Jeremías.
A penas llegamos donde los padres, no termino de parar la camioneta que corre donde la madre llorando, su mamá la aprieta y le dice algo que ella asiente y se aleja un poco mirándome, no es una madre cariñosa porque cuando estuvimos viviendo en el pueblo ni un solo día se acercaron a verla, también me dijo que al convento en todos los años que estuvo la vio cinco veces, pero no deja de ser la madre, madre que le da unos consejos terribles pero que Sari la quiere y me digo que sigue siendo una nena, una nena que no tuvo nada de cariño y que lo quiere, encima no me nace dárselo, voy a tener que cambiar esa parte, ella se esfuerza y no puede luchar sola para que este matrimonio funcione, debo pelearla también, pensando eso bajo de la camioneta para ir a saludar o voy a quedar como un idiota mirándolas.
—Señora. —le doy un beso en la mejilla—. ¿Cómo está?.
—Bien, gracias, ¿Y tú?.
—Muy bien gracias. —me mira fijo a los ojos, debe pensar que soy igual que su marido, paso mi mano por la cintura de Sara haciendo que eso la sorprenda, mas cuando la pego casi delante mío como hago siempre en publico, sus nalgas quedan apoyadas en uno de mis muslos.
—Sara, Jeremías, que bueno verlos. —Raúl me da la mano y a Sara la mira no mas, ni siquiera la saluda, la desprecia porque según él, Sara es fea y no le pudo sacar mas provecho—. Pasen... Mujer no los hiciste pasar.
—Si... Perdón. —entro a la casa con Sara de la mano—. ¿Desean tomar algo?.
—Lo que tengas mami, ¿Te ayudo en alguna cosa?.
—No no, tomen asiento ya traigo un jugo así hablamos un poco. —nos sentamos en el sillón grande, el padre en uno individual mirando nuestras manos juntas donde no nos soltamos, se escuchan corridas donde aparecen los hermanos de Sara.
—Saraaaa.
—Hola. —se para abrazándolos, es la mayor de cinco hermanos, tres mujeres y dos varones, no tuvo mucho trato con ellos pero es como con la madre, los quiere mas allá de la lejanía, a pesar de no crecer como hermanos, hasta tiene una hermana que tiene ocho años, eso quiere decir que la vio cuando el padre la fue a buscar o si es que alguna vez que la hallan ido a ver la llevaron—. ¿Cómo están? ¿La escuela?.
—Vamos bien, muy bien.
—Papá me dio permiso de ir a la ciudad para estudiar medicina.
—¿De verdad?. —abraza a su hermano que le sigue, el varón mas grande, creo que se llevan dos años—. Te felicito, me alegra mucho.
—Gracias, estoy muy emocionado.
Raúl me mira fijo en todo momento y yo estoy incómodo porque no sé que busca con mirarme así, creo que me está analizando, de los meses que con Sara estamos casados, estos pocos minutos en los que estamos acá son los minutos mas largos en los que hemos compartido porque no nos vimos más después de la boca, cuando ya me digo que le voy a preguntar que es lo que me ve, decide que hagamos un asadito para festejar que vinimos a verlos, pero lo cierto es que me importa una mierda, estoy mas que seguro que ni siquiera deben saber que no vivimos mas en el pueblo, mis hermanos no me han dicho nada de si les han preguntado por nosotros, eso quiere decir que ni se molestaron en ir a la casa, ni les importa saber nada de ella.
No me habla de nada, estamos sentados en unos troncos mirando a la nada, miro las montañas a lo lejos recordando mis andanzas con Yerimen y Ayen, en todas las que nos mandábamos cuando éramos jóvenes, Raúl se para a dar vuelta la carne, ese acto me hacen dar ganas de ir al baño, bostezo a no dar mas del aburrimiento que tengo, ahora entiendo a Sari cuando no le hablaba, por eso me empezó a hablar como loca, pero sus charlas me gustan, por ende no voy a hablarle nada a Raúl, no me interesa hablar nada con él, cuando entro a la casa pensando en mi matrimonio las veo a las dos en la cocina, me gano a un costado escuchando lo que hablan, si, no debería pero quiero saber de que pueden hablar dos mujeres que no se ven nunca y ninguna se interesa por la otra, porque Sara tampoco se interesa mucho donde no generó casi sentimientos más que el saber que es su mamá.
—No mami... El sexo no es como tu lo dices.
—Sara espera, escúchame un poco por favor, Dios no le gusta eso, ¿De qué estas hablando?
