Apenas he ingresado, veo a las personas corriendo de un lado a otro, mientras hablan por celular o gritan lo que necesitan.
—Buenos días, ¿podría indicarme donde son las entrevistas con el señor Palmieri? —le pregunto a una mujer que está en recepción, tomando su café bien cargado.
—¿Tiene cita? —dice sin levantar la mirada del computador.
—Sí, mandé mi hoja de presentación por correo, y fui llamada.
—Oh, usted es María Macri. Sí, él puesto al que usted aspira es uno muy importante.
Ella aparta la mirada de la máquina y al fin me ve.
—Quinto piso, pabellón B —es su última respuesta, después de mirarme brevemente.
Agradezco su ayuda y de inmediato me dirijo al lugar mencionado. Veo que todos me observan con curiosidad y ceños fruncidos.
—Parece que soy un espécimen raro —pienso, siguiendo el camino.
De pronto, observo algo inusual. Una mujer que lleva un vaso de café, está hablando por celular, mientras no deja de sonreir, por lo que su distracción la va a llevar a resbalar por el piso mojado y las gradas.
—¡Cuidado! —exclamó, cuando logro llegar a ella, y con esto derramo su café y el celular cae al suelo.
—Oh mi Dios… —dice, al ver el pequeño desastre que he provocado.
—Lamento lo de su celular y café, pero casi se cae, eso hubiera sido más desastroso.
—Lo comprendo —contesta, guardando la calma—, por el resto no te preocupes. Eso me pasa por andar distraída. Tu solo me has ayudado —su sonrisa y mirada entre azul y gris es preciosa. Es como la clase de persona que tiene una luz especial para agradar a quien la conozca—. Pero es raro, no te había visto antes.
—Oh, tengo una entrevista con el señor Palmieri.
Ella levanta las cejas y me tiende la mano.
—Por el momento él no está presente, pero seré yo quien te reciba.
—Usted es…
—Arya Palmieri —contesta, por lo que la relaciono con el jefe. Quizás ella sea su esposa, miro su aro de matrimonio, lo cual confirma mis sospechas. Es evidente, ella es una mujer muy hermosa y esos ojos misteriosos son de encanto.
Acepto su mano en modo de saludo, para luego pasar a la entrevista personal.
—Es exactamente lo que buscábamos, además de que su recomendación es de un amigo que conoce muy bien este mundo.
Me siento satisfecha y mis mejillas no evitan ensancharse de alegría.
—Queda contratada, bienvenida al Grupo Palmieri, María Macri —al decir mi nombre, ella sonríe ampliamente, es como si ya me conociera.
—Muchas gracias, responderé satisfactoriamente a la confianza otorgada.
—Estamos seguros de ello, y María… puedo tutearte, ¿cierto?
—Por supuesto.
—De acuerdo, María, mañana deberás presentarte muy temprano. Habrá junta directiva y será tu presentación.
—Usted se ve muy emocionada —comento.
—Oh, no me digas "Usted" solo dime Arya, sé que me veo mayor, pero solo tengo treinta y tres años, además, estoy muy feliz, porque mi marido llega mañana, se fue hace dos meses por trabajo y ya ansío verlo.
Al saberlo, me sorprendo, pues se ve mucho más joven, como una de veinticinco.
—Deben ser una feliz pareja.
—Lo somos —sus ojos brillan de emoción—. Lo amo, es mi todo, mi vida entera.
Esas mismas palabras eran la descripción que yo daba de… Supongo que ya no hace falta mencionarlo.
—Me alegra, entonces. Me presentaré mañana, ten buen día Arya.
—Lo mismo digo para ti.
…
—Bien, ha resultado mejor de lo que esperaba —me dije, ya en el taxi, mientras saco mi celular para ver mi lista de supermercado, pero primero noto que tengo dos llamadas perdidas, reconozco el número y llamo, hasta que escucho: "Hasta que respondes, ricitos"
—Ay Keith, te dije que tenía una entrevista.
—Oh, es verdad. Perdona, no sé en qué estaba pensando.
—Por supuesto, a ti se te olvida todo, pero eso es natural de ti.
—Mi amor… —escucho que alguien le dice y él susurra: Ahora no, estoy ocupado.
—Por todos los cielos… —me paso la mano en la cabeza—. No me digas que estás en… ¡Tú no cambias! Hablamos después —decido colgar, sin importarme sus protestas para que no lo haga.
Keith es mi mejor amigo, aunque nuestra relación es como la de dos hermanos, es un buen tipo, pero tiene un gran defecto que ni él lo niega, es un promiscuo.
—¿Dónde la dejo, señorita? —dice el taxista.
—En la entrada del súper, debo hacer mis compras de la semana.
——————————
POV Pax
—Que tontería —digo frustrado, lanzando la revista sobre la mesa, donde espero a la siguiente candidata—. No es posible que deba hacer algo tan estupido y enfermizo para lograr esto.
Las revistas y otros medios de nuestra competencia, habían soltado el rumor de que mi vida personal era un desastre. Claro, eso me importaba menos que una mierd@, pero también tenía las cláusulas del abuelo, para seguir al mando de Palmieri.
—Viejo de mierd@ —murmuro, apretando los puños—. ¿Quién se cree para decidir en mi vida, cuando ya está muerto?
