Capitulo 4

3108 Words
Sara. —Vecina. —golpeo las manos donde tiene un pequeños portón para proteger las plantas que tiene, sale la mujer de unos cincuenta años que es la dueña de todos los departamentos. —Sarita, que gusto verte nena. —Venia a pagarle. —Pasa. —entro por primera vez a su casa que es hermosa, muchos adornos pero hermosa de igual manera—. ¿Quieres algo de tomar?. —Lo que tenga va a estar bien, no soy quisquillosa. —me siento sin que me diga, pero si me invitó a tomar algo ya me puedo sentar, cuento la plata otra vez para estar mas segura—. Mi esposo dijo que cuando salga del trabajo pasa a firmar, anda muy apurado. —Bien. —lo cuenta y anota en su cuaderno donde tiene todo con nombre y apellido, miro todo lo que anota y me da un comprobante, solo falta la firma de Jeremías en su cuaderno—. Cuentas claras se conservan los amigos... Son los únicos que vienen en tiempo y forma. —No nos gustan las deudas, intentamos ser respetuosos con las deudas. —me sirve té y un budín que a penas lo parte sale olor a naranja, muy rico. —¿Cuántos años tienes Sara?. —Veinte. —entretenida como el budín, casi de forma angurrienta. —¿Los casaron a ustedes no? Fue arreglado. —¿Cómo... —tozo con fuerza porque me trapique—. ¿Cómo se dio cuenta?. —Es visible querida, no te asustes. —bajo la cabeza negando porque no quiero que nadie se dé cuenta de justamente lo que ella se dio cuenta—. ¿Te trata bien?. —Si. —sonrío mirándola—. Es un hombre frio y no muestra nada de afecto, pero me trata bien... No me hace faltar nada. —¿Tienen sexo?. —abro grande los ojos dándole pie a que se ría golpeando las manos—. Se nota que si y del bueno por lo que veo. —Si. —¿Te gusta el sexo?. —Mucho. —lo digo casi sin voz y ella mas se ríe. —No te avergüences, lo haces con tu esposo que de hecho tu esposo es el hombre mas lindo y buen mozo que he visto en toda mi vida. —como mas budín saboreando lo rico que está—. Y en la cama... ¿Hacen muchas cosas?. —Mmm... ¿Cómo a qué se refiere? Todo lo que me dijo mi madre nunca pasó, creo que Jeremías es diferente. —¿Qué te había dicho tu mamá?. —Que iba a doler y era repugnante, pero no pasó eso. —abre grande los ojos por eso, Jeremías hace lo mismo y no entiendo—. Y también dijo que a los hombres les gusta tomarnos de atrás como a los animales cuando montan a las hembras. —¿Nunca te dolió o repugno con Jeremías?. —No... Nunca, ni la primera vez. —pienso en esos momentos que pasamos juntos los cuales no hay nada malo que decir—. Siempre me toca con tanta suavidad que hace que la piel se me erice y tiemble... Me gusta cuando besa mis pechos. —inconscientemente llevo mi mano al pecho sintiendo como el corazón se me pone loco—. O cuando me dice cosas al oido. —Es un buen hombre, te sacaste la lotería con ese hombre, aun si fue un matrimonio arreglado, pero tu papá... —la miro como toma té negando pero no dice nada, niega nada mas—. ¿Y quién empieza el acto del sexo?. —Él. —¿Cómo? Quiero decir... ¿De qué manera lo hace? ¿Te dice, vamos a tener sexo?. —Me toca... Me toca y listo... Saltó sobre él desesperada. —se ríe con ganas y yo me avergüenzo mucho—. ¿Esta mal que haga esas cosas? Es que me gusta mucho. —Esta bien que te guste Sarita, no digas eso, si lo disfrutas esta perfecto, pero debes dejar que una vez él sea que haga todo. —Pero él hace todo. —miro el techo pensando—. Yo solo me quedo en la cama disfrutando. —frunce las cejas. —¿Cómo que te quedas solo en la cama? ¿Cómo lo hacen?. —Él se sube arriba de mi y hace todo. —¿Nunca hicieron otra cosa? ¿Hace cuánto están casados?. —Mmm... Hace casi cinco meses... Hace dos que estamos acá y dos y unas semanas en el pueblo. —¿Y siempre lo hacen de la misma manera?. —¿Hay otras maneras de hacerlo?. —Si nena... Muchas. —¿Cómo cual?. —Por ejemplo que tu estes arriba sentada sobre su pene. —¡cómo va a decir esas cosas que ni imaginarlo puedo!