Derretir al tempano

2471 Words
—¿Por qué lo hiciste? —Keith se muestra muy interezado y a la vez preocupado—. Espera… Te está obligando, ¿verdad? o acaso te emborrachó y terminaste envuelta en alguna anécdota de sábanas ¡Estás embarazada! ¡Yo lo mato! —¡No! ¡Keith, no! —tengo que sostener su muñeca para que no salga a hacer alguna tontería—. Ni siquiera sabes dónde está, y no estoy embarazada. Solo es un contrato que durará un año y medio, me pagará y con ese dinero podré ayudar a mis niñas. —Pues yo creo que estás haciendo un gran sacrificio. No sé… —vuelve a acomodarse en su silla, resoplando en total desacuerdo—. Esto no va a terminar bien. María, al aceptar ese trato estás perdiendo la oportunidad de conocer a otras personas. Mira, te doy este consejo como si fuera tu hermano mayor, más que de amigo. Los hombres somos unas bestias, te lo digo con total sinceridad, tal vez haya uno que otro que sea diferente, pero la mayoría lo arruinamos cuando tenemos a una chica de buenos sentimientos, y mira que yo no soy el más indicado para decirte esto, pero no quiero que te lastimen. Sabes que soy hijo único y no tengo hermanos ni hermanas. Eres lo más cercano para mí en ese aspecto. Cuando nos conocimos en la universidad mientras yo era el ayudante del maestro, vi en tí algo muy especial, no eres como otras muchachas, siempre te mostrabas con mucho empeño, con ganas de aprender más. Yo también amo a Keith, pero es un amor especial de hermandad, y lo mejor de todo es que ambos compartimos ese sentir. —Hasta que el rector se enteró que estabas coqueteándole a su hija —le recuerdo. —Bueno, ¿qué puedo hacer? Soy irresistible. —Supongo que no habría ningún problema, si tan solo ella no hubiera sido una maestra quince años mayor que tú, pero sobre todo casada. —Son detalles, pero desde entonces no he vuelto a poner el ojo en casadas. Yo no tenía idea que tenía esposo. —Deberías poner el ojo a una buena mujer y sentar cabeza. —María, yo soy un alma libre. Además no le hago daño a nadie. Las mujeres con las que estoy saben lo que quiero y ellas también lo quieren, pero ya dejemos de hablar de mí, y ahora que eres una mujer casada, ¿cómo te ha tratado él? —Bueno, no sabría decirte con certeza. Apenas nos casamos ayer y hoy se fue a… —¿¡Cómo!? ¿Cómo que se fue? ¿A qué te refieres? —Se fue de viaje aproximadamente por un mes —le menciono, probando otro pedazo de mi pastel—. Tal vez más, no estoy segura. —¿No estás segura? ¡Es tu marido! Y aunque sea un contrato, debe estar cerca —afirma, alcanzándome la servilleta e indicándome con su dedo que he manchado mi barbilla. Le agradezco con la mirada y acepto el papel. —Eso no importa, el caso es quién está en esa casa. —Después de todo lo que me has dicho, no me sorprendería que Satán viviera allí. —Pues no estás tan lejos en la realidad. La hermana de Pax; Arya, es la esposa de Zack. A pesar de que el café es liquido, él lo pasó con dureza, abriendo muy grande los ojos. —¿Me estás hablando del maldito detestable? ¡Él estúpido que te maltrató! —Keith, calmate —muchas personas nos observan y no es momento para ser tan expresivos. —No. Te tienes que divorciar —dijo, procediendo a sacar su celular—. En este mismo instante voy a llamar a uno de mis contactos que es abogado, para decirte que te ayude con los papeles del divorcio, que no puedes estar cerca de ese tipo. —Lo sé, pero… —Pero nada, María. Ese hombre te mantuvo prácticamente secuestrada durante un año, es un verdadero peligro convivir con un sujeto así. —¿Y tú piensas que yo voy a bajar la guardia? Tengo los ojos más abiertos que nunca. Él nota mi determinación y seguridad, por lo que procede a guardar su celular. —Está bien, eres una persona mayor que sabe tomar decisiones propias, pero —tomando mi mano me obliga a mirarlo fijamente—. Si trata de aprovecharse, él o quien sea, me darás aviso. Puedo ser una basura con las demás mujeres, pero contigo es distinto, eres como una hermana para mí y ten eso presente. A veces es bueno contar con algunas amistades y más si estas son como la de Keith, que si bien tiene sus defectos sabe dar consejos. … El tiempo va transcurriendo día tras día, pero es algo complicado ser la señora de esta gran casa. Todos los empleados esperan que de órdenes, aunque realmente no sé mucho de esto, sin embargo, cada uno es