Sin embargo, no tenía opción, su preocupación era la continuidad de su riqueza, por lo que me exigía tomar una esposa y tener un heredero que siguiera con el legado familiar, mas al realizar esto, pondría en riesgo lo que he tratado de ocultar durante años, razón que me lleva a este estupido lugar.
Bebo mi té, antes de ver a una mujer pelirroja que entra luciendo un vestido pegado a su cuerpo. Es muy atractiva visualmente, he salido con mujeres como ella, mas puedo notar que es del tipo que solo busca dinero y beneficios, lo cual compruebo al inciar con la conversación.
—Descartada —digo, luego de unos treinta minutos de charla que no soporté.
¡Mierda! Detesto la idea de casarme. El matrimonio para mí es una jaula, una maldita trampa que te mata lentamente hasta estrujarte la última gota de vida.
Tal vez debería apelar donde un abogado, pero ya no había tiempo, y sé que no puedo hacer mucho, ya que él maldito viejo aprovechó que un día yo estaba ebrio, para que firmara mi consentimiento.
—¡Espero que te estés quemando en el infierno, viejo miserable! —digo, antes de subir a mi auto fuera de la cafetería.
Mientras voy manejando, recibo la llamada de mi hermana, quien parecía emocionada.
—Alguna novedad, Arya.
—Sí, acabo de entrevistar a la señorita María Macri, la que tú tenías que recibir.
—Oh, estupendo —digo sin ánimos, en lo que mi hermana se queda en silencio, como si esperara alguna reacción mía—. ¿Algo más?
—Creo que no me has escuchado, dije María Macri. Ella es la estudiante a la que ayudamos en la universidad.
—¿Ayudamos? Yo no quiero estar vinculado, eso fue decisión tuya.
—Está bien, como sea. Pero, ¿no te emociona?
—¿Por qué debería emocionarme? Es una persona igual a todas, sin nada de especial.
—Oh, cuando lo conozcas pensarás diferente. Es un encanto.
—Entonces que vuelva a su cuento, no necesito princesas, elfos, duendes o cualquier cosa que esté encantado.
—Esa voz me dice que no te ha ido bien en tu "cita". Ay hermano, eso no se busca, simplemente llega, así como llegó mi esposito a mí.
—¿El eterno haragán? —me burlé.
—No lo llames así, él está representándonos con otros clientes.
—Por supuesto, y eso lo comprobaré cuando él esté de regreso.
—Estás juzgándolo mal, ya verás que trae buenas noticias.
—Eso lo creeré cuando vea un logro de él. En fin, voy a pasar por un túnel, te veo en casa, adiós y ten cuidado al regresar.
…
A la mañana siguiente, estoy listo para irme al trabajo y reunirme en el directorio con las demás cabezas de las áreas del Grupo Palmieri, además de que se daría la bienvenida a la nueva jefa de Marketing y publicidad, una mujer que mi hermana ya había conocido, "El encanto" . Que tontería, con que trabaje bien, es suficiente. Yo no necesito una cara bonita.
Minutos más tarde, me encuentro ingresando con mi hermana al edificio, pero ella me detiene en la entrada, recordando algo que olvidó en mi auto.
—Arya…
—Solo será un instante. Mi esposito dijo que su vuelo tardaría en llegar, así que debo estar segura si ya lo abordó.
Estoy seguro que eso es una mentira, no hay razón para que ese vuelo se retrase, pero mi hermana es feliz creyendo en el inutil de su marido.
Decidí esperarla en la entrada, contando los minutos en mi reloj de mano, cuando de repente siento una extraña punzada en las costillas, razón que me lleva a levantar la vista y ver una cabellera rubia que destaca al instante. Ella está pagando el taxi, no la he visto antes por aquí, pero cuando se da vuelta, retrocedo seis años atrás y toco mis costillas.
—Tiene que ser una broma…
Ni yo lo creo, hasta que mi hermana la alcanza y la lleva ante mí.
—Querida María, te presento al señor Palmieri.
Sus ojos verdes me miran llena de curiosidad, como si también me reconociera, aunque no logra recordarlo.
—¿S-su espo…?
—Mi hermano —contesta Arya, antes de que ella termine la pregunta—. Pax, ella es la señorita de la que te hablé.
No puede ser, ella es… ¿María Macri? La mujer a la que hemos ayudado con sus estudios universitarios, la que ahora trabajará aquí. ¡Es la misma mujer que me dejó sin aire de una patada en las costillas!
—Mucho gusto, señor —ella tiende su mano, pero simplemente la miro con dureza y doy media vuelta.
—Disculpa —dice mi hermana, antes de correr a detenerme—. ¿Qué te pasa, Pax? Esa no es la manera de recibir a la nueva integrante.
—Soy libre de negarle el saludo a quien quiera y…
—Pues que mal educado es usted, señor Palmieri —interrumpe la joven de cabellera rubia, parándose frente a mí—. Dicen que el estatus no da la educación, y ahora puedo comprobarlo en usted.
—¿Perdón? —levanto una ceja.
—Mire, le mostraré como se hace.
Sin temor alguno, ella se acerca y toma mi mano para estrecharla.
—Así está mejor, y si no sabe saludar, con gusto le enseñaré todos los días.
De la misma forma que estrechó mi mano, la soltó, que no me dió tiempo de reaccionar, cuando se fue.
Miré a mi hermana quien se encogió de hombros conteniendo una carcajada.
—¡Atrevida!
Ni yo entendía lo que acababa de ocurrir.