—. Puedes darle la espalda... Como dijo tu mamá pero con la diferencia que no duele... Pueden hacerlo en la cocina... En el baño, uf, infinidad de lugares y poses. —¿En la cocina? No, que repugnante... Ahí se hace la comida. —Pero si no haces nada raro mujer. —tomo todo el té y me paro para irme donde ya abrí la boca demasiado, Jeremías no sé que haría si se entera que anduve de bocaza diciendo nuestras intimidades maritales. —Bueno, debo ir a terminar de acomodar la casa. —me acompaña a la puerta divertida. —Haz lo que dije... Dejalo que él actúe, no te lances aunque estes desesperada... Hazle saber que quieres pero no actúes primera o se va a acostumbrar a que siempre seas tú la que dé el primer paso, y prueba las poses que dije, me lo vas a agradecer después. Pensando en que esta loca por decirme esas cosas que haga en la intimidad me voy a la casa, me rio sola toda la mañana imaginándome estar arriba de Jeremías aplastándolo ya que soy muy bastante rellena, y pienso en todo lo que hace en mi cada vez que tenemos sexo, como chupa mis pechos como un bebé ambriento, o como susurra cosas en mi oido con una voz ronca, o como sus manos me recorren cada milímetro de mi cuerpo, hasta puedo decir que el conoce mi cuerpo mejor que yo, que él a tocado mi cuerpo mas veces de lo que yo he hecho, también pienso cuando alza mis manos apresandolas por sobre mi cabeza y se mueve mas rápido llevándome a la locura misma, mirándome a los ojos sin dejar de balancearse ni un poco, siempre manteniendo el mismo ritmo loco, loco que me parte al medio como nunca nada lo hizo. Voy al baño dándome cuenta que me vino la regla, con razón me duele tanto la espalda, me pongo toallas femeninas y me acuesto porque siento morirme de dolor, es algo que no soporto, desde mi primer periodo que me pasa esto, las veces como estás le digo a Dios que porque me hizo mujer, amo ser mujer, me encanta, pero estos momentos no, y creo que a ninguna mujer sobre la tierra le debe gustar, pero es que es un sufrimiento terrible, y encima me quedan como veinte años sufrirlo mes a mes. —Sara... ¿Estas bien?. —lo miro frunciendo las cejas. —¿Qué horas es?. —Mediodía. —abro grande los ojos porque se supone que solo me iba a recostar cinco minutos y después hacer la comida donde comenzó a venir a comer. —Pero... Recien me recosté. —Te has quedado dormida. —me quiero parar pero el dolor me lo dificulta un poco—. ¿Qué te duele?. —Me vino la regla y me duele mucho la espalda. —Quedate acostada Sara, cada vez que te viene quedas de cama, mejor que recuperes las fuerzas, no te quieras parar por favor. —Pero debo cocinar. —Lo hago yo tranquila. —me tiembla todo cuando me corre el pelo poniéndolo detrás de la oreja—. Hago una sopa liviana y que te dé fuerzas, estas pálida, quiero que estes fuerte. —Esta bien, haz la sopa, pero quiero ir al baño primero. —Ven, te ayudo. Voy apretando las piernas hacia al baño porque siento que me viene tanto que es como si me hiciera pis, cuando me siento en el hinodoro gimo de dolor y me corre un escalosfrios al sentir como sale la sangre en cantidad, y ni hablar del dolor que me genera cuando salen los coágulos, se que eso lo sufren muchas mujeres porque en el convento a varias les pasaba. Una vez limpia y cambiada vuelvo a la cama, mis piernas me matan y la cintura ni hablar, espero no manchar la cama, es lo único que me tiene mal, no manchar las sabanas ni menos el colchón que es nuevo, no me lo perdonaría. —Deberías ir al médico Sara. —¿Por?. —trae la sopa para los dos con agua y pan, acomoda la bandeja en la cama así comemos. —Es demasiado lo que te viene... Quedas de cama y te pones amarilla, no creo que sea normal, a mis hermanas nunca les vino de esa forma que recuerde. —Siempre me vino así... Desde mi primera vez