Los pies me duelen, bajo la mirada y veo mis rodillas sangrando. Sí, estoy hecha un desastre, pero veo a lo lejos el lugar que tanto he estado buscando.
Una sonrisa se dibuja en mis labios, y avanzo, hasta llegar a la puerta, no corro, pues ya no doy para más y mi pecho me oprime, así que, cuando logro dar ligeros golpes a la puerta, sale la madre superiora, quien es la encargada y directora de la residencia para niñas sin hogar.
—¡María! —dice, evidentemente sorprendida al hallarme en ese estado en plena noche.
La sonrisa sigue en mis labios, no digo una sola palabra, sin embargo, he gastado toda mi energía, por lo que no puedo evitar desmayarme a los pies de la mujer que me crió.
Creo que aparte de cansada, estaba con mucha hambre, pues no había comido bien en semanas. Las empleadas de Zack, me racionaban la comida en pequeñas cantidades, por el único hecho de que debía entrar perfectamente en el vestido de novia.
—María… María —escuchó decir suavemente a una voz dulce, mientras limpia mi frente.
Abro los ojos, solo para hallar a la madre superiora, que no deja de sonreírme con preocupación.
—Madre… —susurro con un ardor en la garganta.
—No te esfuerces linda, tuviste fiebre toda la noche.
—Agua… —pido sentándome, mientras uno de los pequeños que está de curioso, me ofrece un vaso—. Gracias —digo, para luego beber con necesidad —exhalo, sintiendo que puedo hablar mejor.
—Querida, ¿qué pasó? Pensé que estarías con tu esposo.
Las palabras de la madre me llevan a bajar la mirada con tristeza.
—Yo también pensé eso —murmuré, devolviéndole el vaso al pequeño, que se marchó de la habitación.
—¿Acaso discutieron? Acaban de casarse, si yo hablo con Zack, tal vez puedan solucionar las cosas.
—Él me engañó, madre —respondo sin dar tantas vueltas al asunto—. Con Annet —suspiro.
Mi primera respuesta la dejó con los ojos paralizados, pero al revelar el nombre de la persona con la que mi esposo me traicionó, la volvió pálida.
—¿Annet? No… Querida, seguro viste mal las cosas. Tú y ella son como hermanas, han crecido juntas en este lugar, ¿recuerdas que en las noches de tormenta, dormían juntas? ¿O que aprendieron a manejar la bicicleta apoyadas por la otra?
—Ellos estaban desnudos, madre. Estaban haciéndolo en el cuarto de lavandería, y él me echó en cara que debía respetarla, porque ella siempre tendría un lugar en su cama… Porque yo le doy asco.
—Oh, linda… Esto me parte el corazón.
Al ver mi estado, trata de hacerme sentir mejor, pero sabe que las palabras a veces no son suficientes.
—Voy a traerte algo de comer, y después podremos continuar.
Mi estómago está rugiendo, por lo que no me atrevo a rechazar la caridad de la madre.
Ella se va y casi al instante, unas miradas curiosas se asoman desde la puerta.
—Vengan aquí —les digo a mis "hermanitas" así las llamó, porque también son pequeñas sin padres—. ¿No hay un abrazo para su hermana mayor?
—María… —ellas entran casi empujándose para acercarse.
Inevitablemente, un gran ruido nos interrumpe, y este continuó, hasta que las puertas de la habitación se abrieron con violencia.
—¡Aquí estabas! —dice una voz, que de inmediato produce un gran escalofrío en mi cuerpo.
—Zack… —murmuro, observando sus ojos fríos, para luego mirar a mis pequeños, quienes asustados se fueron a una esquina—. ¿Qué haces aquí? —le pregunto, poniéndome de pie, notando que traigo un camisón limpio.
—¿¡Estás estupida!? ¡Eres mi esposa, mi mujer! ¡Tu lugar está en mi casa, para atenderme! —responde, encerrando sus manos en mis muñecas.
—Zack… Suéltame, estás asustandolas —le pido, apretando los dientes por el dolor.
—¿Y a mi que me importan estos mocosas? ¡Vas a venir conmigo!
—¡Son mis niñas! —es mi respuesta, acompañada de una mirada decidida.
—¿Tus niñas? —me mira con burla—. Las únicas niñas que tendrás, serán los que engendres de mí, no a estas muertas de hambre.
Sus palabras me llenan de rabia y quiero lanzarle un golpe por ser un caradura, pero no puedo hacerlo delante de mis pequeños, así que pienso en lo mejor para que ellos no se asusten.
—¿María? —me dice una de las pequeñas que no deja de mirar asustada con su muñeca de trapo en las manos—. ¿Te vas a ir?
—Pequeña… —trato de responder, sin saber como hacerlo.
—De ninguna manera —dejando la bandeja con la comida que me ofreció, la madre mira duramente a Zack—. María no se va.
Pero Zack suelta una larga y sonora carcajada.
—¿Y quién es usted para decidirlo? Le recuerdo que María tiene diecisiete años, aún no es mayor de edad y como yo soy su esposo, está bajo mi tutela.
