Pasar el día sola se estaba volviendo una costumbre y si Alexa no estuviera convencida de que Dominick no podía leer sus pensamientos, habría jurado que la estaba poniendo a prueba. – Lista – susurró, tensó el arco y disparó una flecha hacia un objetivo pegado a la pared del gimnasio. Su celular sonó y Pamela lo tomó – es el carcelero, dice: te envíe el itinerario. Alexa se apresuró a la mesa para quitarle su teléfono – no puedes tomarlo sin mi permiso – la miró con el ceño fruncido – te dije que no hace falta vigilarme, no soy tan importante y apuesto a que todavía hay libros malditos por el mundo. Pamela no podía decirle que la misión actual era custodiar un museo y una escultura, y que la visitaba porque estaba aburrida, no porque tuviera que vigilarla – ya los quemamos todos, así d