entra la infidelidad —le dijo Rick—. Solo el disfrute. Y en ese preciso momento apagaron las luces de la pantalla. —Esto se pondrá interesante —dijo Rick animado. Las luces que se mantuvieron apagadas, poco a poco comenzaron a encenderse al tono de una nueva melodía s****l, apasionada y un tanto morbosa. Las luces fueron recorriendo el escenario hasta llegar a una mujer de cabellera oscura que estaba sentada en el piso, con los brazos hacia atrás y las piernas elevadas obre sus pies. La mayoría de los hombres vitorearon, pero Logan se quedó observando atento a sus movimientos. Ella comenzó girando su cuerpo y elevando el trasero. De gatas, movió su cabello contra su espalda y el suelo, al tiempo que les mostraba el trasero a los hombres y lo movía en círculos seductores y rápidos, moviendo una pierna adelante y atrás para contornar. Ella se acostó contra el suelo y alzó las piernas en un movimiento sensual donde dejó entrever su entrepierna y sus muslos traseros al abrirse amplio y mover la cintura. Echó la cabeza hacia atrás y el cabello se arrastró por el piso en un movimiento sensual que la llevó a quedar de rodillas y deslizar las manos por su cuerpo de una forma tan provocativa como tentadora para los hombres. Logan no pestañeaba mientras veía a la mujer contorsionarse, abrirse de piernas ante él y jugar con su cabello y sus brazos. Katherine se contorneó como una serpiente y gateó hasta Logan. Estaba acostumbrada a seducir a sus hombres para que les arrojaran billetes o los metieran en su ropa interior, pero cuando se acercó a Logan y movió su cuello y su cabello, lo primero que Logan miró era que la mitad de su rostro estaba cubierto por un delgado y oscuro antifaz, sus labios eran gruesos y rojos, y tenía una piel tan blanca, que un simple agarre la marcaba. Katherine se colocó de pie, se inclinó adelante y descendió sus manos por sus piernas hasta sus tobillos. Meneó su trasero ante él y caminó hasta el tubo donde se sujetó de ambas manos y comenzó a girar como el juego de la silla. Katherine respiró profundo, cerró los ojos y escaló el tubo al tiempo que se sujetaba de lo alto y abría sus piernas. La euforia cada vez que separaba sus piernas o les mostraba el culo, aumentaba, y cuando cayó sobre sus altos tacones oscuros, sujetó el tubo, se inclinó adelante y lamió el metal como si fuera un puto pene, Logran tragó grueso y sintió como no podía controlar el deseo que hervía dentro de él. Katherine no sonreía, no cantaba la canción, ni dejó de moverse, tocarse los senos y el vientre mientras gateaba o se contorneaba. Deslizó sus manos hasta su entrepierna y echó su torso hacia atrás mientras corría tan solo unos centímetros su tanga y les dejaba ver la piel rosada y depilada, sin llegar a mostrar demasiado. El vitoreo siguió y le pidieron que se quitara la ropa. Ella sujetó la copa de su corpiño e intentó bajarlo, pero rápidamente movió el dedo en negativa y continuó meneándose en el suelo y rodeando el tubo con sus piernas y echando el torso contra el piso para alzar el trasero y los tacones, mientras se abría de piernas y rodaba. —Demonios —soltó Logan cuando ella se abrió completamente. Rick estaba disfrutando el espectáculo, y cuando lo escuchó, giró para verlo perdiendo la cabeza por la bailarina. Rick no le dijo nada y lo dejó terminar la función, donde ella primero estiró la mano hacia Rick y cuando él quiso tocarla, ella la encogió. Ya para finalizar, se deslizó por el suelo por cada hombre que estaba en primera fila. Uno a uno fue arrojando los billetes en el escenario o metiéndolos en su ropa interior. Katherine usó los billetes para frotarlos en su pecho y su cuello, y antes de que la tercera canción terminara, Katherine eligió el hombre de la noche, y tirando de la corbata de Logan, se acercó a él con la boca abierta y le gimió duro cuando se meneó contra el suelo. Logan se inclinó adelante por la fuerza de la mujer, y por primera vez miró sus ojos; los ojos de la perdición. Uno era azul, y el otro tenía una mancha marrón. Katherine miró al hombre perderse en su mirada y antes de que apagaran las luces para que saliera la tercera de la noche, ella se levantó, llevó las manos hasta su corpiño, y girando hacia la pantalla, lo quitó de su piel y lo dejó colgando de su mano. El vitoreo fue más fuerte cuando ella miró de lado y el perfil de su nariz se reflejó en las luces estroboscópicas del fondo. Katherine arrojó el corpiño y Rick se peleó con el hombre de al lado por él. Finalmente, las luces se apagaron y Katherine desapareció mientras caminaba sobre los billetes en el suelo. Logan soltó un suspiro y cerró los ojos. No había respirado con normalidad en todo el baile de Katherine, y cuando volvieron a encender las luces, Rick lo miró y movió el corpiño en sus dedos. —¿Arrepentido, Logan? —le preguntó con una enorme sonrisa—. ¿Qué piensas ahora de esos quinientos dólares? Logan no le respondió y Rick le dijo que podía escoger la que quisiera, que esa noche no importaba si era un hombre comprometido ni el estatus social de su familia. —Luego escogerás a una —dijo Rick oliendo el corpiño. Logan movió la cabeza, y tragando, supo lo que quería. —No hace falta ver más —le dijo Logan—. La quiero a ella.
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