que me viene así, las monjas se enojaban porque manchaba todo, pero no es mi culpa, no lo controlo. —¿Cómo fue que te llevaron al convento? ¿Eras mal enseñada?. —No que yo sepa... Hacia todo lo que mis padres me decían. —como de la sopa que no tiene mucho sabor, me hace recordar la comida asquerosa del convento—. Recuerdo que salí del colegio y mi padre me estaba esperando con un hombre de su confianza... Me hizo subir al auto en donde estaba mi bolso con ropa arriba y dijo que de grande se lo iba a agradecer y que no llorara. —no sé si me mira, pero está en silencio—. Viajamos muchas horas hasta que llegamos al convento... Había una monja esperando, el hombre me agarró de la mano, el bolso y ni chau me dijo... Se fue dejándome ahí sin saber siquiera que pasaba. —¿Cuántos años tenías?. —Diez. —¿Qué?. —Yo lo amo a mi papá, pero a veces... A veces lo odio. —no logro retener las lágrimas—. Desde que nos casamos me di cuenta que lo que decia mi madre sobre el sexo está mal... Yo la oia en las noches que hacia ruidos de dolor y ahora sé porque. —Sara... —acaricia mi cara haciendo que lo mire donde esas cosas me sorprenden—. Eres mi mujer, yo jamás voy a hacer eso contigo... Nunca, yo te cuido y protejo. ***** Jeremías. Me rio de Sara divertido porque se levanta somnolienta donde vamos a salir de madrugada hacia el pueblo, queda a unas pocas horas pero quiero que viajemos de mañana, la cosa es que se levanta temprano, no sé si duerme después de que me voy o si duerme la siesta, la casa siempre esta en perfecto estado que me dice que no duerme, pero ahora nos levantamos a las cinco de la mañana, yo no estoy acostumbrado tampoco, pero las ganas de irme temprano me mantiene con energías. —Cuando estaba en el convento estaba jugando con otras chicas cuando quisimos saltar un charco y caí porque calculé mal el salto... Me pegué muy feo en la cola. —la escucho prestando atención porque me encanta saber de su infancia que le cuesta mucho hablar—. Desde ahí me duele muchisimo la espalda... La monja a cargo me castigó por no poderme levantar de la cama pero no podía, más mala era. —Cuando era chico tambien me pasó algo así... Solo que me dieron una paliza. —me rio con ganas al recordarlo—. Con mi hermano Ezequias y con Ester fuimos a la zona de indios. —las imágenes se me pasan por la cabeza al ir a los límites del pueblo—. Estabamos con unos muchachos jugando cuando aparecieron unos blancos a golpearnos, corrimos como locos, llegamos a mi casa y mi papá salió asustado porque íbamos gritando... Apareció uno y dijo que estabamos jugando con los indios, mi papá lo echó cuando quiso decirle como criar a sus hijos y a nosotros nos dio la paliza de nuestras vidas... Yo escapando de mi papá cai de rodillas sobre una piedra y ahí quedé medio débil de la rodilla derecha. —¿Te golpeó por jugar con ellos? Yo tambien jugaba con los hijos de ellos cuando trabajaban en el campo de mi papá y nunca me dijeron que no juegue con ellos. —No, nos pegó porque no estabamos donde habiamos dicho que íbamos a estar y es mas, nos estaba buscando, y porque nos pusimos en peligro... Pero nos dejaba ir a jugar con ellos, es mas, soy amigo de los hermanos del jefe... De Ayen mas que nada, y a Mawunko le consigo un par de cosas que le sirven para su pueblo... Eso que traemos es para ellos. —¡Que bueno! Viven medio mal, siempre eso me dio cosa porque no sé donde viven ni como, pero me daba cuenta que mal. —Si... Bastante mal viven, Yerimen me llevaba para hacer unos trabajos y es miserable como viven pero todo mundo los odia y no entiendo el porqué. Vamos charlando de cualquier cosa, es muy charlatana y no lo sabia hasta hace unas semanas donde no para de hablarme y preguntarme cosas como mi dia, mis gustos, todo, me gusta aunque parezca que no, porque me entretengo y nos vamos conociendo