paciente y cuando les pregunto su opinión, se sorprenden, pues antes ellos solo estaban acostumbrados a obedecer y acatar la orden. Claro, había una gran excepción, que no desaprovechaba en querer quemarme con la mirada, que me ignoraba a propósito, mas no era algo importante para mí, a diferencia de otra cosa que martiriza en mi cabeza. Cada mañana que salgo al trabajo, no puedo evitar pasar por el ático, recordando una y otra vez la advertencia de Pax. Mi cabeza me dice que ni siquiera lo intente, que por mi propio bien no debería averiguar lo que se guarda en ese lugar, sin embargo, mis manos quieren tocar y abrir. —Tal vez no se dé cuenta si solo le doy una mirada, además si no hubiera querido que me miraran, no me hubiera dicho. No María, existe algo llamado privacidad, y por mi propio bien, pienso que es mejor no saberlo. Ni siquiera es mi esposo en los demás sentidos. No tengo el derecho, esto solo es un trabajo. Me doy la vuelta para irme al trabajo, pasando por las habitaciones, de donde Zack sale completamente cambiado. —Buenos días —lanzo el saludo sin detenerme a si quiera mirarlo. —María… —le escucho llamarme, mas sigo de largo—. María puedo llevarte —dice desde las escaleras, cuando ya estoy en camino a la cocina para llevarme algo de comer en el camino. Tomo dos manzanas que están en el cesto, pienso guardarlas en mi bolso, pero Zack aparece detrás de mí. No lo miro, pero sé que es él porque acabo de escuchar sus pasos. —No necesito tu ayuda, puedo tomar un taxi. —¿Qué caso tiene? Es decir, también voy a Palmieri, puedo llevarte. —¡Pues ni en tus sueños! —le respondo, encarándolo—. Prefiero ir caminando con el sol infernal sobre mi cabeza, antes que ir contigo. —María, entiendo que aún no confías en mí, pero llevemos la fiesta en paz. Hagámoslo por Arya, ¿sí? —Pues vive tu fiesta solo. No confundas las cosas, y mantén tu presencia lejos de mí. No debo perder la compostura, pero me enoja su descaro. —¿Zack? Cariño mío, ¿dónde estás? Ambos escuchamos a Arya buscándolo. —Contéstale. Si quieres hacer algo bueno, hazlo con ella, tu esposa. Salgo de la cocina, encontrando a Arya llamando a su esposo. —Está en la cocina —le respondo. —Oh, pensé que ya se había ido. Gracias, María, iré a la oficina. Pax me llamó en plena madrugada. —Parece que el horario es distinto al de nosotros. —Lo es —me confirma Arya. —Imagino que por eso me llamó en pleno horario laboral. —Seguro le preocupas —me sonrie. —Le preocupas tú, no dejó de preguntarme por ti. —Ay, seguro eso solo era una excusa. Así son los hombres, nunca admiten lo que en verdad buscan. —Dudo que ese sea el caso de tu hermano. No lo conozco bien, pero sé que no despierto ni el más mínimo interés en él, y no hay ningún problema. Sé de qué se trata este matrimonio. —Ay María —ella acomoda un mechón que cayó de mi frente—. Yo sí quisiera que fueras mi cuñada por muchos años más. Ella me dejó con esas palabras antes de irse. Lo cual era un gran disparate. En primer lugar, para que eso ocurriera, debía haber amor, aunque sea enamoramiento, pero eso no existía. Muy bien, él es atractivo físicamente, pero… No lo amo, eso sería demasiado pronto y loco. —Es absurdo —niego con la cabeza, volviendo a ponerme en camino a la salida. ————————— POV Pax Ni siquiera estando lejos puedo estar tranquilo. Estoy imbéciles no pierden ningún instante para dejar de mandarme sus mensajes. Decido guardar el celular, en lo que vuelvo a poner atención a la computadora. —¡Hijos de perr@! —gruño, golpeando el escritorio—. ¿Creen que pueden amenazarme levantando un rumor de mí? En este mundo donde mi vida ya no podía ser privada, la competencia estaba dispuesta a ponerme en el ojo de la tormenta. Pero los muy idiotas no sabían que la mujer con la que querían sacarme esas fotos, era María. Pobre de la que había escrito ese artículo. —Annet Canale. Su nombre me pareció conocido, pero decidí no darle tanta importancia. Fácilmente podría llamar a mis agentes para que detengan esas portadas, pero preferí dejar que ellos se arruinen. Será agradable ver cómo ellos se enteran que María es en realidad mi esposa. Los que quedarían en ridículos serían ellos por no investigar bien. A mi nadie va a derrotarme, no tengo ninguna debilidad de la que ellos puedan colgarse. Podrían atacarme como quieran, decir lo que les