CAPÍTULO OCHO Un rey debería haber sido recibido con trompetistas, heraldos y pompa. En cambio, solo hubo un batacazo en el muelle de Puerto Sotavento cuando los marineros lo arrojaron allí. Lucio gimió, atrapado entre el dolor y la furia al golpear la madera. “¡Yo soy un rey!” lloriqueó Lucio. “¡Un rey!” Parecían no estar escuchando, no más de lo que lo habían hecho en el barco. Quizás ya estaba bien así. Lucio consiguió ponerse de pie con esfuerzo, ignorando el dolor que aquello le provocaba. Consiguió echar un vistazo a la capital de Felldust, Puerto Sotavento. Apenas parecía valer la pena el esfuerzo. Una vez escuchó que Felldust había empezado como una tierra verde, agradable, incluso gloriosa, con abundante vegetación y rica en delicadas flores. Aquello había cambiado durante