—Mami... ¿Nunca disfrutaste del acto intimo?.
—No, mi mamá tenía razón, el sexo es pecado y no se puede disfrutar del pecado Sara, no puedes disfrutar de algo que no esta bien, que no es correcto.
—No mami... Si Dios lo creó ¿Por qué es pecado? A parte es con mi esposo, no es que lo hacemos con un hombre cualquiera, nuestros esposos, con quien Dios nos unió y bendijo esa unión. —quedan en silencio un rato—. Mami, papá abusa de ti y eso si es pecado... Eres su esposa no un objeto para satisfacerse solo y de parir, no mami, no está bien eso y tu lo permites.
—No sabes nada, no puedes venir a darme consejos cuando solo llevas meses casada y yo veinte años.
—Mami. —oigo que se paran, creo que la discusión va para donde no deben—. Jeremías me trata bien... Es suave conmigo y me encanta la ternura que me demuestra, siempre con cuidado, siempre con palabras lindas, nunca fue violento ni me dolió el acto como decias que iba a hacer, ni menos que menos me obliga, se siente bien cuando me toca y hacemos el amor mami... ¿Por qué no dejas eso del dolor? No es pecado si lo haces con tu esposo. —sonrío por las cosas que dice de mi y que sepa que no voy a violentarla en ninguna manera, menos obligarla a nada—. ¿Siempre te trató así?.
—Sara... Tenia catorce cuando me casaron con tu padre y el tenía treinta y cinco. —aprieto los dientes imaginandola asustada, eso es común por estos lados y no lo entiendo para nada, mis padres fueron casados como yo y Sara, pero ellos se llevan un año nada mas—. No tenia idea de nada de lo que se hacia en la intimidad y solo hice lo que mi madre me dijo que haga.
—Mami... Olvidate de eso, no te pongas tensa, relajate y olvidate de que es pecado porque es tu esposo, el padre de tus hijos, no debe doler ni causar repulsión. —sonrío un poco donde suelta una risita de alegría—. Es maravilloso mami... No te das una idea de lo que se siente si te dejas llevar.
—Voy a intentarlo porque tienes razón, es mi esposo... Sari ¿Lo quieres a Jeremías?.
—Si mami. —siento que dejo de respirar por eso, no puedo creer que esas palabras me pongan loco el corazón—. Mucho lo quiero, pero...
—¿Qué pasa?.
—Él a mi no me quiere... Sé que es un buen hombre y que asume su responsabilidad para conmigo porque a pesar que nos obligaron me trata muy bien y siempre me respeta... Pero mírame, soy fea y gorda. —tuve que poner todo de mi para para no salir de mi escondite para decirle que no diga eso—. Yo sé que en unos años tal vez me quiera como un hombre a su mujer... Pero mientras tanto yo lo quiero por los dos.
—Sarita... No eres fea hija, no digas esas cosas.
—Mami, él no quiere hijos conmigo... Si no fuera fea me hubiera embarazado pero le causo repulsión, me trata bien pero cuando terminamos... Simplemente me da la espalda y no me dice nada... Me siento vacía y usada. —aprieto mis manos con fuerza cuando oigo que llora—. Intento avanzar pero... Yo creo que sigue muy enamorado de su antigua novia y si que es bella ¿Y yo? Soy el doble de esa chica.
Decido salir de la casa porque ya mi animo es una mierda por oir lo que decia Sara, carajo, no quiero que piense que la uso y que no me vengo dentro de ella por fea, no, nada que ver, es porque quiero que tengamos algo autentico y real antes de traer una vida al mundo, no que le demos padres que no se toleran o que ni se hablan, lo que ella no sabe es que no descarto para nada de un hijo con ella, solo que ella no lo sabe donde solo actúo sin decir nada, eso es lo que mas me enoja.
Cuando volvemos a la casa ya es tarde, no quisieron que no vayamos después de comer que es lo que quería hacer para poder hablar bien las cosas, hicieron cosas para la merienda y después comimos lo que quedó del almuerzo, cuando nos fuimos por pedido de Sara el sol ya se había puesto hace horas. Manejo nervioso donde va en silencio y pensativa cosa que es raro, la mayoría de las veces no para de hablar.
—Gordita llegamos.
—Si... Perdón estaba pensando.
—¿Puedo saber en qué?.
—No. —se baja sin decir nada mas, voy atrás de ella pensativo ya que no sé que hacer, cuando nos acostamos no doy mas.
—Sara.