cada vez mas, no puede ser todo sexo y comida, porque pensándolo bien era lo único que hacíamos, comer juntos y tener sexo, nada mas, y desde que hablamos las cosas cambiaron un poco. Vamos a nuestra casa en el pueblo así dejamos las cosas ahí y vamos a visitar a la familia de los dos, pero no quiero andar con los bolsos a la par porque sin decir que venimos a devolver la camioneta y que seguramente Sari se debe querer cambiar o algo por el estilo. —Woouu. —entra primera a la casa, sonrío al ver su felicidad donde es la primera vez que la vemos con muchos arreglos, no los vi pero mi interés esta en sus gestos—. ¿Jeremías, quién hizo esto? ¿O alguien mas vive acá?. —Mis hermanos lo estan terminando, les mando plata así hacen los arreglos. —miro donde ella viendo todo, la verdad que va quedando muy bien, si nos hubiéramos quedado lo habría hecho yo mismo—. ¿Te gusta como va quedando?. —Me encanta... Mira el techo. —caminamos por todos lados viendo cada cosa—. ¿El baño ya está?. —Les di las instrucciones respecto a como me dijiste que lo querías. —me mira con picardía. —¿De verdad?. —Ve a ver. —alza las cejas divertida y voy atrás de ella, queda de pie en el marco de la puerta y yo nervioso—. ¿No era así? Yo creí que era así, entonces entendí mal perdón... Podemos cambiarlo, me dices con lujo de detalle como lo quieres y lo hago. —niega dándose vuelta seria. —Es exactamente lo que te dije. —la miro a los ojos que los tiene lagrimoso—. Hiciste exactamente lo que te pedí. —Eres mi mujer Sara. —se acerca poniéndome nervioso con cada paso que da, hasta se me seca la boca—. Quiero hacerte feliz. —¿Porqué soy tu mujer o porqué soy tu esposa?. —frunzo las cejas negando donde no entiendo la pregunta. —¿No es lo mismo?. —No... No lo es. —me chupo los labios con deseo de inclinarme a besarla, acaricio su brazo subiendo hacia su hombro. —¿No tienes deseos Sara?. —Si. —¿Entonces?. —Quiero que tu lo hagas. —me rio con ganas y ella solo me mira. —¿No soy el que hace todo?. —tocan la puerta asustándonos, me alejo suspirando—. Justo tenía que ser por Dios santo. —de golpe se me viene algo a la cabeza—. ¿Y si no abrimos?. —pasa por mi lado sin decir nada y abre la puerta, es mi hermana Ruth, se saludan así no mas invitandola a pasar. —¿No pensaban ir a visitarnos?. —Estábamos mirando la casa. —le doy un beso en la mejilla sintiendo lo enojada que está, soy el menor de todos mis hermanos, me tratan como un chicuelo. —No te creo nada, no tenías pensado ir a vernos. —alzo los hombros negando. —Bueno, es mi casa y mi mujer, y hacemos lo que queremos. —llevo los bolsos a la habitación, la cama vieja que teníamos quedó acá, en la ciudad tenemos la nueva—. Primero vamos a ir a ver a la familia de Sara... Seguro pasamos el dia allá así que si los papás no saben no digas nada. —¿Cómo que vas para allá? Nosotros somos tu familia. —Sara esta en la puerta de entrada mirándonos y cuando Ruth dice eso se va afuera. —Escuchame algo. —la apunto sintiendo que me sacan canas verdes estas mujeres—. Sara es mi mujer y voy a ir a ver a su familia primero si se me da la regalada gana ¿Está claro?. —¿Te enamoraste de ella?. —alzo las cejas enojado. —¿Acaso no lo estas de tu marido? Y que yo recuerde lo odiabas al principio. —Estamos hace doce años, es costumbre no amor. —voy a la puerta abriéndola. —Te voy a decir una cosa Ruth... En esta casa manda Sara, no quieras venir a pasarte o hacer como que ella no existe y si no puedes no vengas... Sal que me tengo que ir a ver la familia de MI mujer. —se va enojada, Sara mira unas plantas a lo lejos para no escuchar nada de lo que hable con mi hermana—. Sara, vamos. —Vamos donde tus papás primero si quieres. —No... Ya lo habiamos decidido así Sara, vamos donde tus papás primero. . .
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD