Llevábamos varias horas por la carretera, este viaje era el más aburrido de la vida, pero valió la pena. Por lo menos valió la pena por ver la cara de furia de Roberto cuando me subí al automóvil con Iván, aunque pensé que me iba a hacer un escándalo, no dijo absolutamente nada, terminó lanzando la puerta que había abierto para mí, dando la vuelta al auto para subir en el asiento del piloto y arrancando ese motor a todo lo que daba, dejando una nube atrás. Iván me observó serio, seguramente ya sabía algo sobre lo que había pasado esa misma madrugada entre Roberto y yo, pero me daba igual. Pensé muchas veces como abordar el tema del mafioso italiano Don Marco con Iván sin mostrarme sospechosamente curiosa, no me llegaba ninguna buena idea, el tiempo se me acababa, ya estábamos cerca de la