—¿Mmm?. —me muevo de lado poniendo una mano en su muslo subiéndole el camisón.
—¿Ya podemos?.
—Si. —se gira apoyando la espalda en la cama y ya puedo meter la mano en su v****a—. Ooggg Que... ¿Eso está bien?.
—Si que lo está. —pongo una rodilla a cada lado de su cadera, le subo el camisón hasta que se lo saco—. Dios santo Sara que me vuelves loco. —me inclino besándola con fuerza, jadea guiando sus manos a mi pecho—. No... Dejame a mi.
—Esta bien.
Chupo sus pechos sintiendo que son mi alimento, son grandes, blandos y sus pezones herguidos con orgullo de un color rosa suave que me vuelve loco, bajo besando su vientre, se pone tensa e incómoda pero no dice nada, sé que no me va a dejar llegar mas abajo por sus uñas clavadas en mis hombros, sigue siendo una jovencita que no sabe nada del sexo mas que lo que hemos tenido, sigue siendo una mujer que fue criada en una casa con maltrato y en una escuela de monjas que son muy estrictas según sé, entonces respeto eso, y sé que no debo ir mas allá de lo que ella me permite. Vuelvo a subir entrando hasta el fondo en su interior, tira la cabeza hacia atrás soltando un grito, escondo mi cara en su cuello o me voy a venir ahora mismo donde ella me lleva a límites donde jamás creí ir, sus piernas suben mas mientras me envuelve por la espalda, bajo mis manos agarrándola de las piernas sirniendome con mas fuerza sobre ella o ahora mismo me vengo y no quiero eso.
—Ooggg Dios santo.
—Mmmjjj... AAAGGGG SARAAAAA.
—Ppjjj. —me vengo dentro de ella temblando, no hay una parte de mi que no tiemble—. Jere salte... Sal, te viniste dentro.
—No pasa nada. —paso mis manos por abajo de ella y la aprieto—. Si viene, viene.
—Pero dijiste que hasta que no tengamos casa no querías. —beso su cuello con suavidad mientras dejamos de ser uno solo para acomodarme detrás de ella para abrazarla desde atrás—. ¿Pasa algo?.
—No... Bueno si... Pasa algo.
—¿Qué?.
—Que estas cada día mas hermosa, te escuché Sara y me enojó que pienses así de mi... Para mi eres la mujer mas hermosa de todas.
—Pero no me quieres.
—Si te quiero, ¿Alguna vez dije lo contrario?.
—¿Me quieres como un hombre a una mujer o como a alguien que sabes que tienes?.
—¿Por qué comparas? Te quiero y punto Sara.
—Esta bien.
*****
Sara.
Abro los ojos sintiendo sus brazos rodearme, sonrío acurrucándome mas y él mas me aprieta, intento de no bajonearme por eso de que me quiere pero no me quiere como un hombre a una mujer, yo creo que me quiere como a la persona que le cocina y limpia, y que si esa mujer se va, busca a otra y a esa la quiere porque la tiene.
—Jere. —me besa la nuca haciéndome temblar—. Debemos ir donde tus papás.
—Lo sé. —me sigue besando los hombros y el cuello mientras su mano me recorre toda por delante—. Que esperen.
—Vamos Jere, mañana nos vamos y no los vas a ver en meses... Aprovecha el momento.
—¿Por qué no quieres?. —aprieta mis pechos sin dejar de besarme.
—No es que no quiera. —siento su pene duro en mis nalgas—. Es que...
—Viste, también quieres. —me gira riendo—. Tenemos todo el día, no es nada una hora mas.
—¿Una hora?.
—Una corta hora mujer.
Cuando por fin decide irnos va riendo todo el camino y yo avergonzada, mas que nada porque entro en un estado en el que no soy yo cuando me toca, me siento viva, ardiente y feliz y solo lo hace con mirarme o tocarme y él lo sabe por eso lo usa a su favor.
Muerdo mis labios mientras miro a la madre y hermanas de Jeremías odiarme sin razón alguna, son seis hermanos, tres y tres, y las tres junto a mi suegra me detestan a mas no poder, no tengo idea de la razón, supongo que entre los padres de Jeremías hablaron sobre casarlo conmigo, pero también considero que deben creer que soy la culpable de que Jeremías se halla querido ir a la ciudad.
—Gordita ven.
—Si. —felíz salgo de la casa casi dando saltitos—. ¿Qué pasa?.
—Sé que la estabas pasando mal ahí, así que quiero que vengas conmigo.