plazca y ni el polvo de la rendición se acercaría a mí. … Las semanas no se detienen, y precisamente el lanzamiento de la revista coincide con mi regreso. Tengo interés en leer todo lo de esa revista y burlarme con tantas ganas. Mi avión privado me ha traído de regreso. Los negocios han sido cerrados. Estoy bien con lo realizado, los nuevos proyectos y franquicias que adquiere el Grupo Palmieri, serán aún mayor motivo de desesperación para la competencia. Eso les enseñaría a no meterse con un verdadero hombre de negocios. Después de tomar un taxi, llego a mi casa, nadie me recibe, pero eso no es importante. Lo emocional nunca me afectó, de hecho es lo mejor. La soledad es silencio, y el silencio es perfecto. —Pero primero, un baño. Estoy apestando a sudor —me digo, pretendiendo llevar mis maletas a mi habitación. Puedo imaginar que Arya y su marido están en alguna salida de pareja y los empleados en su día libre. Después de todo nadie sabía que llegaría hoy. Estoy por entrar a mi habitación, mas de pronto, oigo unos gemidos que salen desde adentro. Mis ojos se abren con dureza y mi sangre se vuelve fría, un escalofrío recorre mi espina dorsal, hasta que abro y encuentro a María… —¿Qué demonios? —digo, dejando caer mis maletas. —Pax… A-ayudame —logra decir, esforzándose por respirar, mientras trata de ponerse en pie, ayudándose de la cama—. La caja… caja… —me indica, por lo que de inmediato voy y saco el broncodilatador. Ella asiente con la cabeza y estira su mano. Al dárselo, lo lleva rápidamente a su boca y hace uso del objeto. No estoy seguro de lo que sucede, ni sé cómo actuar, pero me mantengo cerca, hasta que unos minutos después, ella parece ir recuperándose. —¿Qué fue eso? —le pregunto. —Es un ataque de asma, creí que los había controlado, pero empecé a hiperventilarme por esa cosa horrible. Un momento —se detiene, al percatarse que en verdad estoy aquí—. ¿En qué momento llegaste? —Hace poco. ¿Pero a qué te refieres con cosa horrible? —A esto —ella busca en la cama, pero no lo encuentra, hasta que se levanta y toma la revista que yo había estado esperando leer —. Esa cosa dice más de una barbaridad de mí, y todo es falso. Son solo suposiciones tontas. Me enojé, porque esto puede llegar a manos de mis niñas o de la madre… ¿Qué clase de ejemplo seré? —El de siempre. —¡Pero me llaman tu amante! —Bueno, estás casada con un hombre que sale en fotos, revistas, pantalla y más. —¡Claro! Que fácil es para ti. La sociedad no dirá nada de ti, pero me atacarán a mí. —La sociedad siempre ha sido así, no creas que esto es fácil. Esto solo es una probada de todo lo que enfrenta una persona conocida. Levanta la cara y sigue adelante. No esperes ni busques consuelo, te advertí de tus deberes como mi esposa. Bien, este es uno de ellos. —¿Es todo lo que dirás? Me levanto para salir de la habitación, pero ella me sigue. —Francamente, ahora entiendo la razón de que no hayas podido casarte antes. Eres peor que un glaciar, un hombre intolerable. —Ni siquiera me conoces. —No hace falta, eres tan predecible, que ya puedo saberlo. ¡Señor orgulloso! —¿Qué has dicho? —me doy vuelta para confrontarla—. Atrévete a repetirlo. —Ya me escuchó, o prefiere que lo llamé Señor Gélido, Señor cara de ogro, y quizás cubo de hielo. Salga de su congelador y al menos deje que el sol lo derrita un poco. Verá que su humor cambiará. No hace más que estar todo serio, mire que fácil es sonreir. Ella sonríe, intentando ser un ejemplo. —Estoy hirviendo de rabia por esa revista, pero no puedo dejar que eso me borre la sonrisa, usted debe ser igual o también quiere que le enseñe. —No me hagas perder el tiempo. Pretendo salir, pero ella se para delante de mí. —Mire, demuestre que estoy equivocada, y si me sonrie, dejaré de lado esa revista. —Apartate, María. —Pero es muy fácil, le ayudo. Sorpresivamente, ella intenta tocar mis mejillas, mas logro sostener sus muñecas y mirándola con frialdad, ella sabe que ha cometido un gran error. —Oiga, devuélvame mi mano, me la va a arran… ¡Mmm! —no termina, pues la pego a mi torso. —¿Quieres ver que tan frío soy? —¿Qué está diciendo? Se golpeó la… No dejo que responda, simplemente todo lo que hago es sorprenderla con un beso con el que quería callarla, pero que termino profundizando.
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