—Descarado, después de lo que hizo anoche ¿Pretende decir que ella es su esposa?
—No estoy mintiendo. Además, usted me dio el consentimiento.
—¡Eso fue antes de saber la clase de persona que es usted! Que fácil engaña a las personas.
—Como sea, vaya a darse de latigazos ante la cruz, que yo me voy con mi esposa.
Zack tira fuerte de mi muñeca. La madre trata de oponerse, pero los más pequeños la necesitan y están temerosos.
—Está bien, no me opondré —pienso en esas caritas asustadas y ya no opongo resistencia.
Ante las miradas de las demás mujeres que visten hábitos, Zack me lleva hasta su auto, donde al estar en el asiento, miro por la ventana varios pares de ojitos tristes.
…
—¿¡A dónde vas!? —me grita, apenas entramos a su casa, en lo que yo me apresuro a subir por mis cosas.
—¿Tienes el cinismo de preguntar? ¡Me largo! Eso es lo que hago —contesto, continuando subiendo.
—¡De ninguna manera vas a hacer eso!
Su voz llega rápidamente a mi nuca y en menos de lo que esperaba, me arrastró a su habitación, donde me lanzó a la cama y cerró la puerta con seguro.
—Estás celosa porque te dije que no tocaría tu cuerpo, pues es verdad. Me das asco, solo tu aroma me da nauseas. Si me casé contigo fue únicamente para heredar, y como eres tan estupida que no tiene a nadie que la respalde, resultaste el cebo perfecto.
Cada palabra duele como cuchillas, pues él se fingía enamorado. Cada día iba a verme en el restaurante donde yo trabajaba, nos hicimos amigos y cuando menos lo esperaba, ya estaba perdidamente enamorada.
—Quiero el divorcio —dije con las lágrimas contenidas en mis ojos.
—Por supuesto que lo tendrás —sonrió con triunfo, caminando a la ventana—, pero como aún tienes diecisiete, estás bajo mi tutela y no tengo tiempo para papeleo. De modo que solo tendrás que estar un año sin estorbarme, luego de eso… —se dio vuelta para ver mi rostro se espanto—. Eres libre de largarte.
Así fue dada mi condena, y así se cumplió.
Pese a mis múltiples intentos de escape, la casa de Zack estaba protegida para que yo no huyera. Estuve durante un año entero, cautiva de las personas que quería, aprendí a controlar mi asma, casi hasta había olvidado lo que se sentía el sol en mi piel, lo único a lo que yo tenía derecho, era a ver los días afuera, por un minúsculo agujero en mi habitación, desde donde se escuchaba los murmullos y risas de Annet y Zack, pero todo eso se acabó, cuando las puertas fueron abiertas y Zack apareció con su abogado.
Al verme, su mirada fue peor de las que me dedicaba antes. Pues al estar encerrada, era extremadamente pálida, mis cabellos rubios parecían canas, mis ojos verdes lucían opacos y mi silueta era como la de un cadáver andante.
—Come y firma —me ordenó, lanzándome una bolsa de manzanas que devoré de inmediato.
—¿Has tenido a esta muchacha encerrada todo este tiempo? —pregunta el abogado al verme comer con desesperación.
—Es mi vergüenza, pero como no tiene familia, nadie se preocupó por ella.
Continuo devorando y solo me detengo cuando Zack me arranca la bolsa de las manos.
—¡Ya fue suficiente! Firma y serás libre de irte con las manzanas.
Al estar con hambre, no vi otra opción y tomé el bolígrafo para firmar. En tan solo unos minutos fue oficial. Él ya no era mi esposo.
…
Ese mismo día, abandoné la residencia de Zack, estaba sin una sola moneda, sin casa, sin comida, sin nadie que se preocupara por mí, pero… Libre… Al fin era libre de esas cuatro paredes, de ese matrimonio que fue una pesadilla desde el primer día. Mis pulmones volvieron a respirar ese aire puro, mi sonrisa en mi rostro demacrado era legítima.
Soltando la bolsa de manzanas, mis ojos verdes brillaron cuando vi las mariposas blancas, volando cerca a los arbustos.
Que increíble sería tener alas y volar a donde quisiera, sin tener que pensar en la comida de mañana.
Pero debido a mi debilidad, mis rodillas se doblaron, cayendo al césped. Creí que con esto las mariposas se espantarían, pero en lugar de eso, me rodearon, algunas se posaron sobre mi cabellera rubia y otras sobre mis piernas.
—¿A ustedes si les agrado? —sonreí, con una sensación que dolía en mi pecho—. ¿No les parezco desagradable? ¿Verdad que no tengo nada de malo…? —sollocé por todas mis inseguridades, recordando las palabras de Zack.
Con todas estas emociones cortándome por dentro, abrí los ojos, cuando las mariposas sobre mi cabeza tocaron mis mejillas.
—Debo abrir mis alas para despegar… —murmuré, poniéndome de pie—. Cerraré esa puerta, para abrir otra y seguir. Al menos trataré de hacerlo.
————————
—¿Señor Palmieri?