—Esta bien. —se sienta en un banco y me sube arriba—. No Jere.
—¿Qué? Eres mi esposa.
—Si lo sé, pero está toda tu familia. —me envuelve con fuerza dándome besos en el hombro mientras alzan los hombros.
—No me importa... Quedate así.
—¿Cuándo se vuelven?. —miro a David hablar, es el mayor de todos.
—Mañana a la mañana... Vinimos unos días nada mas, debo volver al trabajo.
—Acá tenías trabajo hijo ¿Por qué esa necedad de la ciudad?.
—Nos gusta. —quedo callada porque a mi no me gusta nada, estoy ahí porque él quiere—. Queremos tener mas oportunidades y consideramos que la ciudad nos lo da, ¿Qué vamos a hacer acá? ¿Trabajar en el campo y cada año tener un hijo? No... No va eso conmigo, quiero algo diferente para los dos.
Paso mi brazo por sus hombros así estoy mas comoda, aunque su cara queda a la altura de mis pechos no me da vergüenza porque sé que no va a hacer nada para avergonzarme de ninguna manera. Mientras los oigo hablar le acaricio los pelos de la nuca y lo miro analizando sus rasgos, cuando lo miro así me digo que mis hijos van a salir bellos por él porque no soy agraciada para nada, las mujeres se giran a verlo con razón, él y todos sus hermanos son bien parecidos, su madre es una belleza, tiene cara de cansada y sufrida por tantos hijos, pero aun conserva la belleza, es su juventud a sido una preciosidad, pero muy mala.
Sé que su visión de la vida es diferente a la mia y debo adaptarme a eso, quiero lo mismo que él pero no en el mismo lugar que él, esa es la diferencia, a mi me gustaría que nuestra familia se forme acá, considero que tenemos las mismas oportunidades de las que habla pero ya está acostumbrado en la ciudad, cosa que yo no logro, ruidos en todo momento, salir a la calle y los autos, las peleas, todo es muy abrumador para mi.
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Voy con mi carrito y pan cacero hacia la veterinaria a dejarle a Jere, siempre cuando voy por las compras paso a dejarle algo recién hecho así come algo y no pasa las largas horas de trabajo sin nada que comer, mas con todo lo que debe hacer le debe entrar el hambre a cualquier hora, eso me deja preocupada, que pase hambre o sed.
—Sarita ¿Cómo estas nena?.
—¿Bien y usted señor Jorge?.
—Bien querida.
—¿Jeremías? Le traje pancito.
—¿Jeremías? Me pidió el día. —sonrío mirando atrás de él buscándolo porque es un mal chiste.
—¿Cómo que no vino?. —se pone rojo, como cuando dices algo que no debes—. No sabia nada, me dijo que venia a trabajar.
—Mmm no... Me pidió el día porque dijo que tenía que hacer unos arreglos en la casa.
—Oh... Bien, no se preocupe, ha surgido alguna otra cosa. —saco el pan dándoselo.
—Gracias, eres muy amable Sara.
—Gracias... Que lo disfrute, y señor, cualquier cosa no vine.
—No te preocupes, no digo nada.
En la casa me siento en la mesa todo el día pensando en donde está y porqué me dijo que iba a trabajar y a su jefe le pidió el día, encima decirle que debía hacer unos arreglos acá, ¿Por qué anda con mentiras para todos lados?.
En la noche llega, se da un baño y se acuesta sin decirme nada, guardo todo lo que había acomodado para esperarlo y así comer pero no tocó nada y no dijo nada, desde mi lugar lo miro, mis lágrimas salen sin saber el porque, pero me duele muchísimo que sea así conmigo, si me está engañando que lo diga, que me lo diga de frente.
—Sara... Sara despierta.
—¿Mmm? ¿Qué pasa?.
—No vengo al mediodía, debo ir a una chacra a ver los animales y nos va a tomar todo el día.
—Esta bien ¿Quieres que te prepare algo para que lleves?.
—Si por favor. —le armo una vianda y le pongo el pan que queda.
—Gracias. —lo sigo hasta la puerta apretando mis manos.
—¿Y a qué hora mas o menos vuelves?.
—No tengo idea... Pero tarde seguro.
Mordiendo mis labios lo veo irse y mis lágrimas quieren salir pero decido no llorar, si tiene una amante espero que lo haga feliz y a mi me deje volver al pueblo a hacer mi vida tranquila, y si no tiene una amante y solo quiere escapar de mi que lo haga libremente, solo espero que deje de dolerme el corazon por él.
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