Mariel no llegó a dormir a casa esa noche, y a Mauro se le hizo demasiado ir a buscarla a casa de sus padres porque, para empezar, probablemente la joven no estaría en ese lugar, así que seguro la metería en problemas, y eso no era lo que quería. El hombre decidió ser paciente, y maduro, convenciéndose de que el enojo de esa joven, tan falta de control emocional, definitivamente había sido su culpa; es decir, los comensales entrometidos del restaurante lo habían dicho, y también su mejor amiga, no tenía de otra más que asumir la responsabilidad que le tocaba en ese caso. Aun así, dormir no fue algo que ese hombre pudiera hacer, al menos no con comodidad. Saber a su esposa fuera de casa, en quién sabe dónde, porque la rubia no se dignaba siquiera a tomarle las llamadas, le hizo un nudo