La empleada que trae mi correspondencia, entra a mi despacho con los documentos que he estado esperando
—Gracias, puedes retirarte —le respondo, sentándome a revisar las respuestas de la última propuesta hecha en el Grupo Palmieri.
—¿Tan temprano y ya trabajando? —interrumpe alguien, cuyos mirada es similar a la mía.
—Soy responsable de muchas cabezas, el trabajo no espera —digo, sin despegar la vista de mis hojas.
—Lo sé, pero… ¿Incluso en tu día libre? Hermano, deberías relajarte un poco.
—Arya… —exhalo, soltando los documentos para mirarla—. Hace solo un año he asumido el cargo que dejó nuestro abuelo. Honro su memoria trabajando.
—¿Y serás igual cuando te cases y formes tu familia?
No puedo evitarlo y suelto una carcajada, que no provoca ninguna gracia a mi hermana.
—¿Casarme? ¿Formar una familia? Debes estar bromeando.
—Tendrás que hacerlo en algún momento, ¿acaso no quieres enamorarte? Una esposa que te ame, unos hijos que te reciban al llegar a casa. Eso sería…
—No —es mi firme respuesta.
—Pero Pax…
—No Arya. El hecho de que haya salido con una u otra modelo, no significa que vaya a casarme, ¿y lo de hijos? Sabes que no los soporto. No me gustan los niñ0s, y no es mi deseo tener una familia. Prefiero mi libertad.
—¡Ay! Pero ya te quiero ver caer, y cuando eso ocurra, te recordaré tus palabras.
—Pues tendrás que esperar sentada, querida hermana. No tengo ninguna intención de casarme, y si has venido solo a eso, tendré que pedirte que te retires porque debo hacer una llamada.
—No, no solo era eso —esta vez, ella toma asiento y me tiende un documento—. Me gustaría que pudieras ayudar, es una buena causa.
Con tan solo darle una mirada, sé lo que es y levanto una ceja.
—¿Regalar dinero es una buena causa?
—Ay Pax —se enoja, pero no más de dos segundos. Ella es muy pacífica—. No todos tienen la oportunidad de poder costearse los estudios.
—Lo entiendo, Arya, pero pueden trabajar. Así fue como yo lo hice.
—Lo sé, hermano, fueron momentos duros, mas ahora podemos ayudar a alguien que lo necesite. Tu sabes lo difícil que es trabajar y estudiar, y por ello algunos abandonan la universidad.
—A ver Arya, soy un personaje público. Estoy a la cabeza del Grupo más grande de medios de comunicación y producción de contenido audiovisual. No puedo poner mi nombre por cualquier lado, y menos ante un desconocido.
Mi hermana baja la mirada con resignación, de modo que no tengo más opción que dar mi brazo a torcer.
—De acuerdo —respondo, obteniendo la sonrisa deslumbrante de Arya—. Pero será a tu nombre, no quiero que se me vincule.
—Perfecto, lo importante es que haremos feliz a un estudiante.
Mi hermana sale muy feliz que no nota que al levantarse del asiento, derrama mi café, pero decido no reclamarle, solo miro la mancha oscura que me recuerda al lodo.
—Princesa de lodo —recuerdo a la jovencita toda sucia, pero de inmediato vuelvo a mi trabajo.
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(POV María)
Bien dicen que cuando una puerta se cierra, otra se abre, y mi corazón lo recibe con gusto.
—¿Lo dice en verdad? —pregunto emocionada, sosteniendo el teléfono en mis manos.
—Así es señorita, debido a sus excelentes calificaciones. Hemos decidido otorgarle la oportunidad. Un benefactor pidió que le entregara al mejor estudiante, y esa fue usted.
Estaba tan feliz. Había dejado mis estudios por falta de dinero. Zack me había prometido apoyarme, pero no fue así, sin embargo, ahora tengo la oportunidad de volver.
La llamada termina, y la madre superiora me encuentra dando saltos de alegría.
—¿Qué pasa, hija?
—¡Madre!
Por mi alegría, la tomó de las manos y bailo con ella, hasta terminar mareadas.
Todo empezaba a ir mejor. Las cosas irían bien. Mi vida tomaba un nuevo rumbo.
…
El despertador al lado de mi cama va a volverme loca, pero los rayos del sol me indican que ya ha amanecido por completo.
Del susto, mi cuerpo salta al suelo, mas cuando descubro la hora, me relajo y vuelvo a sentarme. Apago el despertador, para luego tomar la fotografía de mis pequeños.
Ya han pasado cinco años, vivo sola en un pequeño, pero cómodo departamento. Voy cada fin de semana a ayudar a la residencia de niñas sin hogar, que será mañana. Me he graduado con honores gracias a mi misterioso benefactor, incluso el día de mi graduación, me hizo llegar unas hermosas flores blancas que me hizo sentir acompañada.
—Mañana será un gran día… —suspiro sonriente, hasta que recuerdo que día es hoy—. ¡La entrevista! —reacciono.
…
Llego a tiempo al edificio donde tengo mi entrevista "Grupo Palmieri".
—Aquí voy —me doy ánimos, preparada para lo que encontraré y viviré.